Historias
Antología de una webcam
Por: Juan Sebastián Giraldo
A bordo de la ruta 9, con su cabeza sobre mi hombro, y después de varios besos consecutivos cargados más de cariño que de deseo, íbamos ella y yo como un día cualquiera. De un momento a otro, rompiendo ese silencio confidente, característico entre parejas, me contó que había sido webcam.
El tono que usó no era el mismo que utilizaba para hablarme de los Beatles, el cigarrillo, la universidad o cualquier otro tema, se escuchó como si estuviera confesando un pecado. Esa fue la primera vez que entendí que el mundo webcam no era tan distante.
Desde una relativa temprana edad se suele escuchar sobre las webcams o camgirls, modelos que se desnudan frente a una cámara, bailan y cumplen peticiones de sus usuarios a cambio de tokens, el dinero virtual que se utiliza en estas plataformas. Abuelas, tías, señores religiosos y otros “protectores de la moral” no suelen bajar de “putas” o “fáciles” a las personas que optan por hacer de esta actividad una salida económica rentable.
Andrea, quien bien podría ser la chica de la buseta, mi vecina, mi amiga o una simple coincidencia, emprendió en el modelaje webcam porque atravesaba una crisis económica personal y era el trabajo que le resultaba más rentable en ese momento de su vida. Con el temor de que algún familiar lo supiera y pudiera poner en duda su “valor como mujer”, siempre mantuvo el secreto y no se lo contó ni a su misma sombra hasta varios años después de dejarlo.
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Aunque su aventura en el mundo del modelaje webcam fue fugaz y no completó siquiera el año, lo que encontró a través de una cámara web, un computador y un teclado, fue muy diferente de lo que esperaba. Soledad, mucha soledad. Preparada para toparse con todo tipo de fetichistas y depravados sexuales -que también los había-, no se comparaban con las personas solas, abandonadas y recluidas en sus habitaciones, que entraban una y otra vez a sus transmisiones.
—Sebas, eran personas solas. Personas que estaban dispuestas a pagar en dólares cada minuto que fingiera acompañarlos. Escucharlos hablar, contarles algo, reír un poco, eran estímulos suficientes para que me pidieran un privado. Muchas veces preferían hablar que verme desnuda —contó Andrea.
Generalmente a través de un inglés medio ‘chambón’, orientales, europeos, estadounidenses, indios y otras personas del resto del globo, entablan relaciones con modelos webcam a miles de kilómetros de distancia. BongaCams, Chaturbate, LiveJasmin, Stripchat, Cam4, entre otras plataformas, son conscientes de la soledad que habita en el mundo y por medio de distintas opciones permiten la simulación de lo que podría considerase amor, amistad o sexo, entre modelos y usuarios.
—Había un mexicano que se enamoró de una webcam paisa, eran como novios. Él le pagaba privados para cenar, ver películas juntos, contarse su día y organizar más citas románticas. Un día, como por capricho del destino, pasó algo y a la modelo la sancionaron, le borraron su perfil. El mexicano pasó meses enteros buscándola en otras plataformas, pero nunca la pudo encontrar. En cuestión de un día perdió a su amada —relató Jessica cuando tomábamos un café.
Jessica, a diferencia de Andrea, desde sus 15 años no se veía en otra profesión que no fuera la de modelo webcam. Había muchas cosas que le gustaban, pero solo en el modelaje webcam podía reunirlas todas. Su amor por la actuación, los idiomas, el conocer personas nuevas y la libertad que solo le daba su propio cuerpo, fueron los insumos que la convencieron de que el modelaje webcam era lo suyo.
Lo primero que hizo al cumplir la mayoría de edad fue entrar a un estudio webcam, pero tiempo atrás ya venía instruyéndose sobre el tema. Años antes de iniciar ya practicaba su inglés, aprendía a hacer en vivos, leía consejos para rankear un perfil webcam, anotaba referencias sobre las distintas plataformas y, sobre todo, creaba el personaje que sería.
—Ser modelo webcam es como actuar en vivo. Me divierto mucho. Una vez prendo la cámara ya no soy Jessica, soy Sara. Sara no es como yo, ni tampoco tenemos los mismos gustos. Sara es la que trabaja y solo con el tiempo es que he podido ir desarrollando mi personaje. La mayoría de mis usuarios la conocen a ella, son muy pocos los que me conocen a mí.
En cuestión de segundos dejó su mirada despreocupada, sus ojos se tornaron caprichosos, y el gesto de sus labios se hizo en una leve sonrisa, solo desdibujada por su lengua que cada cierto tiempo se pasaba lentamente por sus dientes. Uno de sus dedos se enganchó en su labio inferior y me dijo: — If i say… I want… You put your lips on my chest and kiss my body until i have you between my legs—. Rio como si de una broma se tratara, —esa es Sara —agregó.
Sin embargo, no sobra aclarar que no siempre es divertido, el internet es muy grande y allí se alojan sujetos extraños y con gustos aún peores. Entre los pervertidos más comunes se puede encontrar: los que piden a las modelos actuar de manera infantil, los que gustan de verlas bañadas en orina o comida viscosa, masoquistas que se excitan cuando alguien los ve golpearse o hasta quienes solicitan que se rían de su pene.
Y aunque para usted, lector, pueda parecer demasiado morboso, siempre hay más. El anterior párrafo solo refleja la relativa cotidianidad con la que pululan pedófilos, urolófilos y masoquitas en estas plataformas, pero hay pervertidos cuyas fijaciones superan esos límites e incluso incomodan a las modelos.
— Un tipo me pidió que actuara como gigante, que lo excitaba mucho. Me pedía que hablara despacio y con gestos amplios. Que hiciera como si aplastaba su auto y mataba a su familia. Luego que me acercara a la cámara y tratara de comérmelo.
— Un europeo. Quería meterse una botella de vidrio por atrás. Me dijo que lo único que tenía que hacer era no despegar los ojos de la cámara en ningún momento, verlo de principio a fin. Al final había mucha sangre y pedazos de vidrio en el piso.
— Era de esos tipos raros, poderosos, que pagan bien. Tenía lencería de mujer, unas tetas inflables, mordaza y los ojos tapados. Lo que quería era que lo humillara y me burlara de él. Luego penetró a un pony inflable. Después llegó con una torta y se la puso en el trasero, se sentó y se embarró todo con ella.
— Me pidió privado un viejito, muy viejito. Empezó a decir que yo era la mamá y que quería que le diera teta, entonces me tocaba hacer como si lo estuviera amamantando. También quería que lo humillara y lo regañara. Al final trajo una copa, orinó en ella y se la bebió.
Se estima, según la revista Forbes, que en Colombia existen más de 100 mil modelos webcam y 5.000 estudios de modelaje webcam. Otro dato a tener en cuenta son los 40 millones de dólares, como mínimo, que mueven este negocio en Colombia, de acuerdo a la DIAN. Colombia, ‘el país del Sagrado Corazón de Jesús’, es la segunda nación del mundo con más modelos webcam después de Rumania.
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Los tokens, el dinero, los dólares, gozan de gran protagonismo en el mundo webcam, son intermediarios obligatorios en toda interacción ocurrida en este ámbito. Sexo, amor, amistad, confidencia, poder, sin el dinero no serían posibles.
La cosificación latente de convertir a una mujer en una webcam es un aliciente más de la mercantilización de los cuerpos y las relaciones humanas, una actividad vital hoy en día para el capitalismo y la sociedad del consumo que sigue creciendo y en la que, queramos o no, estamos inmersos.
Ignorando los prejuicios y estigmas que aún existen sobre esta labor, es necio decir que este sea un trabajo fácil. Por lo general, las modelos webcam trabajan 6 días a la semana transmitiendo entre 6 y 10 horas al día, un horario que, aunque no es estrictamente obligatorio, lo termina siendo, pues dependen en gran medida de su constancia para poder aparecer en las primeras páginas de las plataformas donde transmiten, en caso de no ser constantes, el número de visitantes que pueden tener baja drásticamente, al igual que las ganancias.
Aunque más allá de la constancia que requiere todo trabajo, las modelos webcam deben tener una mente fuerte. La exposición a la que están sometidas, tanto por la sociedad como por los consumidores, es difícil de llevar y mala idea si se hace únicamente por necesidad. Muchas no soportan más de un par de meses en la industria y recuerdan con desaliento su etapa en este mundo.
— Fue una etapa muy personal y privada. Con los dedos de una mano puedo contar a las personas que lo saben. Lloré muchas veces, no me sentía respetada ni siquiera por la pareja con la que transmitía. Tenía que salirme de la cámara unos segundos para limpiarme las lágrimas y seguir, porque el otro fin de semana tenía que pagar el arriendo.
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