Opinión

La indiferencia

La indiferencia

Por: Edgardo Ramírez Polanía
Doctor en Derecho


La indiferencia es la ausencia de sentimientos para expresar aprecio, solidaridad o gratitud. Es una de las manifestaciones más perjudiciales de los seres humanos, porque atenta contra los valores esenciales de la sociedad, como el amor, el respeto y la comprensión.

El indiferente es ajeno la compasión y la necesidad de los demás y sólo piensa en sí mismo con insensibilidad y frialdad que lo hace inhumano y peligroso porque puede tomar acciones que atenten contra el orden social.

Elie Wiesel, dijo, “Lo contrario del amor no es el odio sino la indiferencia”, para significar que esa actitud es ofensiva debido a que el ser humano, tiene una función en la sociedad de esfuerzos, obligaciones y derechos necesarios para su progreso.

El filósofo Aristóteles en su obra La Política, trata al hombre como un ser racional, con capacidad para reflexionar, discernir, ser consciente de su existencia y de su relación con los demás y distinguir lo bueno de lo malo, lo virtuoso de lo inmoral, lo positivo de lo negativo.

La persona tiene por tanto la capacidad de reaccionar ante las manifestaciones de la vida y tener la aptitud de tomar las decisiones que mejor convengan en la relación de unos con los otros.

La indiferencia se convierte de esta manera, en un modo imperfecto de reaccionar ante los estímulos generados por la propia conducta, en que el sujeto que la padece es ajeno a las relaciones comunes y expresas en sus acciones no necesitar de nadie o ser distante, que lo hace inútil porque no le interesa el mundo que lo rodea.

Antonio Gramsci, decía, que “la indiferencia es apatía, es parasitismo, es cobardía, no es vida”. La apatía hace que el hombre racional no reflexione, evite participar en los asuntos de la sociedad, no toma ninguna decisión, no reflexiona, sino demuestra su desinterés por aquello que le rodea. 

Existe un poema titulado ”Primero vinieron”, que trata de la indiferencia en el ascenso del nazismo al poder, que llenó de muerte y barbarie a Europa en la segunda guerra mundial, escrito por le luterano Martín Niemöller en 1946, para una iglesia en Fráncfort,  en que se destaca la culpa y responsabilidad de los intelectuales alemanes que no protestaron cuando los nazis empezaron a asesinar “enfermos incurables”, a testigos de Jehová, socialistas, católicos, sindicalistas judíos y de otras razas y se guardó silencio. El poema al final dice: “cuando vinieron a buscarme, no había nadie más que pudiera protestar”.

La indiferencia ha sido también una expresión del encubrimiento, como la conducta pasiva al callar los hechos conocidos del delito que no se denuncia, o el ocultamiento que hacen los funcionarios de las entidades encargadas de aplicar la justicia al no darle curso a los procesos administrativos y judiciales.

También la ejercen por complicidad indirecta, los medios de comunicación que tienen información de los delitos y no los publican o cuando los tiranos silencian las críticas y los indiferentes guardan silencio, como una aprobación tácita de ese perverso comportamiento.

La actitud del indiferente se vuelve más grave que el delito original, porque su conducta está erigida en no actuar, con la creencia que los hechos que rodean esos episodios no son de su incumbencia o han sido cometidos por criminales supuestamente para la tranquilidad social.

Una de las características de la indiferencia ha sido también, la falta de comunicación con los demás como expresión de desprecio. Esas personas prefieren mantenerse distantes como un arma de manipulación de los sentimientos que causan el rechazo de quienes los rodean generando cambios negativos en las familias y las amistades.

Estas expresiones traumáticas producen conductas aversivas que atentan contra la vida en sociedad y quien las sufre transmite sus efectos al grupo social a través de la indiferencia afectiva que es una falta de expresión de las emociones y dimensiones del espíritu.

Leibniz, consideraba esos comportamientos como “las diferencias temperamentales, sus encontrados intereses y sus desigualdades anímicas”, es esa índole de las contradicciones de unos, las fuerzas impetuosas de otros, para establecer que no son las ideas, sino las emociones las que nos ponen en contacto con la esencia de los individuos.

El indiferente repulsivo con los demás, hace que los amigos y familias se distancien, se rompan las relaciones de pareja y se formen crisis en los valores humanos. Se debe ayudar a esas personas para que puedan superar sus aflicciones e incomprensiones bien o mal fundamentadas y se incorporen sanamente a la sociedad.

Debemos considerar que la salvación de nuestro grupo nacional, se encuentra en un entendimiento recíproco, en una serie de mutuas concesiones, de la comprensión de los derechos, necesidades e inquietudes, la tolerancia de nuestros defectos y limitaciones y en fin, a la práctica de un consenso para ser más correctos y felices.

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