Opinión
Un descanso, por favor
Por Jhonny Alexander Lozano Bermúdez
El fútbol profesional colombiano, tan extraño y enigmático, nos entretiene día a día con sus peculiaridades: perros entrando en la cancha, estadios aledaños a parques de diversiones, hinchas pillados en cámara con alguien que pretenden ocultar. El aficionado es insaciable.
Ahora bien, la hinchada del Tolima quisiera tomarse un descanso, o más bien, quisiera un descanso para sus jugadores que ya suman más de cuarenta y dos partidos en el año y trece lesionados en el plantel.
Hernán Torres fue sincero en una conferencia de prensa reciente: “no sé qué pretenden de nosotros… llegaremos hasta donde podamos”. El técnico que en el semestre disputó dos finales y llevó al equipo a octavos de final de Libertadores luce abatido por la fatiga. No son comunes las declaraciones “sin cassette” frente a los medios. Esta vez Hernán pateó la diplomacia y le dio rejo – con toda la razón - a un calendario armado por dirigentes que viven de la pelota, pero no la tocan.
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La queja del entrenador es más que justificada. La cantidad de partidos del equipo ha dejado a los hinchas vaciados (si vas a oriental te has gastado mínimo un millón de pesos en los últimos dos meses) y al plantel, lo que importa en este texto, agotado, estallado, reventado. El desgaste físico solo es equiparable con el hartazgo mental. Si a Brayan Rovira o a Jonatan Marulanda les hubieran instalado un taxímetro en febrero, a esta altura la tarifa alcanzaría para pagar la deuda externa.
Cabe también un cuestionamiento a Hernán y sus decisiones. La rotación es un concepto fuerte en el fútbol contemporáneo, sobre todo con planteles generosos como el que armó el “califato” Camargo para este 2022. Aun así, Hernán es de la escuela anquilosada del “once de memoria”. Los titulares tienen que salir con los píes por delante para ser sustituidos.
En la victoria contra el Cali, Torres prefirió improvisar a Fabian Mosquera y a Jonathan Marulanda de centrales, antes que alinear al juvenil Mera. Leider Riascos – de presentaciones más que esperanzadoras – solo entró cuando Marulanda estuvo al borde de la extinción. Rodrigo Ureña – mi jugador favorito del plantel – pudo afianzarse solo cuando Juancho Ríos tuvo una lesión en los meniscos. Tal vez, con unos barnices de rotación, algunas lesiones habrían sido evitadas.
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Sería lindo pasar un par de semanas sin pensar en las lesiones o en la posibilidad de que Marulanda tenga que clonarse para reemplazarse a sí mismo. Sería reconfortante dejar de ver una lista de lesionados que sube al compás del precio del dólar. Ojalá tuviéramos quince días para que Lucumí descanse sus piernitas mágicas, para que Rovira no tenga que poner el despertador. Qué rico sería un descanso, por favor.
Ojito con esto: En la publicación de despedida de un jugador que no vale la pena mencionar, el equipo de comunicaciones del Tolima inhabilitó los comentarios en Instagram y las respuestas en Twitter. Al respecto, un solo comentario: los jugadores pasan, el personal del club pasa, los Community Manager pasan; los únicos que quedan siempre son los hinchas. Ojito con las prioridades.
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