Crónicas
Un trozo de historia en el camino hacia el Cañón del Combeima
Por: Luisa Escobar
A doce kilómetros de Ibagué, situado en la esquina de la representativa y turística vereda de Juntas que forma parte del el imponente Cañón del Combeima, se encuentra el primer y único Museo Veredal de Colombia.
El Camino del recuerdo es su nombre y no es para menos, pues atravesar sus puertas es como traspasar un vórtice del tiempo, en el que distintos momentos históricos son representados por piezas antiguas, que en silencio dan cuenta de la época en la que fueron útiles, de las personas que pudieron crearlos y sobre todo de las historias importantes que presenciaron.
En el año 1989 Ángel Alberto Lozano, un campesino oriundo del Cañón del Combeima abrió por primera vez “El Camino del recuerdo” es conocido como el Guardián Mayor dice que se considera orgullosamente como un campeche de vereda, irreverente como indio Pijao cuando se trata de defender sus ideales.
“cuando mi tatarabuela, Martina Ruíz Salazar, fundadora de los asentamientos en el legendario Cañón del Combeima murió, yo decidí conservar sus pertenencias para crear un museo que guardara la historia del Cañón, proyectara los valores de nuestra familia y de la región y permitiera que futuras generaciones conocieran cómo se vivía en aquella época” , dice Lozano.
Ya han pasado 27 años desde que Ángel Alberto Lozano inició con tesón su labor de recaudo de piezas históricas de la región
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Su exposición cuenta con piezas en oro, plata, cobre y bronce; como copas, pipas, gafas, dientes, carteras, tabaqueras, vajillas, esculturas indígenas entre otras. Pero esto no es todo porque también hay radiolas, lámparas, documentos históricos, guacas indígenas, planchas de los años 20, espadas, licoreras antiquísimas, tocadores, billetes de distintas épocas y países, cámaras desde los 1800 hasta el 2000, juguetes, pinturas, cuadros, relojes, sumados a los artefactos propios de la vida y obra de los campesinos tolimenses, como sus herramientas y las artesanías que creaban. Por otro lado se encuentran elementos de la historia universal como los radios transmisores utilizados en la segunda guerra mundial. Estas y otras 19 mil reliquias están allí, esperando que alguien pregunte por su función e importancia en el mundo, para trasladarlos de inmediato a otros momentos históricos y sociales que aunque lejanos hacen parte del presente y por ello conforman identidad.
Dentro de la exposición veredal se encuentra uno de los artefactos más representativos del sistema de educación colombiana, es el radio que emitió la transmisión de la primer campaña nacional de alfabetización: “Radio Sutatenza”, el proyecto de escuelas radiofónicas creado por el Sacerdote José Joaquín Salcedo y dirigido por la Organización Acción Popular, que se mantuvo vigente desde 1954 a 1989 cuando Caracol Radio compró la emisora. Este programa ayudó a que muchas personas, sobre todo del campo pudieran aprender a leer y escribir sin tener que ir a un salón de clases.
Los hallazgos arqueológicos del Cañón del Combeima también están presentes en esculturas, estas hacen parte de una colección donada al Museo luego de que fueran encontradas por guaqueros y arqueólogos en los alrededores de la región. Según el Guardián Mayor de Juntas dichas esculturas pueden llegar a tener más de 800 años, pues se tratan de piezas precolombinas.
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En el Museo también hay lugar para las memorias democráticas, a continuación se puede apreciar uno de los objetos que hicieron parte del mecanismo de elección electoral en los 70’s y 80’s. Esta tinta indeleble se utilizaba el día de las votaciones con el propósito de identificar a las personas que ya habían votado y evitar el fraude electoral. Cuando un ciudadano ejercía su derecho al voto debía introducir su dedo en este frasco para que quedara manchado de una tinta rojiza que duraba algunos días en caer de la piel.
Aunque anteriormente, el tiempo para el juego era reducido, algunos niños campesinos tuvieron la oportunidad de tener juguetes y como sabían que tenerlos era un privilegio trataban de cuidar al máximo de ellos y conservarlos en buen estado, pues estos podrían ser útiles para sus hermanos menores. No se sabe con exactitud cuántos niños jugaron con este chimpancé platillero, pero el paso del tiempo sobre él permite que nos hagamos una idea.
El propósito del museo veredal de juntas no se reduce a la actividad de acumular objetos en un recinto; consiste en hacer memoria, en guardar unas raíces, unos principios, unas tradiciones y reproducirlas a través de un relato que reafirma la identidad campesina tolimense y la comparte con sus visitantes. Su fundador indica que si no se recuerda se pierden las raíces, se pierde el respeto y sobre todo la identidad. “De aquí no es CocaCola la chispa de la muerte, ni perros calientes, ni amburguesas. Aquí es Colombia, por favor tengamos un poquito de sentido de pertenencia”, manifiesta el Guardián del Combeima, quien a punto seguido agrega:“Por no saber de dónde venimos, por no tener identidad es que algunos paisanos se van a vivir al extranjero dos meses y regresan hablando con otro acento”.
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Por el lado ecológico el museo ha sido un lugar en el que se fomenta el respeto al medio ambiente, por ello se creó el retén ecológico, que consiste en hacer una cadena humana, conformada por varios niños de la comunidad, en la carretera y entregar bolsas plásticas a los turistas para que depositen allí la basura y no la dejen en la montaña. Además se comparte con los visitantes una norma de convivencia del Cañón del Combeima y es que quien lo visita debe aprender a comportarse en el campo y como buen hijo de la tierra debe respetar y preservar la naturaleza.
Hay quienes dicen que subir un domingo o un festivo al Cañón del Combeima sin parar en el Museo veredal no tiene el mismo impacto, pues allí se aprenden datos históricos de la región, aspectos culturales de sus habitantes como tradiciones, mitos y leyendas; además se pueden degustar dulces caseros, queso campesino, obleas, miel y otros manjares que son una muestra de la gastronomía campesina. “El camino del recuerdo” es un espacio en el que los objetos hacen una invitación a la remembranza, El guardián rescata la tradición oral popular reproduciendo las anécdotas, hechos históricos, mitos y leyendas de la región, y los invitados pueden conocer el pasado y reconocerse a través del mismo.
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