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La historia novelada

La historia novelada

Por: Edgardo Ramírez Polanía


Al leer el libro titulado ‘Reportaje de la Historia de Colombia’ del historiador Jorge Orlando Melo, que relata los acontecimientos de nuestra historia de manera ordenada y sistemática en 158 documentos sobre hechos ocurridos en cinco siglos, se observa que lo narrado en ese libro se contrapone a la historia novelada de la serie de televisión y Netflix “Bolívar”.

La historia de América, desde sus inicios, muestra que la corona española como los mismos peninsulares civiles y eclesiásticos que viajaron a lo que fue América, lo hicieron no sólo por ansias de dinero, sino por la transmisión de un mensaje de evangelización, que dejaron plasmados los cronistas de indias para exaltar a sus reyes y sí mismos, en escritos y grabados de 1497 sobre indígenas del Nuevo Mundo.

La información sobre la cultura indígena en la orfebrería, cerámica, textilería y escultura fue nula. Sin embargo, apareció la poesía de Juan de Castellanos, en el siglo 1500 con sus 113.000 versos sobre la colonización, fundación de ciudades, cultura indígena y naturaleza americana, quien más que poeta fue historiador fallecido en Tunja en 1607, Juan Rodríguez Fraile, el colombiano que escribió “El Carnero” 1642, Sor Juan Inés de la Cruz 1695, la poetisa de los dominios hispánicos y José Celestino Mutis entre otros, presbítero, botánico, matemático y médico que murió en Bogotá en 1808.

Sólo hasta la época de la independencia se experimentó una influencia europea en la pintura y escultura religiosa y floreció el arte ligado al nacionalismo de nuestros héroes patrios con las ideas de la ilustración que promovían la libertad y la igualdad con la publicación de los Derechos del Hombre, que permitió el análisis de los hechos históricos conforme los sentimientos y pasiones de los historiadores que se fueron desarrollando en la conformación de las repúblicas y que han sido objeto de distintos análisis e interpretaciones.

Esa circunstancia ha permitido que actualmente el comercio de la televisión, con el fin de atraer espectadores, exponga la serie “Bolívar” de una manera que no es precisa en la descripción de los hechos y personajes como el Libertador Bolívar, que durante 20 años lideró la guerra por la independencia de Venezuela, Colombia, Perú, Ecuador y Bolivia, hasta su penoso destierro impuesto por el gobierno de Venezuela y su posterior muerte, que dio lugar a la disolución de La Gran Colombia, que lo convirtió en mármol y en el hombre genio que estuvo día tras día al servicio de la causa de la independencia como lo demuestra el Nobel García Márquez en el libro El General en su Laberinto, y no ese personaje dedicado a los amoríos como lo hace ver la serie “Bolívar”.

Desde luego, que la historia se presta para la novela, pero la misma, debe mantener los perfiles que caracterizan a sus héroes. La serie “Bolívar”, contiene una profusión de personajes y paisajes que la hacen atractiva a los ojos de los televidentes, pero con varias inexactitudes históricas como la relación entre los parientes de Bolívar y que Francisco de Miranda fue un traidor de la causa bolivariana, por la capitulación de San Mateo, que no fue un acto de traición, sino una decisión para evitar un gran derramamiento de sangre de patriotas. Miranda fue el único revolucionario independentista americano, cuyo nombre fue grabado en el Arco del Triunfo en París y con una foto en el palacio de Versalles, como reconocimiento a su espíritu libertario en América y Europa.

Quienes escribieron la narración de la serie de televisión “Bolívar”, debieron haber leído la descripción histórica de cómo era el Libertador: “Simón Bolívar era un hombre pequeño, por debajo del promedio, con cabeza un poco desproporcionada para su tamaño, pero muy enérgico; tenía ojos pardos de mirada viva, cabellos negros, tez morena, brazos demasiado largos, miembros delgados y una gran agilidad en sus movimientos”.

Al Libertador no se le puede destacar de su vida haber sido un consumado mujeriego, porque su quehacer no era el amor sino la historia. Reducir su vida, a que le interesaban las mujeres tanto como las batallas y su prodigiosa tarea, donde no cejó un día, es, cuando menos una falta de cautela en el juicio. Si hubiera sido el mujeriego como lo quieren representar, no habría podido ser el Libertador, el genio ni el estadista que fue.

Existen otros errores de apreciación sobre la vida del Libertador Bolívar, que se pasan por alto, por ser una historia novelada, para el disfrute de televidentes a cambio de las detestables series de “El patrón del mal”, Sin Tetas no hay paraíso” “Las muñecas de la mafia” y otras que le han hecho un gran perjuicio a la honra de la mujer colombiana, al país y a sus ciudadanos ante el ‘mundo, porque no se trata de hechos históricos serios, sino culebrones de muerte, droga e intriga que  sirven de mal ejemplo a  la juventud sin solidez moral y que juega con la honra de las personas bajo el pretexto de que existen hechos y personajes ficticios.

Los verdaderos genios sólo existen en casos excepcionales de la historia humana y merecen respeto de su nombre y sus nobles acciones, que los ciudadanos estamos en la obligación de contribuir a su protección y cuidado para bien de la humanidad.

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