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¡La guadua no tuvo la culpa!

¡La guadua no tuvo la culpa!

Por: José Darío Prieto Sierra


En el marco de las fiestas patronales en varios municipios de Colombia, en especial en la costa caribe y en algunos municipios de nuestro departamento (Tolima), testimoniamos varios eventos que nos dejan en el peor nivel de evolución e inconciencia socio-ambiental, cuando a nivel territorial se patrocinan, organizan y autorizan la construcción de palcos y tarimas con madera rústica y guadua con el objeto de realizar corridas con toros criollos o de casta, denominadas “Corralejas”.  
 
Tradición heredada del viejo continente que se traduce en grotescas prácticas que autoridades y promotores “palqueros” ejecutan sin las medidas de seguridad requeridas, a costa del maltrato evidente de animales y ciudadanos que sin medir sus consecuencias arriesgan su integridad física con la mayor irresponsabilidad que el ser humano puede demostrar. 

Pero no me extenderé a analizar tales procesos sociales, que nos dejan mal parqueados frente a las verdaderas costumbres folclóricas y tradicionales del terruño. Me ocuparé en visibilizar la falta de autoridad, coherencia, compromiso ambiental y de sentido común, que se echa de menos en algunos alcaldes municipales, comandantes e inspectores de policía, comités de fiestas, palenqueros y autoridades ambientales de la región para conservar, preservar y proteger los escasos relictos de bosque nativo que aún tenemos en nuestro territorio.  

Resulta que desde hace mucho tiempo se han formulado, editado, publicado y difundido, suficientes estudios técnicos, artículos científicos y guías sobre el cultivo, manejo, corte y aprovechamiento de la especie forestal denominada “Guadua” que se produce en los valles interandinos y zona andina del país. Este producto forestal es una planta leñosa arborescente que pertenece a la variedad del “bambú”; es una gramínea gigante de la familia de la caña de azúcar, el trigo y el arroz que se cultiva con éxito en esta área de Colombia. En el mundo existen más de 1300 variedades de bambú leñosos y herbáceas cuyos mayores productores son Asía y América con más de 440 especies. Popularmente se le denomina como el “acero vegetal” usado en las construcciones más humildes hasta grandes estructuras de casas de recreo, estaderos e instalaciones institucionales.

En un estudio relativamente reciente editado por el extinto Programa Nacional de Trasferencia de Tecnología Agropecuaria-PRONATTA del Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural, ejecutado por la “Fundación para el Desarrollo de la Ingeniería-FUNDAIN” evaluó y documentó las prácticas sobresalientes sobre el manejo, cosecha y maduración de la guadua en el vecino departamento del Huila. El estudio coincide con conclusiones y recomendaciones que han emitido los dos promotores - además de otros estudios- de la utilización de la guadua en la arquitectura como Simón Velez y Oscar Hidalgo.   

Entre las conclusiones del estudio que revisé y otros artículos especializados, se concluye que este espécimen forestal, debe cortarse en su etapa adecuada de maduración (de 4 a 7 mts de altura) preferiblemente en horas de la noche y en fase lunar de menguante. En la noche, porque la vara está en bajo nivel fotosintético y de humedad. En menguante, a fin de disminuir el ataque de insectos, la broca de la guadua y menor atracción de líquidos.  

Sobre el color característico de maduración es un color verde claro con manchas blancas y no “verdes intensos y superficies limpias” como vimos en las imágenes de televisión cuando ocurrió la tragedia en el Espinal. Además, la sabiduría tradicional ha establecido que la madurez de la guadua produce un sonido “fino” al golpearla con una piedra o el lomo del machete y el corte se debe hacer por encima del primer nudo basal. Dejarla reposar al menos 15 días después del corte y desde luego contar con el respectivo permiso ambiental para definir, volúmenes, microcuenca a la que pertenece y otras características propias de la exigencia legal. 

Todo lo anterior, posiblemente se desconoció en el corte, aprovechamiento y uso del material vegetal utilizado tanto en el Espinal como en otros municipios en épocas de “San Juan y San Pedro”, unido al inadecuado amarre y antitécnica unión de estructuras que conformaron estos palcos de los cuales, sólo los une el perverso interés económico pasajero y politiquero de autoridades que quieren congraciarse con una minoría productiva de la región.  Como agravante de las conductas omisivas de las autoridades locales y regionales, se constituye en incumplimiento de normas básicas del vigente Código de Recursos Naturales que le impone a éstas, deberes y responsabilidades con el recurso forestal, los principios elementales de gestión y prevención del riesgo, acuerdos y reglas emitidas formalmente por la autoridad ambiental regional del Tolima-CORTOLIMA, como el acuerdo 015 de 2017 que prohibió expresamente -a partir de esa fecha- el corte, la movilización, comercialización y uso de esta clase de recurso forestal en el departamento. Normas que debe aplicar con suficiencia y rigor, la primera autoridad ambiental de un municipio como son los respectivos alcaldes municipales, tal como lo prescribe la Constitución Política y la Ley 99 de 1993.   

Es recurrente ver que en vísperas de tales actividades, veamos pasar los vehículos transportando cargas de guadua y madera nativa, para actividades que se pueden solventar con otras estructuras desmontables que en el mercado se encuentran fácilmente y dejar de explotar irracionalmente los últimos bosques de guadua que la cuenca del magdalena nos ofrece. Su indebido y tempranero corte, su inadecuado manejo y aprovechamiento, además de la pasividad cómplice de las autoridades con el producto maderable, nos hacen pensar en que debemos evolucionar en los tradicionalismos y costumbres y gritar al viento que ¡la guadua no tuvo la culpa! 

*Ingeniero Ambiental

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