Opinión
Dilemas éticos
Por Juan Bautista Pasten G.
Como hemos dicho en columnas pretéritas, la Ética es el quehacer filosófico por excelencia. Los motivos son diversos, por ahora, señalaremos solo dos: a) ha estado presente desde el origen de la filosofía hasta hoy; b) está enfocada en hechos – reales o hipotéticos – de la existencia humana.
En consecuencia, la ética es una actividad reflexiva que precede a la acción razonada y coherente, es decir, a la consolidación de actitudes y comportamientos de carácter moral. El pensamiento ético es la toma de decisiones racionales que acompañen y posibiliten un adecuado desenvolvimiento en vistas de la necesaria convivencia colectiva.
Por lo pronto, encontramos principios y propuestas éticas en importantes pensadores desde tiempos ancestrales; entre quienes podemos mencionar a Gotama Buda, Confucio, Rumi en el mundo oriental. En occidente destaca, de modo principal, el eximio filósofo griego Sócrates, cuyas ideas ejercieron gran influencia en Platón y Aristóteles.
El pensamiento ético, en todos ellos, tiene como prioridad fundamental, establecer la relación equitativa y armoniosa de las personas, que, a su vez, permita el crecimiento cualitativo y cuantitativo de las comunidades.
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En efecto, para Sócrates, la educación ética busca formar seres humanos aptos, capacitados para vivir en comunidad, donde el bienestar de la colectividad debe primar por sobre los intereses individuales. Para la filosofía clásica existen valores éticos medulares – la justicia, la belleza, el bien, la tolerancia, la fortaleza, la templanza – que descubiertos, conocidos y practicados, conducirán al logro de la felicidad, que constituye la búsqueda y finalidad de todo ser humano.
Ahora bien, dadas las bases y objetivos de la ética en consonancia con la concreción moral, estamos en condiciones de insertamos en el tema específico del presente artículo, vale decir, los dilemas éticos.
En lo inmediato, es pertinente definir qué se entiende, en primer lugar, por “dilema”, la cual es una disyuntiva racional, una duda respecto al modo de enfrentar, dilucidar y resolver una situación real o supuesta. El dilema suele confrontar nuestras propias ideas o de éstas antes opiniones divergentes de otras personas. En consecuencia, un dilema obliga al individuo a elegir entre una o más alternativas.
Cuando estos dilemas están referidos a hechos de la realidad humana, estamos ante “dilemas éticos”, los cuales se producen ante situaciones que generan, de uno u otro modo, conflictos entre los distintos valores de una persona y las opciones de actuación posibles o disponibles. Los dilemas éticos, ciertamente, requieren de reflexiones amplias y profundas acerca de las alternativas de que disponemos, por lo general, están en juego el sistema de valores, de creencias y el sentido que otorgamos a nuestra existencia.
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El dilema ético-moral surge ante casos o compromisos puntuales, en los cuales hay o puede haber varias posibilidades de acción, ya que las decisiones a tomar pueden ser igualmente positivas o negativas, oportunas o inoportunas, buenas o malas. Hay que tener presente que las respuestas a entregar deben apuntar a la resolución racional de los problemas.
Existen diversos tipos de dilemas: a) hipotéticos, aquellos que interrogan sobre eventos probables, por ejemplo, cómo reaccionar cuando somos testigos de un delito. b) reales, aquellos efectivos o susceptibles de ser experimentados, que pueden resultar complicados y angustiantes; un ejemplo específico es cuando somos víctimas de un hecho aflictivo y la manera cómo reaccionamos. c) abiertos o de solución, cuando se proponen situaciones dificultosas, pero se entregan posibles maneras de resolverlas. d) cerrados o de análisis, aquellos que han sido solucionados de una u otra forma, por tanto, la labor ético-reflexiva es examinar y valorar los resultados alcanzados.
Resumiendo, podemos decir, que el pensamiento ético nos pone en contacto con la diversidad de hechos que conforman la interacción humana, todo ello en vistas del crecimiento cualitativo y valórico de las personas. Los dilemas éticos, por su parte, aparecen cuando esas interrelaciones se convierten en eventos problemáticos que necesitan ser examinados y resueltos.
Como corolario de esta columna, quiero proponer siete dilemas éticos para nuestros lectores (obviando que hay una multiplicidad de ellos):
1. ¿Debe decirse siempre la verdad o hay ocasiones en que se debe mentir?
2. ¿Debo intervenir, de algún modo, cuando soy testigo presencial de un delito?
3. ¿Debe priorizarse el bienestar de la sociedad a la cual pertenecemos, por sobre los intereses individuales?
4. ¿Debo preferir el valor de la libertad, aun cuando ello implique riesgos para mi existencia?
5. ¿Debe tolerarse a personas con quienes tenemos diferencias de ideales, creencias, objetivos, costumbres y tradiciones?
6. ¿Es preferible sufrir una injusticia a ser uno el causante de ella?
7. ¿Debe ser el amor la base substancial de las relaciones humanas?
Por supuesto, como toda pregunta reflexiva, amerita una respuesta fundamentada, que posibilite un creciente acercamiento entre todos los seres humanos, mediante el diálogo constructivo y fructífero.
Efectivamente, de todos y cada uno de nosotros depende la posibilidad de un mundo mejor, donde cada cual asuma el rol protagónico que le corresponde.
Docencia e investigación en filosofía Universidad de Chile
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