Opinión

El encanto del estadio vacío

El encanto del estadio vacío

Por Jhonny Alexander Lozano Bermúdez


Seguramente Dios nos vio muy contentos. Campeones en 2021 A, finalistas en 2021 B con el plantel roto por lesiones; refuerzos de mucho nombre y buen fútbol, el regreso de Ibargüen, brillo internacional en la Libertadores con dos victorias en Brasil y eliminación a Independiente del Valle (un equipazo).

A Dios le pareció excesiva tanta alegría en la región y cortó de tajo toda la guachafita. Nos pegó par cachetadas en dos semanas y nos condenó al encanto del estadio vacío.

Cuando el Murillo Toro tiene muchas sillas vacías uno se siente en casa. Es fácil llamar a los vendedores que hábilmente fluyen entre las filas. Se escuchan a los jugadores y sus indicaciones mutuas. La Musical de la Revolución retumba con mejor acústica. Las caras de los asistentes son siempre las mismas. Entonces, a fuerza de coincidir en el mismo lugar con las mismas personas empiezan a florecer amistades. La tribuna desértica se vuelve familia.

Contra el Medellín el pasado domingo, el estadio volvió a lucir la cara que todos le conocemos. Vuelven en el mismo orden todos los lugares comunes que la situación genera: periodistas que se preguntan porqué la afición no acompaña, hinchas de otros equipos burlándose del presunto “nuevo grande”, discursos sobre la situación financiera de la ciudad y el trillado “Ibagué no es buena plaza”.

Pero en esa escasez de gente vestida de Vinotinto y oro, la tribuna de oriental se vuelve un escenario de contemplación. Entonces se puede ver a Diana Pijao y al Indio Pijao hablando sobre lo que implica ser pijao. Lechona Nation se para en primera fila a alentar como siempre. Los Desorientales llevan la imagen de Santiago Sánchez Charry (q.e.p.d.) al lugar en el que Charry con vida se volvía loco. El Cabaret Pijao arma cabaret porque a eso se dedica. Y así se podrían enumerar a los personajes que siempre le dan contenido al estadio cuando los clasiqueros ejercen el rol de hincha desde casa.

El encanto del estadio vacío está en reivindicar a los pocos que vamos para que no nos cansemos de ir. Se dice mucho en redes que la hinchada del Tolima es mala. No creo que sea mala cuando hubo gente en Brasil tres veces y en Ecuador una siguiendo al equipo. No puede ser mala una hinchada que después de una final perdida de forma absurda y una goleada histórica en Río vuelve a abonarse o regresa a la cancha.

El jueves viene el Cali de Teo con Mayer Candelo en el banco como DT. Seguramente el equipo jugará bien de nuevo. Es muy probable que generemos veinte situaciones de gol y erremos veintiuna. Algún gol estúpido y fuera de contexto nos vamos a comer. Aplaudiremos a Hernán y a los muchachos por el esfuerzo. Y otra vez van a estar los pocos que, con su presencia, sus peculiaridades y sus maromas afectivas para justificar un amor que no tiene explicación, volverán para darle encanto al estadio vacío.

Docente Universidad de Ibagué

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