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El río Grande de la Magdalena

El río Grande de la Magdalena

Por: Edgardo Ramírez Polania
Doctor en Derecho


“Nacer, vivir, morir, amando al Magdalena”.

El Bunde.

El río Grande de la Magdalena nace en lo profundo de las montañas de la cordillera de los Andes, la más larga del mundo, en un lugar del Macizo Colombiano, entre los departamentos del Huila y el Cauca.

El río se va formando de un hilo de aguas calladas de los deshielos y nacederos de montes inexpugnables, con sonidos de aguas cantarinas al llegar a la laguna de su nombre.

Dice la historia, que pocas personas se han atrevido a escalar los filos de las altas montañas níveas y de color cobrizo, que hacen de guardianes de 13 páramos, nevados y volcanes donde nace el río Magdalena.

Algunos alpinistas se han perdido en sus cumbres y han quedado suspendidos y congelados porque sus picas no entran en lo alto de las duras e inmensas paredes de las montañas.

La leyenda habla de un monje tibetano del Himalaya, que fue a escalar desde el Páramo de Cutanga el Macizo Colombiano y fue encontrado en la montaña sentado en posición de meditación con sus dos piernas entrelazadas y casi intacto.

Un día de 1993, fui invitado a una expedición al Macizo Colombiano organizada por un amigo de la facultad de Derecho, Julio Enrique Ortiz, quien era gobernador del Huila, del cual se editó un libro titulado Papallacta.

Los expedicionarios iniciaron el viaje, desde las lagunas de la Magdalena, La Hoyola de San Sebastián, Valencia- Rio Blanco-Almaguer, Bolívar, Popayán y Neiva con un recorrido de 16 municipios del Macizo Colombiano, para observar el estado y la majestuosa belleza del río Magdalena, que con el sol daba visos de oro caído de los cielos.

Todo era silencio de chicharras que no se veían, sonidos de cascadas y trinos de ruiseñores, el ulular de los búhos y el aullido de los monos en árboles que extendían sus ramajes desesperados, con sus hojas que parecían manos temblorosas que se reflejaban sobre el río de aguas cristalinas donde se veían peces y piedras desnudas.

En ese lugar del macizo colombiano nacen algunos de los ríos más grandes de Colombia, el Magdalena, Caquetá, Cauca, Putumayo y Patía, que cubren 3.8 millones de hectáreas y 89 municipios que se sirven de sus aguas, como estuarios rotos en el cielo.

El río Magdalena ha sido fuente de vida desde todo los tiempos, progreso y transporte fluvial desde la conquista y de alimentación por la pesca en los pueblos ribereños en las épocas de grandes subiendas en Honda y La Caimanera en El Espinal, cuando los peces saltaban en el río y eran cogidos en canastos en sus orillas y era usado por las lavanderas por su limpidez.

Los peces del río Magdalena tenían en una época, un color plata brillante, que, por la sedimentación y la contaminación, las escamas fueron tomando un color más oscuro y sus ojos más opacos por el mercurio, el zinc y el plomo, que son vertidos al río por la industria voraz, en perjuicio de la salud de los pueblos y ciudades que captan sus aguas para su consumo.

El río han sido el espacio para el transporte y el comercio de esta parte del mundo conquistado por los varones de Indias, que relata en verso sus hazañas Juan de Castellanos en sus Elegías, que causó admiración científica a Alexander Von Humboldt, que, en su travesía por el Magdalena, dijo: “El panorama del río es grandioso y majestuoso”.

El río Magdalena ha sido fuente de sostenimiento económico de bogas y pescadores hasta de luceros e inspiración de escritores, poetas, músicos y escultores que lo han descrito con exquisita magia.

El escultor Héctor Lombana el autor de los zapatos viejos en Cartagena, hizo la escultura del Boga en Honda, porque cuando el suscrito columnista y el periodista Rafael Pinto Barrios, lo invitamos a que hiciera el monumento a la música en Ibagué y que ofreció gratis, el sector privado y las autoridades de entonces, no se pusieron de acuerdo en el lugar para su ubicación.

Los únicos que hicieron presencia afirmativa en la reunión con el escultor, fueron Jesús María Pinto, quien era el dueño de Café San Juan y fundador de ACOPI y el Senador Alberto Santofimio Botero.

Esa ha sido una de las razones que Ibagué, la ciudad musical de Colombia, fundada en 1550, haya postergado su desarrollo en aspectos como la falta de un aeropuerto internacional como lo tiene Armenia, que es 339 años más joven y el Quindío erigido departamento en 1962, habiendo tenido el Tolima, la Dirección de la Aeronáutica Civil, en varios gobiernos durante cuatro periodos, dos de Yesid Castaño, uno de Abel Enrique Jiménez, y otro de Alfredo Bocanegra.

Al río Magdalena le han cantado los poetas como Julio Flórez, con el poema al río Magdalena que empieza: “Fulge del rio el agua plañidera

y un roble ya decrépito y sombrío.

que se está deshojando en la ribera.

mira rodar sus hojas en el río”.

La novela “Otras canoas bajan por el río de Rafel Canevá en 1957, describe con maestría el río Magdalena al decir, “Los pescadores son el agua, son el tiempo, la vida de los hombres felices en el río”.

Existen pinturas sobre el río de diferentes artistas nacionales. En el 46 Salón Nacional se Artistas “Inaudito Magdalena”, del 6 de agosto de 2022, se reunieron con patrocinio del Ministerio de Cultura a 180 artistas para sus exposiciones.

En su paso por los municipios, en Ibagué se presentó la muestra, Caravana Nacional:

“Cuando el río suena piedras lleva”, en el Museo de Arte del Tolima, en el centro cultural del Panóptico y Sala del Banco de la República. Y para llevarla a cabo, se recorrieron 23 municipios con todo un equipo de artistas y expositores a lo largo del río Magdalena.

El arte y la historia reflejan la realidad de las expresiones que se registran a través de sus modalidades para que queden de testimonio escrito.

Estas expresiones culturales permiten establecer que, por motivos políticos, económicos y culturales, el río Magdalena sufre un problema de subsistencia para que no muera, por la contaminación de deshechos y elementos químicos.

Son pocos los municipios que poseen plantas de tratamiento aptas para hacer potable el agua y verter al río las aguas tratadas y evitar su contaminación que en la época antes de la colonia el indio y el río eran uno solo. Esa frase que le dije a William Ospina en una cena en que le celebramos el cumpleaños con Juan Carlos su hermano, le pareció agradable en su contenido, por cuanto cómo escritor ha sido un fiel defensor de la cultura prehispánica en sus libros.

Existen 125 municipios ribereños con 6.5 millones de habitantes que son el 13% de la población colombiana que captan el agua del río Magdalena para su consumo y la mayoría de plantas de tratamiento son rudimentarias para hacer potable el agua y tratar los deshechos que se vierten al río.

El río Magdalena tiene una longitud de 1.500 kilómetros de recorrido desde su nacimiento hasta Bocas de Ceniza en el departamento del Atlántico, que lleva al mar 300.000 toneladas de sedimentos y detritus contaminantes.

Su cuenca ocupa el 24% del territorio nacional y baña a 11 departamentos de Colombia: Huila, Tolima, Cundinamarca, Caldas, Santander, Boyacá, Antioquia, Bolívar, Atlántico y Cesar, en los cuales viven el 80 % de la población colombiana y se produce el 85 % del PIB nacional.

Todos los gobiernos tienen como lema de campaña la recuperación del río Magdalena y se creó una Corporación para esa finalidad, pero sus resultados ambientales y de dragado no han sido los esperados debido a la falta de cultura ambiental y la corrupción para su recuperación.

Se requiere que el gobierno nacional haga más y hable menos en la recuperación del río Magdalena y que se adelante una campaña nacional de reforestación desde El Páramo de las Papas y de limpieza en cada municipio ribereño.

Si el río Magdalena se recuperara, otro sería el destino de las ciudades que captan sus aguas, mejor el transporte de mercancías desde y hasta Barranquilla, así como la salida de los productos del campo para el consumo interno y la exportación.

Recuperar el río Magdalena es una necesidad inaplazable. El turismo tomaría auge, como acontece con los festivales en Mompox, que es lugar obligado por las fiestas y festivales en sus riberas y catamaranes, donde se funden la música el arte y el río en una combinación de tradición y cultura.

El turismo fluvial es común en Europa, Asia y África, como acontece en el Danubio con paradas en Viena y Budapest o el Loira en Francia, en su trayecto de viejos castillos llenos de historia o los grandes ríos y los pequeños como el San Jon’s de Florida, Estados Unidos que son turísticos y navegables en embarcaciones cómodas con restaurante para 200 personas que hacen paradas en lugares típicos de sus riberas hasta salir al Atlántico en Jacksonville.

Colombia cuenta con aproximadamente 18.000 kilómetros de ríos navegables de poco trayecto de mercancías y personas en sus 22 ríos, entre los cuales Putumayo, Atrato y Orinoco, son navegables por carencia de vías aptas de transporte terrestre.

Estamos lejos de las posibilidades, que nuestros ríos sean navegables para el comercio internacional y el turismo, por la ruina a que han sometido al país los gobiernos del despilfarro y la corrupción, pero podemos empezar por dejar de contaminar el río Magdalena, o río de la patria, no solamente por respeto a nuestra naturaleza, sino como una necesidad de vida, salud y bienestar social.

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