Opinión

Palabras iniciales

Palabras iniciales

Por: Alberto Santofimio Botero


Mi dilecto amigo Jairo Alberto Bocanegra Peña me ha pedido un texto introductorio a su libro autobiográfico, El Tren del Tiempo. De familia de reconocidos políticos, juristas y recios militares, este inquieto tolimense, quizá estaba llamado a otros menesteres, pero, con audacia y precoz vocación, al estilo del legendario personaje de Rivera en La Vorágine, jugó su corazón al azar y se lo ganó la música para siempre.

Pensando en su singular aventura vital, en su imaginación, dueña de delirantes sueños fantásticos, plasmada en las páginas que siguen, he recordado un texto maravilloso del rumano E.M. Ciorán que expresa: “la meditación musical debería ser el prototipo del pensamiento en general. ¿Qué filósofo ha seguido alguna vez un motivo hasta su agotamiento, hasta su límite extremo? Solo en música hay pensamiento exhaustivo. Solo la música nos da respuestas definitivas."

A la incesante búsqueda de esas respuestas definitivas, en el riesgoso y sutil universo de la música, el autor ha entregado su existencia, desde la infancia ya lejana. La vida toda de Bocanegra ha sido un esencial abrazo con el pentagrama, sus sonidos, sus pasiones, el ardor de la creación, la interpretación, y los tropiezos, que el artista encara en su formidable encuentro con las más difíciles situaciones de competencia y de angustia.

Un mundo curioso, desigual, incomprendido, el de los músicos, con peculiaridades y aristas de complejidad insondable.

Al Maestro Alberto Castilla, el fundador del Conservatorio, el inmortal compositor del Bunde, le atribuían, quienes le conocieron de cerca, cómo se lo escuché a mi padre Alberto Santofimio Caicedo, a Nicanor Velásquez Ortiz, Rafael Parga y Severiano Ortiz, en una tertulia inolvidable en Purificación, junto con Garzón y Collazos y el Pote Lara, una frase que cuando entraba en colera, les lanzaba amenazante a sus amigos, casi con características de maldición: "Entre músicos los he de ver."

Jairo Alberto recuerda cómo se vio entre músicos, de adolescente metido a grande, en las célebres tertulias del Chispazo, en la carrera primera en el corazón del centro histórico del viejo y entrañable Ibagué, de aquellos años inolvidables, a las que asistía por cuenta de un pariente músico, en ese tiempo de exquisita y galante bohemia, que rectoraban los médicos Luis Eduardo Vargas Rocha, Matoño Bonilla Ramírez y Alberto Estéfan, con el abogado, diputado, contralor ,y finalmente Notario Tercero, el excelso ser humano y enorme compositor, el maestro Pedro J.Ramos, los hermanos Alfonso Viña Calderón, folclorista, mi profesor de Algebra, Adolfo Viña Calderón, Julio Rodríguez, Marco Tulio Reina,  José María Rincón Becerra, virtuoso de la bandola, y reconocido compositor de música andina, y finalmente Gustavo Torres, quien aún vive para contar la historia.

En un desfile mágico, en el itinerario del autor, van apareciendo personajes, situaciones, acontecimientos, relacionados con la vida pública, las letras, la política, pero todo bien atado, de forma inescindible, a la música, en el acontecer agitado, de luces y sombras, del camino de Jairo Alberto en su veloz Tren de la Vida.

Leyéndolo me acorde de la categoría del " narrador omnisciente", que maneja con destreza el Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa, en su fascinante obra reciente " La Mirada Quieta”, sobre el escritor de los célebres Episodios Nacionales, Benito Pérez Galdos.

Desfilan por la mente del autor Amina Melendro, la fiel guardiana por largas décadas del legado del Maestro Castilla en el Conservatorio de Música del Tolima, Leonor Buenaventura de Valencia, la autora de la ibaguereña y genial compositora, su paciente profesora de piano. Jorge Villamil, el paisajista de la música, el talento que vertió en las notas de sus canciones tradicionales toda una inmensa lección de geografía patria, el siempre recordado Rodrigo Silva Ramos, quién fue guía, maestro y cómplice de Bohemia de Jairo Alberto. No continúo la larga lista, pues le resto al lector interés por todo lo que el autor trajina memorioso en estas páginas intimistas.

Es indudable la determinante influencia que en la infancia y en las primeras letras de Jairo Alberto, ejercieron su abuela Carlina Quiroga de Peña, y su madre Luz Estela Peña Quiroga. Y por la corriente orgullosa de la sangre, le llega el hábil manejo de la palabra, en la conversación y en la defensa de las causas cívicas y culturales.

Su padre, Campo Elías Bocanegra López, fue famoso abogado litigante, dirigente del conservatismo, elocuente diputado a la Asamblea del Tolima.

Cuando aún existía la paridad en las corporaciones públicas en virtud del pacto del Frente Nacional, don Campo Elías, en la época del legendario Padre Angoitia, manejaba la mitad del concejo municipal de Piedras, el rincón más liberal del Tolima, escenario de mi antepasado el General Tulio Varón, desde Doima, el paraíso de su tronco familiar, ya envuelta su figura en la leyenda y en las páginas de la historia nacional.

Campo Elias Bocanegra fue nuestro aliado en perfecta concordia. A la orilla de la Quebrada de la Opia, en inmejorables compañías, pescábamos, dialogábamos, cantábamos, comíamos ostras, salpicadas con aguardiente tridestilado. Así celebrábamos, como un bello rito, nuestros entendimientos políticos, bendecidos por el sacerdote vasco, de inteligencia superior, espíritu progresista, y amigo entusiasta de todos.

El cerco íntimo de Jairo Alberto está hoy formado por su esposa, Yolanda, la valiente compañera de casi medio siglo de lucha, y por sus hijos Jairo Alberto, Dania Antonella, Linda Cristal y Maria de los Ángeles. Una entusiasta legión de talentos, con una meritoria formación académica, con devoción espiritual, y admirable capacidad de emprendimiento, creación y comprometido manejo de las relaciones nacionales e internacionales, en aspectos de economía, red digital y el moderno mundo de las comunicaciones.

De soñador bohemio a emprendedor afortunado y empresario familiar exitoso, es la metamorfosis palpable del autor. Los asuntos de la cultura, la música y el irreversible amor por Ibagué, han mantenido, por décadas, nuestra amistad.

Imposible olvidar cómo en una madrugada, Jairo Alberto, mientras el sol de verano mostraba su rostro encendido, en presencia del escritor Hugo Ruiz, del maestro Rodrigo Silva y del periodista Arnulfo Sánchez Lopez, entonces, director de Econoticias y corresponsal del diario El Tiempo, convirtió en canción la letra que yo escribí: “La Tienda de la Vecina” en homenaje a doña Genoveva Uribe, vecina de nuestra casa familiar en la Pola, la persona mejor informada del Barrio. Comprensiva, humanitaria, vivaz, recursiva y generosa, hizo de su pequeño negocio, e fraternal punto de encuentro de varias generaciones de habitantes de nuestro barrio, en el corazón del centro histórico de Ibagué, por más de 50 años.

La canción la lanzaron primero los hermanos Casallas, y luego, le dio amplia divulgación el Maestro Arnulfo Moreno, en su famoso dueto “los Inolvidables” con el Maestro Hernando Bustos. Tantos recuerdos, anécdotas, vivencias compartidas llegan a mi mente ahora, si las trajera me haría interminable.

Recorriendo este testimonio incitante, pienso que el autor adoptó como insignia para desafiar el proceloso viaje en su Tren del Tiempo, aquello que escribió, dolorido, desde la Cárcel de Alicante, el poeta Miguel Hernández: "Solo quien ama, vuela".

Y Jairo Alberto Bocanegra ha logrado volar alto y mirar lejos, gracias al amor que ha guiado sus pasos en el incierto y desafiante camino. Su vuelo ha estado acompasado por el amor a la música, la familia, los amigos, y al sueño encantado por esta ciudad, la dulce tierra ibaguereña, dueña de nuestro corazón palpitante.

Exsenador y Exministro de Estado

Cartagena de Indias, agosto 7 de 2022.

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