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Hernando Bazurto: un ojo que rueda
Por: Sebastián Gutiérrez
Hace algunos años lo conocí y aún sigue igual. Su paso no está perturbado por las horas y su sonrisa sobresale por debajo de un gigantesco sombrero que cubre parte de su abundante cabellera ensortijada, que más parece una hoja de alocasia. Por lo general, anda acompañado por uno de sus amigos caninos y una fiel compañera de dos ruedas, un morral y la cámara fotográfica.
Camina por donde sus instintos artísticos lo guían y descansa en la inmensidad de una memoria que recorta segundos e instantes en miles y miles de fotografías, que no lo dejan hacerse a la soledad. Es un amante de la vida, un enamorado de la belleza, quien como dice la canción, alguna vez le ha arrebatado una lágrima de más.
Como fotógrafo ha aprendido a obturar el ojo con la profundidad de la montaña y el cariño que abraza su particular figura de migrante de la vida. Es Hernando Bazurto, hoy para Ibagué, quizá el mejor fotógrafo que tenemos, su amplio recorrido por las imágenes acompañan su exploración por el sentido de la figura del cuerpo, y los rostros como ventanas de la realidad social, que muestran desde adentro lo amado, lo recordado y lo deseado.
Es un joven de ascendencia campesina, nació en Nilo -Cundinamarca-, hijo de una pareja de campesinos humildes y trabajadores que no fueron extraños a las tenciones que traía consigo la violencia en Colombia. Inició sus estudios superiores en la universidad del Tolima, donde cursaría algunos semestres del desaparecido programa de Ciencias Sociales, el mismo que abandonó para rodas por el sur del continente en su bicicleta.
Hace algunos años, ya casi una década, el fotógrafo, reviso los frenos, alineo lo radios, probo la velocidades y arrancó su camino, viajo por la tierras del rey sol, por las alturas andinas, los valles, los desiertos y las paradisiacas playas de los sudacas. Aprendió la temperatura de los colores y la frialdad de la luz en la mitad del desierto cuando la mañana aun es lejana.
Mucho después Regreso a la tierra Pijao, con kilometros en sus ojos y sus pasos, regreso para compartir con sus amigos, las imágenes que traía en su cámara, reanudo sus estudios esta vez, en el naciente programa de artes plásticas de la universidad del Tolima , el mismo que tendría que ver partir al maestro nuevamente hacia al sur.
Entre idas y venidas, sus imágenes se fueron mostrando más prístinas, más amplias y sólidas, sus conceptos se cruzaron con sus recuerdos y la maestría del artesano empezó a aflorar; algunas vez, de las primeras, al entrar al campus, me tope con un amplio mapa de fotografías pegadas a un rectángulo de cartón-paja y puestas entre algunas urnas de cristal alrededor de la universidad. Era una explosión ocasional de fotografías organizada por alguna vicerrectoría, donde la presencia de Bazurto se hizo evidente; no era un aprendiz sin tiempo, tampoco un simple apasionado por los retratos, en sus imágenes, la vida afloraba y daba en color y luz un toque de sensaciones que recuerdan la personalidad del amigo.
Luego de ese primer momento, muchas veces lo hemos visto en las paredes, salones, salas, periódicos, revistas, y demás lugares donde sus imágenes son requeridas, varias veces ha expuesto su obra, y hasta ha logrado el reconocimiento de sus habilidades a nivel nacional con su participación en el evento internacional Fotográfica Bogotá , donde fue seleccionado para participar en una explosión colectiva entorno al paisaje. Fue el ganador del primer premio de fotografía en el 20 salón Tolimense de fotografía, y ha hecho exposiciones individuales en el museo de arte del Tolima (MAT) y la sala de exposiciones, Darío Jiménez, del centro cultural de la universidad del Tolima.
Hoy, como desde hace algunos años, imparte el taller de fotografía digital del centro cultural del la universidad del Tolima, taller que fundó y dirige, y por el cual muchos han aprendido el placer de contemplar la vida desde una cámara.
Como un reconocimiento a sus pasión hoy hacemos esta pequeña, pero sentida exaltacion, a una a de las promesa artística de la ciudad. Recordamos sus personalidad apacible, sus viajes, sus logros y visualizamos su futuro, lo que ha hecho por impulsar el estudio de la imagen y el sentido artístico y estético del color. Pero fundamentalmente, su obra. La que esperamos crezca y perdure en la mente de las generaciones por venir, como perdura la imagen y el recuerdo en una fotografía.
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