Crónicas
La oscura noche del Parque Galarza
Por: Gabriela López Villabón
Camila luce con orgullo su larga cabellera negra. Lleva un vestido azul al cuerpo y unos tacones altos blancos. Está ubicada a la salida de uno de los bares más conocidos a las afueras del terminal de transporte en Ibagué. Hay algo de Camila que la hace distinta de sus compañeras prostitutas: está embarazada.
—Tiene unos cuatro o cinco meses de embarazo. Es su tercer hijo, el primero está en Venezuela y el segundo, dicen las malas lenguas, que se lo quitó el bienestar —dijo la señora Martha quien hace un tiempo le vende minutos y tintos—. Desde que está embarazada le ha ido mejor que a las otras. Pero los tombos la tienen en la juega, por eso no la he visto tan seguido. Es buena muchacha, le ha tocado duro, como ha todas. Dice que quiere conseguir lo necesario para dejar esa vida, pero se hace la replata y esa criatura es una mina de oro.
La señora Martha es conocida por su pequeño puesto de tintos a las afueras del terminal.
—Ella sabe que es un peligro. Hay gente muy rara y con malicia. Se pone en riesgo ella y el niño —, dice. Hace como un mes, hubo un bonche con ella. Supuestamente había peleado con un borracho. El man le pegó y ella se desmayó. De chimba no le paso nada al bebe, pero mírela. Acá esta otra vez. Definitivamente la necesidad tiene cara de perro.
A pesar de ya haber tenido varios incidentes, Camila continúa trabajando en esa condición. Ibagué se mantiene como la segunda ciudad del país con mayor tasa de desempleo, siendo el sector femenino el más afectado por esta problemática. La desigualdad salarial, el aumento de embarazos no deseados y la poca calidad en la educación son posibles factores por las cuales muchas mujeres deciden ejercer la prostitución.
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La señora Gloria se pone muy coqueta su falda azul pegada al cuerpo, media veladas, una blusa blanca y un saco negro para el frio. Arregla su cabello, maquilla sus cansados ojos con una sombra azul cielo y resalta sus arrugados labios con un labial rojo escarlata. En su bolso ligero y viejo, guarda lo necesario, unos cuantos pesos, un celular antiguo, papel, algunos condones y un cuchillo afilado. Gloria desconoce su edad, pues desde hace mucho tiempo que no tiene papeles, pero aparenta unos 65 o 70 años. A veces, cuando la situación se pone difícil, deja de lado su trabajo actual, magia y venta de inciensos y frecuenta el parque Galarza o realiza domicilios extravagantes.
—Pareciera que uno le hiciera el mal a las ¨mujeres de bien¨. Lo señalan a uno, o le tiran comentarios malucos, “coja oficio” y cosas así… Uno se acostumbra. El hambre no da espera —dice.
Trabaja en este oficio desde los 17 años. Fue famosa en su tiempo, cuando era popular “El cartucho” ubicado en calle 20 por los lados de la plaza. Cuenta que tenía una relación estable con un señor de 71 años, que no vivían juntos, pero la visitaba con frecuencia. El señor le aportaba económicamente gracias a su pensión, pero, falleció en pandemia y tuvo que volver a frecuentar el parque Galarza.
—Me gusta más el trabajo a domicilio. Voy a casa de conocidos, hacemos el tan, me pagan, a veces me dan café con pan y me voy. Pero casi no salen domicilios —, dice. No me gusta ir al parque, a veces no me va bien y muchos clientes me gritan, me reniegan, me maltratan y son muy bruscos. Usualmente me dicen cosas como “está muy vieja y cobra mucho”, “está muy arrugada”, “que se me va a parar con usted” o “al menos cobra más barato que las otras”.
Su costo varía según el tiempo. Lo máximo son 20 minutos y si es a domicilio la tarifa es de 20 a 40 mil pesos. Cuando está en el parque es distinto, los 15 minutos de la habitación cuestan entre 15 o 20 mil pesos. Esto es una tarifa general. El precio aumenta o disminuye un poco dependiendo de lo que se pretenda hacer en ese tiempo. La oscuridad y soledad del parque en las noches, le ayuda en su trabajo, pero aumenta el riesgo de su existencia. Gloria repudia su trabajo, dice que siempre pone en riesgo su vida. La poca higiene de sus clientes le hace retorcer el estómago y aguantar las ganas de vomitar. Otro tema, es su avanzada edad, pues las penetradas suelen ser muy dolorosas para ella, por lo cual muchas veces recurre a la droga.
—Ese trabajo me ha quitado las ganas de todo. No me interesa conocer a nadie. Ni amorosamente, ni nada—, dice Gloria con enojo mientras encendía su cigarro. La vida me ha enseñado que es mejor estar sola.
Alega también que, debido a su edad y falta de experiencia, no consigue trabajo en otra parte. Por ello, aunque no le guste decide trabajar en esto, pues no conoce otra vida.
—Si el día de mañana desaparezco, nadie se daría cuenta y a nadie le importaría. De pronto las viejas de por acá, se alarmen y se extrañen, pero nadie más —dice la señora Gloria con tristeza en su mirada.
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Samara, es una mujer trans. Desde muy pequeña lo supo, jugaba con muñecas y a escondidas se ponía la ropa de su mamá y de sus amigas. Su vida no ha sido fácil. Desde su transición la han señalado y ha sufrido constantemente de discriminación. Trabajó un tiempo en el campo de la prostitución.
—Junto con otra amiga nos turnábamos el apartamento donde vivíamos. Ella tenia sus clientes y yo los míos. Te sorprendería la cantidad de cacorros que tiene Ibagué y la mayoría con altos cargos—, dice entre risas. —Si no eres peluquera, no tienes trabajo aquí. Siempre me dio miedo irme al parque Galarza. Prefería buscar clientes de manera mas independiente: conexiones, bares, aplicaciones, etc. Es fácil, peligroso, pero fácil. Y como te digo, en Ibagué a muchos hombres que tu no creerías se les moja la canoa.
Samara, trabajó lo suficiente para someterse a pocas cirugías, pues su objetivo principal era abrir su propio negocio. Finalmente logró su objetivo. Ahora es propietaria de un pequeño bar vía boquerón.
Dicen que la prostitución es el oficio más antiguo del mundo. Mientras muchas personas apelan a su legalización para garantizar condiciones y mejorar la seguridad de las trabajadoras sexuales, otros por el contrario piensan que debería ser condenado gracias a los aumentos de trata de personas y abusos constantes. Se trata de un tema muy complejo, respuesta en múltiples casos, al desplazamiento forzado, el desempleo y la desigualdad social. Es común ver personas marginadas ejercer en este campo; mujeres víctimas de la violencia, mujeres mayores, mujeres embarazadas, travestis y jóvenes menores de edad.
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Desde que se cerró el famoso ¨Cartucho¨ en Ibagué, los prostíbulos cerca del parque de Galarza se volvieron mucho más reconocidos. La zona está dividida en sectores respetables para mantener la convivencia. Por un lado, están las mujeres que tienen convenio con los burdeles. Se hacen a las afueras de los negocios y les ofrecen combos a los clientes. Por otro lado, las que no tienen convenio directo, dividiéndose en zonas a lo largo del parque: las venezolanas de un lado, las travestis por el lado de la bomba, las ancianas frente a uno de los hoteles y las mujeres de alto valor (damas de compañía o prepagos) frente o dentro del bar puppy de la zona.
La prostitución tiene ciertos protocolos de seguridad: no dan besos en la boca, se hacen un chequeo mensual de ETS, siempre hacen uso de condón, si es un trabajo vaginal y anal se usa un condón diferente, el tiempo máximo es de 15 minutos, más tiempo aumenta la tarifa.
Las historias se multiplican en el parque Galarza. La mayoría habla de la pobreza y la violencia. Historias oscuras de un parque aún más oscuro.
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