Historias
Dedicarse a “un mal necesario”
Por: Juan Sebastian Giraldo Guzmán
Las luces oscilaban, unas de izquierda a derecha y otras de atrás hacia adelante; unas cuantas más se movían en círculos, alternando entre colores cálidos y fríos para iluminar el piso ajedrezado del lugar. La dinámica era diferente a lo que uno podría imaginar de un establecimiento de la vida galante. La quietud y la música baja contrastaban con las despampanantes mujeres semidesnudas que, como si se tratase de una pasarela, desfilaban candentes robándose las miradas de los visitantes. Mi visita tenía un objetivo claro: hacerme a la idea del ambiente en el que Gerardo pasó más de una década supervisando que un club nocturno funcionara como debía.
Gerardo, a quien llamaremos así por confidencialidad, es un hombre de negocios, y la mayor parte de sus 54 años los ha dedicado a ello. Es temperamental, viste con elegancia, partidario de imponerse objetivos y un exitoso empresario que ha tenido presencia en lugares como Bogotá, Girardot, Armenia y Melgar. Ha sido la cabeza detrás de bares, restaurantes, hoteles, discotecas y según personajes del gremio, “del mejor night club del Tolima”.
A pesar de las millonarias sumas económicas e influencias que le convirtieron en una de las personas más importantes de Melgar, son pocos los que conocen el recorrido minado de obstáculos por el que el nacido en Rovira tuvo que pasar para llegar a tener el estatus del que goza hoy en día.
De la barra a la gerencia
El trabajo, una actividad económica que según la UNICEF debe ser exclusiva para los adultos, fue el día a día de Gerardo desde muy temprana edad. A sus 15 años dejó Rovira y partió hacia Bogotá, donde vivía su madre, quien por ese entonces contaba con escasos recursos, lo que dificultaba su manutención y la de sus hijos. Casi por obligación, fue necesario que él empezara a trabajar para continuar sus estudios y poder pagar la estadía en la capital. “Trabajé en una empresa de cocinas industriales, ese fue mi comienzo, ya después empecé los trabajos de la vida nocturna: discotecas, bares, y casi toda mi vida la he pasado en esa clase de trabajos”, cuenta.
No obstante, el rovirense tenía clara una cosa: no sería mesero toda la vida. Dedicó parte de sus jornadas a conocer a fondo el funcionamiento de los negocios de la vida nocturna, lo cual lo llevaría más tarde a ser el administrador de uno.
Pronto pudo comprender que la vida nocturna podía llegar a ser muy lucrativa cuando se era organizado, responsable y consciente de "qué es un trabajo y qué una rumba". Mientras asentaba con su cabeza en lo que parecía la rememoración de uno o más recuerdos, dijo: "Los que se dejan contagiar por la misma rumba, el vicio, y el trago… terminan muy mal”.
Sus 23 años significaron un punto de quiebre. Después de un tiempo siendo administrador de discotecas, Gerardo se sintió en la capacidad y, sobre todo, la necesidad, de tener un negocio propio. Se trataba de un lugar modesto en arriendo, y que se convertiría en su primer gran logro, a pesar de que aún faltarían 13 años para su mayor éxito: Oro Sólido Club Internacional Melgar.
Siete meses entre cuatro esquinas
Lamentablemente, para Gerardo ese trecho de 13 años no fue color de rosa del todo, allí tuvo que vivir uno de los momentos más difíciles de su vida. Haber estado recluido en una prisión durante siete meses fue sinónimo de problemas económicos, familiares, y sociales; algo que relata con dificultad.
La razón de su detención es algo que, según él, se resume en un desafortunado incidente, cuando un cliente afirmó haber sido amenazado por empleados de uno de sus negocios, quienes le coaccionaron para firmar un recibo de pago y sustraer dinero de su tarjeta bancaria, lo cual constituía un delito. Ese dinero fue girado a cuentas de Gerardo, así que él también se vio involucrado a pesar de no haber estado presente aquella noche.
El encargado del bar, el mesero que atendió al cliente, y Gerardo fueron detenidos. Al cabo de siete meses, Gerardo fue absuelto de los delitos imputados; siempre alegó por su inocencia, y sintió que lo que estaba sucediendo era una injusticia. “Yo no tenía nada que ver con eso, eso fue problema de los empleados con el cliente, decisiones que ellos tomaron. El cliente nunca pudo probar lo que decía, sino que el hombre se excedió en sus tragos, se excedió en sus gastos, y ya en sano juicio se dio cuenta de que había gastado mucho y montó ese cuento”.
“Un mal necesario”
Oro Sólido es un club nocturno de entretenimiento para adultos ubicado a las afueras de Melgar. En este se le brinda trabajo a alrededor de 50 personas, las cuales se encuentran formalizadas laboralmente. Oro Sólido, según Gerardo fue fundado por “un señor muy rico” con unas expectativas altas, pero que en principio no se cumplieron. No fue sino hasta 2009, año en el que Gerardo y su socio se sumaron al proyecto, el momento en el que por fin germinaron los frutos esperados.
Desde que se construyó, Oro Sólido nunca ha cambiado de nombre. Éste surgió basado en un negocio de Las Vegas (Estado de Nevada, Estados Unidos, ciudad icónica por su vida de desenfreno y apuestas) queriendo ser, quizás, una réplica. La Fuerza Aérea y Tolemaida son dos bases militares ubicadas a las afueras de Melgar, por lo que sus miembros son los clientes más asiduos del club, al igual que excéntricos visitantes provenientes de Bogotá que frecuentemente llegan seducidos por la reputación que precede al establecimiento.
Religiosos, moralistas, mojigatos y otros actores de la sociedad, han condenado y satanizado a la vida nocturna durante años. En sus reiteradas acusaciones han tachado a los burdeles como vertederos de alucinógenos y cunas de enfermedades venéreas. “Para este municipio, donde hay más de 10 mil militares que viven sin ninguna compañera sentimental, lo definiría yo, [este negocio] como un mal necesario”, asevera Gerardo.
Un futuro lejos de las luces de colores
A pesar de que, para él, hablar de temas sentimentales no tiene mayor trascendencia y no se detiene ni describe ampliamente sus relaciones afectivas, entre varias pausas y suspiros largos, afirma que cada día vela por el bienestar de sus hijas debido al gran amor que les tiene, incluso por las mayores, así ya no vivan con él. “Al saber que no les falta nada puedo sentir tranquilidad; ellas son mi mayor debilidad”.
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El deseo de Gerardo es vivir en Estados Unidos próximamente, poder descansar junto a su familia y vivir de una pensión mientras recibe capital del arriendo de sus propiedades; esto principalmente para darle tranquilidad a sus hijas y un mejor futuro a su hija pequeña. “Es mejor terminarla de criar allá, porque aquí es muy difícil sacar un hijo adelante debido a los problemas que vive el país y las pocas oportunidades que hay para los muchachos”.
Por esa misma línea, de poder descansar junto a su familia y estar más tranquilo, Gerardo dejó Melgar y ahora vive en otra ciudad, una que considera más pacífica. Aunque aún conserva Oro Sólido y otros negocios, ha buscado la forma de delegar tareas y así tener más tiempo para estar junto a las personas que ama.
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