Periodismo de análisis y opinión de Ibagué y el Tolima

Opinión

“24 años del día que el Quindío se detuvo”

“24 años del día que el Quindío se detuvo”

Por Rubén D. Garay T.
Docente universitario. Esp. Prevención, reducción del riesgo de desastres.
Jonathan J. Ortiz T. 
Geólogo. Cand. Msc en Ing. Ambiental Inv. Academic.


Aquel  lunes, 25 de enero de 1999 y bajo el gran manto de un eterno azul se mostraba ese majestuoso verde de las montañas, el rico y saborizado aroma del café, tierra irrigada por cultivos logrando fortuna,  las sonrisas y pujanza de sus habitantes,  el amor  y arraigo hacia una región amada por algunos, pero ignorada por muchos, hermosa tierra de Quimbayas que hacían sentir esa seriedad la cual  no anticipaba la presencia del aquel evento  dantesco que se avecinaba. 

Un terremoto de 6.2. en la escala de Richter, ocurrido en el flanco occidental de la Cordillera Central de Colombia, esta zona se encuentra sometida a regímenes extensionales superficiales activos a partir de la tracción lateral que ejerce la Falla Ibagué sobre el sistema de fallas Romeral.

El resultado del movimiento telúrico de aquel 25 de enero considera un aproximado de 1.000 personas fallecidas tras el primer movimiento sísmico y aumentando esta cifra a un aproximado de víctimas fatales  de 1.200, tras una segunda réplica de las 14 o más que se presentaron post- terremoto y un poco más 4.000 personas lesionadas, más de 500 personas desaparecidas y un aproximado del 75% de la infraestructura urbana destruida, sin contar las afectaciones rurales, las pérdidas de las capacidades de respuesta operativa y administrativa y la grave afectación en el suministro de los servicios esenciales.

Las calles se convirtieron en grandes salas de urgencia y quirófanos para los  médicos, enfermeros, socorristas y auxiliadores espontáneos que ante la magnitud  recurrieron a la  improvisación, teniendo como único  objetivo salvaguardar la vida de los que aún estaban vivos; Gigantescas estructuras colapsadas y otras que por años habían alimentado y mantenido la historia de aquellos relatos coloniales, obstruían el paso de las ambulancias, motos y carros no asistenciales, que servían para el traslado de víctimas.

Es necesario ingresar en la sala de una discusión esencial ¿Se encuentra el Quindío preparado para un sismo similar?, Quizás no, 24 años después avanzamos en el conocimiento de los fenómenos naturales que generan riesgos a la comunidad, pero aún existe una deuda fundamental y es la aplicabilidad de ese conocimiento, es necesario fortalecer la gestión del riesgo y que sea pilar fundamental del ordenamiento territorial.

Bajo esos mecanismos, es importante que toda obra civil construida cumpla con la norma de sismo resistencia, además, que se ejerza un control urbanístico que involucre la pedagogía social como herramienta de construcción de ciudad responsable, este proceso social hace un llamado a la preservación de la vida.

El reverdecer de la Ciudad Milagro, que sin dudarlo demostró al país el renacimiento y la resiliencia de un pueblo bravío y pujante, que retomó la actitud guerrera y valerosa que hizo arder las venas de los colombianos tras aquel holocausto.  

Hoy, bajo aquel mismo cielo eterno y azul, también se puede  ver la infinita  oscuridad del cielo nocturno pintado de estrellas, que adornan los cultivos de esta tierra pujante, amorosa y amada, que retoma en  sus aires impregnados el suave perfume del café y que lleva en sus sueños la esperanza de un renacer.

Escuché a un amigo (Faber Mosquera Álvarez) decir: “el terremoto fue un regalo muy bonito en un empaque muy feo”

“En memoria de aquellos hombres y mujeres que fallecieron y en  honor a todos aquellos voluntarios que sirvieron y apoyaron en aquel fatídico día”

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