Opinión

Felicidad y tristeza

Felicidad y  tristeza

Por: Edgardo Ramírez Polanía


“Todos los hombres añoran la felicidad; que tu compasión se extienda, pues,  sobre todos ellos”. Buda 

La felicidad es el sentimiento de satisfacción positiva de las realizaciones de la vida y la tristeza es el estado de abatimiento y pérdida de interés por aquello que nos impulsa a vivir. 

Los encargados de estudiar la mente, los comportamientos y las emociones  decía Mouchet en su Tratado de las pasiones, no han podido esclarecer del todo, la distorsión entre el mundo que vivimos y aquel que se encuentra en lo profundo de nuestras emociones y que determinan la felicidad. Esa fuerza que impulsa al individuo a la satisfacción de sus actos, que requieren la ruptura del ego para superar la barrera que impide a los  seres ser felices. 

El filósofo Kant, decía que “la felicidad más que un deseo o alegría es un deber”. En esa filosofía la felicidad no depende del destino ni de los demás, sino de la persona misma, cuando comprueba que la felicidad es la verdadera libertad. No esa libertad económica que depende de los medios que se tengan para ejercerla, sino aquella  facultad natural que permite a los humanos actuar conforme a las acciones  que la razón reconoce como correctas. 


No existe felicidad que satisfaga completamente a los individuos. Sin embargo,  en algunos sistemas políticos que defienden a los privilegios de las minorías, utilizan los medios de comunicación para desacreditar los nuevos cambios sociales de gobierno, al expresar que todo está mal para crear un estado general de insatisfacción e infelicidad colectiva.

Es evidente que a las élites del poder no les interesan ciudadanos felices, libres y críticos. Es prácticamente imposible manipular a una persona feliz. Joseph Goebbels, sabía que el desprestigio a los demás causaba éxito penetrando en el sistemas de valores de los individuos.

Uno  de los mayores éxitos de la llamada propaganda “negra” en las redes sociales y la televisión es causar la infelicidad  achacando al gobierno la causa de todos los males.

Toda campaña de manipulación de masas, necesita de un buen número de personas sin comprensión política ni de los fenómenos sociales y el pensamiento crítico. Los infelices se convierten en consumidores, pacientes, usuarios y sobre todo, infelices que no exigen lo justo sino lo que exponen como la moda lo nuevo y lo mejor.

La felicidad, como goce de la propia vida, ha sido un deseo en las diversas culturas humanas, Pero con el surgimiento de la Ilustración la felicidad dejó de ser algo esquivo para la mayoría, relacionado esencialmente con el destino, y se presumió como un estado al que todo individuo debía y podía aspirar libremente.
El progreso originado a partir del desarrollo del pensamiento ilustrado, la promesa de una felicidad generalizada y permanente se tornó primero una búsqueda incesante y luego una reclamación ensordecedora. Ser feliz se volvió algo cada vez más tangible en la medida que, en algunas sociedades, las condiciones de vida se hacen menos adversas. La noción de autonomía de estar liberado de las cadenas de los dueños de todo, la religión o la posición social, se ha convertido en un aliciente para que los sujetos sean dueños de su propio destino y se busquen la esquiva felicidad sin esperar el beneplácito del destino.

La felicidad, entonces, se ha desligado del plano de las necesidades más básicas y se ha situado en un el plano  más amplio como es la preservación de la propia existencia. Así, en el presente, la felicidad se ha ligado con cuestiones variadas, propias de la sociedad de consumo que, parecen traducirse en la creciente insatisfacción de muchos con sus propias vidas, que pueden ser manipulados fácilmente con la esperanza.  El optimismo del progreso, surgido desde la Ilustración y tan bien expresado por el filósofo Bertrand Russell, al decir que «muchas personas que son desdichadas pueden llegar a ser felices si hacen un esfuerzo bien dirigido», dio paso al hastío de las sociedades opulentas donde nada parece satisfacer a las personas. 

Por ello, algunas personas permanecen en la insatisfacción que es una forma anormal de no encontrar la felicidad, debido a que llevan dentro de sí su inconformidad, asociada a las distintas formas de ansiedad y depresión que llevan a la infelicidad y el sufrimiento que tratan los especialistas en los temas de la salud mental. Por eso, para ser felices no debemos dejar de ser lo que somos, ni dejar que cambien nuestro espíritu las efímeras exigencias de la modernidad.

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