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Opinión

Colombia dice adiós a Patarroyo

Colombia dice adiós a Patarroyo

Por Guillermo Pérez Flórez 
Especial para El Cronista 


Este ilustre colombiano, nacido el 3 de noviembre de 1946 en Ataco, un pequeño pueblo minero situado al sur del Tolima, trascendió las fronteras patrias con sus aportes en inmunología, dejando un legado imborrable en la lucha contra enfermedades que afectan a las poblaciones más pobres del planeta. 

La infancia de Patarroyo estuvo marcada por la violencia liberal-conservadora que tan cruelmente afectó a Colombia y en especial al Tolima. En 1956, su familia fue desplazada tras un ataque a la finca donde vivía, obligándola a refugiarse en Girardot (Cundinamarca). Fue en medio de estas adversidades donde germinó su pasión por la ciencia. Inspirado por un cuento sobre Louis Pasteur, regalo de su padre, don Manuel Patarroyo Leyva, y por la colección de libros “La Vida y el microscopio”, Patarroyo encontró su vocación: combatir las enfermedades que amenazaban la vida humana. “Crear vacunas es como ser un Dios”, decía a los ocho años, cuando ya mostraba un profundo interés en la química y la biología. Jamás tuvo interés en ser nada diferente a científico.

Su vocación lo llevó a estudiar Medicina en la Universidad Nacional de Colombia, donde se graduó en 1971. Posteriormente, se especializó en inmunología en prestigiosas instituciones como la Fundación Rockefeller y las universidades de Yale y Rockefeller en Nueva York. Allí, en 1977, hizo sus primeros hallazgos significativos, identificando marcadores genéticos asociados a enfermedades autoinmunes como la artritis y el lupus eritematoso. 

A los 19 años, conoció Ronald Mackenzie, un científico que había descubierto el virus que causa el Ébola en América Latina, la fiebre hemorrágica, en San Joaquín (Bolivia), ese virus mataba a una de cada cuatro que lo contraía, transmitido por un ratón tierrero. Se fue con Mackenzie hasta Bolivia y allí se dio cuenta de que estaban en el borde de la selva, invadiendo territorios en los cuales el virus es normal en esas especies animales pequeñas, como zarigüeyas, ratones, conejos, y así fueron descubriendo una cantidad de virus. Tras esta experiencia predijo que vendrían pandemias, pero creía que se originarían en la amazonia, no en China.

El logro que lo catapultó a la fama mundial llegó en 1986, cuando desarrolló la primera vacuna sintética contra la malaria, la SPf66. Este trascendental avance, aunque no exento de controversias, demostró que era posible inducir inmunidad protectora contra esta devastadora enfermedad. La Organización Mundial de la Salud (OMS), organismo al cual cedió los derechos de la vacuna, determinó que esta no cumplía los estándares de eficacia requeridos. Aun así, el impacto de su investigación fue indiscutible, marcando un precedente en el desarrollo de vacunas sintéticas y estableciendo estándares para futuras investigaciones. 

Cedió los derechos de su vacuna, rechazando una oferta millonaria de una multinacional para garantizar su accesibilidad a los países en desarrollo. Este gesto reflejó su firme compromiso con la ciencia al servicio de la humanidad.

Desde el Instituto de Inmunología del Hospital San Juan de Dios, fundado por él en 1984, lideró investigaciones orientadas a combatir enfermedades que afectan principalmente a las comunidades más desfavorecidas. Años más tarde, se arrepintió de haber hecho esa donación, pues llegó a la convicción de que la OMS la engavetó porque sus directivos estaban interesados en sacar la vacuna de Glaxo, una poderosa farmacéutica británica.

Consideró que había sido candoroso de su parte creer que este ente era apolítico y estaba lejos de las influencias de las multinacionales, a las que acusó de masacrarlo al lograr convencer a los gobiernos de Colombia de no darle presupuesto durante 16 años. Fue España quien le dio la mano a través de la Agencia Española de Cooperación Internacional, que lo financió durante cuatro años. 

A lo largo de su carrera, Patarroyo recibió numerosos galardones, incluido el Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica en 1994 y el Premio Nacional de Ciencias Alejandro Ángel Escobar. En 1989, fue propuesto para el Nobel de Medicina por Federico Mayor Zaragoza, director de la Unesco (1987-1989). 

Un tolimense universal

Era un hombre universal que nunca dejó de sentirse tolimense. En una entrevista que le hice en abril de 2021, en plena pandemia del COVID-19, me dijo que él era “tolimenso”, expresión aprendida de un paisano residenciado en Suecia. Hablaba con acento y jerga tolimenses y nunca intentó disimularlo. Su personalidad era franca y desabrochada, con una elocuencia arrolladora. Hablaba del virus como una “cagarruta”, que a pesar de ser diminuto nos tenía a todos encerrados.  

Concebía la ciencia como un bien universal, y destacaba su interconexión con el arte y las letras. Durante la pandemia de COVID-19, compartió su experiencia sobre virus y vacunas, advirtiendo sobre futuras pandemias y la importancia de la preparación global.

Recibió numerosos premios y reconocimientos a lo largo de su carrera científica, tanto a nivel nacional como internacional, entre ellos veintinueve doctorados Honoris Causa de universidades, incluidas las Nacional y Central de Colombia, y la Complutense y Autónoma de Madrid, además de las universidades de Málaga, Valencia, Cantabria, País Vasco y Valladolid. Es difícil encontrar a otro colombiano con tantos pergaminos académicos. 

Las honras fúnebres a Manuel Elkin Patarroyo se llevarán a cabo hoy en Bogotá, en la Parroquia de la Inmaculada Concepción (Chicó). Allí se darán cita grandes personalidades nacionales e internacionales, que acudirán a darle un adiós póstumo a quien desbrozara grandes caminos para la ciencia. Tengo la íntima convicción de que su trascendente legado crecerá con el paso de los años y que sus detractores no tendrán interés en perseguirlo, como lo hicieron en vida, porque ya no será una amenaza a sus intereses. Patarroyo entra en la historia con letras mayúsculas. Paz en su tumba.   

Premios y reconocimientos

  • Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica en 1994. Galardón internacional que reconoció su aporte en el desarrollo de la vacuna sintética contra la malaria.

  • Premio Robert Koch en Alemania, también en 1994.

  • Medalla de Edimburgo en Gran Bretaña.

  • Premio a la Excelencia en la investigación latinoamericana por la Academia Nobel de Suecia en 1990.

  • Premio León Bernard de la OMS.

  • Premios Nacionales de Ciencias Alejandro Ángel Escobar en 1979, 1981, 1984 y 1986.

  • Premio Nacional Sintex de Urología en 1969.

  • Premios Nacionales Lederle y Sandoz de Medicina Interna en 1974.

  • Premio del Instituto Colombiano para el Desarrollo de la Ciencia y la Tecnología, COLCIENCIAS en 1993.

  • Medalla Internacional de Ciencia de Edimburgo en 1994.

  • Fue nombrado académico correspondiente extranjero de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de España en 1991.

  • Premio a los Siete Jóvenes más Sobresalientes del Mundo.

  • También recibió varias condecoraciones como la Orden del Senado de la República, la Orden de la  y la Cruz de Boyacá, la más alta distinción oficial de Colombia otorgada el 20 de mayo de 1993.

  • La Orden del Libertador de Venezuela en 1994.

  • La Orden "Carlos J. Finlay" de Cuba en 1995.

  • La Orden de la Universidad Central de Venezuela en 1996.

  • La Legión de Honor francesa en grado de Oficial en 1997.

  • Y la Encomienda de la Orden de Isabel la Católica de España en 2000.

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