Opinión
Messi se coronó en el nuevo partido del siglo.
Por: Jhonny Alexander Lozano - Docente Unibagué
Los italianos y alemanes se mataron a goles en un 4-3 que dejó victoriosos a los “tanos”. En esa ocasión el triunfo no les daba la copa a los azzurri. Todo lo contrario, el vencedor de ese partido iba a donar su cuerpo para que la Brasil de Pelé, Rivelino, Jairzinho, Tostao y Gerson la triturara en la final. Tal vez, ese detalle de ausencia de gloria le daba aún más nobleza deportiva a una disputa que no iba a coronar a ningún campeón, pero que se instaló fuerte en la consciencia colectiva del mundo fútbol.
El siglo XXI ya completó seis mundiales. Desde Corea Japón 2002, hasta Catar 2022 tuvimos partidos duros, recios, trabados. Vimos finales largas de un solo gol como 2010 y 2014. Un par de finales tuvieron un solo competidor (Brasil fue mucho más que Alemania en 2002 y Francia muy superior a Croacia en 2018). Y atestiguamos una final en la que el cabezazo de Zidane es más recordado que cualquier jugada entre italianos y franceses en 2006. En lo que llevamos de este siglo y desde que se juegan mundiales de fútbol, ninguna final fue tan emotiva e inolvidable como el 3-3 que nos regalaron Argentina y Francia en la noche de Doha.
Hasta la tía más alejada del fútbol sabía que este mundial estaba configurado para que lo ganara Messi. 5 penales sancionados durante el certamen, un grupo con selecciones muy débiles en primera ronda y la sensación de que vs Holanda y Croacia las decisiones de los árbitros fueron más que tendenciosas. Aún así, la figura de Lionel fue descollante. Su actuación en varios pasajes de la Copa estuvo a la altura de Maradona en el 86, a la de Pelé en el 70. Su liderazgo dejó de ser estrictamente futbolístico y se convirtió en esa figura de deidad que los argentinos tanto reclamaban.
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En la contraparte estaba Mbappé. Un joven de 23 años que ya había levantado la copa y en su segunda final metió 3 goles. Aún no dimensionamos el hecho de que Kylian haya jugado 14 partidos mundialistas desde su debut. Su presencia en cancha es sinónimo de velocidad, virtuosismo y contundencia. Mbappé hizo todo, pero no le alcanzó para llevar a Francia a su tercera estrella. Eso sí, su nombre ya quedó grabado en la sala VIP de la historia de los mundiales.
El domingo los argentinos coronaron a su nuevo dios. Una nueva religión nació para el pueblo más futbolero del planeta. Ataviado con una intrusiva capa que el capricho de un jeque puso sobre sus hombros, Messi se encontró con la joya que le faltaba. Al fin “Lío” tuvo en sus manos la Copa del Mundo y les regaló a sus fans la foto y el instante que ansiaban desde su aparición en aquel Sudamericano sub-20 en el Eje Cafetero.
NOTA: La final del Mundial fue maravillosa, pero siempre quedarán en la memoria y siempre se tendrá que hablar de la violencia contra la mujer, de la homofobia y la violación de derechos humanos en Catar. El silencio de la FIFA y de los jugadores en la final sobre la situación de Amir Nasr-Azadani, jugador iraní, y su posible condena a muerte fue decepcionante.
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