Opinión
Oposición y poder
Por: Edgardo Ramírez Polanía
La pérdida del poder para los políticos constituye una de las sensaciones más insoportables, porque suponen ya no tener el dominio sobre los actos necesarios de la vida humana de sus electores y por contera del reconocimiento que constituyen el paradigma de la autoridad y el respeto social.
En las antiguas civilizaciones el poder representaba la cima de la autoridad y el refinamiento y para llegar a las cortes aristocráticas debía tenerse habilidades especiales y aptitud para burlar a los enemigos de forma sutil y disimulada hasta inclusive apuñalarlos por la espalda con una sonrisa o envenenarlos en una cena ofrecida.
Como consecuencia del triunfo del presidente Gustavo Petro, algunas revistas y redes informáticas, y quienes perdieron la elección con su candidato Rodolfo Hernández, al observar que la reforma tributaria propuesta afectaría más a algunos de los sectores medios y bajos de la organización social, iniciaron antes que se posesionara el presidente electo, una campaña de descrédito y desprestigio de todo su programa de gobierno.
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No obstante que el Presidente Petro invitó a todos sus contrincantes de la campaña presidencial que tuvieron movimientos y partidos con votos y congresistas, a un diálogo para hacer causa común y sacar adelante sus propuestas de cambio social para la atención de los más débiles de la sociedad, los opositores se fueron lanza en ristre contra el actual gobierno, por cuanto algunas promesas de campaña no fueron cumplidas. Tal es el caso de los pensionados en que se dijo que las pensiones consolidadas quedarían igual, y propone en la reforma tributaria que ya tuvo el primer debate de aprobación en las Comisiones terceras un gravamen llamado por algunos “impuesto a la vejez”, que limitaría notablemente la subsistencia de ese sector social, y violaría la Ley y la Constitución con las consiguientes demandas a los Congresistas que voten ese artículo de la reforma tributaria con pérdida de investidura.
Así mismo, hizo demasiadas propuestas en su campaña que es difícil que se puedan cumplir sin recursos económicos con una deuda pública de $ 874,88 billones y con un dólar a $4.698, la deuda externa se incrementará, pues, desde el gobierno de Santos se dedicaron al despilfarro con dineros prestados y se abandonó el campo para cultivar palma africana, Santos nombró al presidente de Fedepalma Rubén Darío Lizarralde Ministro de Agricultura. No nos preguntemos porque el campesinado emigró del campo a llenar las ciudades de miseria, lo que hace que escasee la mano de obra para los proyectos actuales y futuros del sector agropecuario.
El presidente Petro, pretende comprar 5 millones de hectáreas con títulos de deuda pública a precio comercial que valen 50 billones de pesos, sin olvidar que los fondos de capital extranjero tienen más de US$ 100 billones de dólares en bonos colombianos, la pretensión puede ser una realidad si nuestro país que ha sido azotado por el narcotráfico y la violencia de toda clase de grupos armados, acuerde un paz total y para ello cuenta con un experto como el Canciller Álvaro Leyva Durán y proponga una suspensión de por lo menos dos años de pago de intereses de deuda extranjera.
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Este objetivo constituye un gran avance de la agricultura si ese proyecto va acompañado con subsidios, asistencia técnica, créditos blandos y supervisados, con una entidad como el Incora que dirigimos regionalmente hace 40 años.
El Ministro de Hacienda, José Antonio Ocampo a quien le tenían lista la reforma tributaria los tecnócratas del Ministerio de Hacienda con las directrices de la OCDE de los países ricos, omite que terminar al romper con la política de hidrocarburos que es de nuestros mayores ingresos de lo que vivimos, es un error. Esa política debe ser progresiva. Ya el país conoce las alternativas posibles y existen otras de fácil aplicación. Los colombianos no podemos darnos el lujo de ser los primeros en sufrir las consecuencias del cambio de un mundo que ha venido siendo cada día, dueño de poderosos y ocultos conglomerados económicos, que poco les interesan los programas del cambio climático ni la recuperación del medio ambiente y las energías limpias sino el dinero.
Es lamentable decirlo pero las economías capitalistas salvajes y neoliberales llevan al desastre de las sociedades en desarrollo. Es admirable que el presidente Gustavo Petro, como Houdini se proponga hacer que lo que parece “imposible hacerlo posible”, a través de la persistencia, pero debe tener presente que quitarles a quienes sólo tienen medios de subsistencia para darle a otros que están en su misma línea de vivir, equivale a ignorar sus diferencias y rebajar a quienes se destacan. Lo ideal es que quienes detentan los grandes poderes económicos paguen más y los evasores también. Es lo que esperan los colombianos. Insistir en la oposición y hacer prevalecer el poder no lleva sino a la discordia y la incomprensión que genera a la protesta social que ya se inició.
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