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AMEECC: el movimiento de mujeres que nació para transformar el Cañón del Combeima

AMEECC: el movimiento de mujeres que nació para transformar el Cañón del Combeima

AMEECC (Asociación de Mujeres Empoderadas y Emprendedoras del Cañón del Combeima)

En septiembre de 2021, cuando el país apenas salía del encierro y todavía se respiraba miedo detrás de los tapabocas, algo inesperado ocurrió en el Cañón del Combeima: más de 150 mujeres llegaron a una reunión que ni siquiera pretendía convocarlas.

Lo que iba a ser un encuentro para solicitar ayudas para la iglesia se convirtió en el germen de algo más grande: el deseo colectivo de volver a verse, hablar, aprender… sentirse vivas después de la pandemia.

Ese día, entre bancas prestadas y el murmullo tímido de quienes no estaban acostumbradas a reunirse, nació una pregunta que lo cambiaría todo: “¿Por qué no seguirnos reuniendo?”.

La planteó Sandra Plazas, una mujer que jamás imaginó liderar nada y que hasta hace pocos años acompañaba en silencio el trabajo comunitario de su esposo. Pero la vida —o el dolor— la empujaron hacia otro destino. Tras la muerte de su hijo David, Sandra buscaba cómo sanar un vacío que solo supo llenar al ver a 150 mujeres campesinas con ganas de emprender y formarse. Sintió que algo empezaba a respirar de nuevo.

A la semana siguiente, las mujeres regresaron. En ese entonces, en Rizomas, un restaurante de la vereda Pastales. Con el apoyo de la comunidad, comenzaron a capacitarse: muñecos navideños, porcelanicrón, artesanías, lo que hubiera, lo que alguien pudiera enseñar.

La formación trajo algo más profundo que un aprendizaje técnico: trajo alivio emocional. “Yo desde que estoy en la asociación ya no me duele la cabeza. Son encuentros que alivian el corazón y donde uno se siente útil, que está creciendo. Uno espera con ganas la próxima reunión”, cuentan varias.

Porque AMEECC —Asociación de Mujeres Empoderadas y Emprendedoras del Cañón del Combeima— no solo nació como un espacio productivo: nació como un refugio, como una red, como un lugar donde las mujeres se reconocen, se escuchan y se sienten acompañadas.

La importancia de formalizarse

Luego de un año de trabajo, la Secretaría de la Mujer y otras entidades como el SENA, la Universidad de Ibagué y Cortolima empezaron a ver el potencial del grupo. Llegaron más cursos, más oportunidades y también un reto inevitable: legalizar la asociación.
Muchas tenían miedo. Otras habían tenido malas experiencias. Pero 30 mujeres decidieron intentarlo. Hoy son cerca de 50, sostenidas por la disciplina, la confianza y la solidaridad.


Y el tiempo les dio la razón:

– Han comprado sillas, sonido, micrófonos y entre otros elementos.
– Pagan su propio arriendo.
– Tienen ahorros en CDT.
– Son económicamente sostenibles.
– Y han logrado viajar juntas —Santa Marta, Cartagena, Tolú, Coveñas— llevando por primera vez a varias mujeres a ver el mar.

El aprendizaje como puerta

Gracias a la oferta formativa de la Secretaría de la Mujer del Tolima, la asociación ha fortalecido sus capacidades en:
•    Creación de muñecos navideños
•    Creación de muñecos Miyuki
•    Confección de bolsos en trapillo
•    Jabones artesanales
•    Crochet y pintura
•    Creación de velas artesanales
•    Cuidado del adulto mayor
•    Liderazgo público e incidencia política

Este último curso, la Escuela de Liderazgo, se volvió especialmente significativo. En las mesas de construcción del Plan de Desarrollo Departamental, AMEECC reclamó con firmeza algo: las mujeres también deben formarse para participar en política y decidir sobre su territorio.

Hoy, muchas de ellas —antes tímidas, antes calladas, antes invisibles— ya hablan en público, se capacitan y se proyectan como lideresas comunitarias.
AMEECC no solo produce artesanías, repostería o gastronomía. Produce algo más valioso: vínculos.


Sus actividades mensuales financian sueños comunes, desde comprar una estufa hasta garantizar el sostenimiento de la sede. Entre todas venden, cocinan, organizan bingos, montan stands, enseñan lo que saben.

Lo que empezó como una reunión para pedir ayudas terminó convirtiéndose en un ejemplo para todo el Tolima: cuando las mujeres se organizan, el territorio cambia.

Cuando se forman, la comunidad avanza. Cuando se acompañan, se curan.

 

*Realizado con la información de la oficina de prensa de la Secretaría de la Mujer

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