Columnistas
¿Y la EFAC?
De los 268 cargos y puestos de planta que se inventó Guillermo Alfonso Jaramillo en su afán político y clientelista, a la Escuela de Formación Artística y Cultural, EFAC, no le tocó ni uno sólo. Con el perdón de sus seguidores (que siempre ven perfectos a sus líderes), a los Jaramillo la cultura siempre les ha importado un carajo: no les representa ni plata ni votos. Sin empleados de planta, con una deserción alta, sin una plataforma que permita una educación virtual en estos tiempos difíciles, y con mallas curriculares congeladas en el tiempo, la situación actual de la EFAC no es fácil.
La EFAC no es sólo una de las joyas patrimoniales con las que cuenta Ibagué, junto al Panóptico y al Amina Melendro, sino que puede ser uno de los ejes de la cultura del municipio, no sólo desde el punto de vista artístico y estético sino también en la consolidación y promoción de la identidad y en la articulación con proyectos productivos, que le permita a sus egresados acceder a nuevos mercados laborales.
Necesitamos fortalecer a la EFAC, pero eso es imposible sin repensarla. No se trata de abrir por abrir, se trata de abrirla con objetivos claros. Y en esto estoy de acuerdo con Ricardo Cadavid, secretario de cultura municipal que, como en muchas áreas, heredó un chicharrón. Cadavid ha planteado consolidar la escuela como el brazo de la secretaría para descentralizar la cultura, llegar con las muestras, resultados de los procesos de formación, a los parques de los barrios, a las bibliotecas, y que los egresados formen niños en las comunas y en las veredas, luego de un proceso de formación en pedagogía (la línea está en el Plan de Desarrollo que está construyendo el alcalde Hurtado)
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La tarea no es fácil. Pese a ser un Instituto de educación técnica laboral, en realidad la EFAC no tiene ninguna autonomía. Los certificados y los diplomas los firma el secretario. En realidad, es una oficina anexa a la secretaría, sin presupuesto claro, pese a que desde su creación, en 2005, en el acuerdo quedó inscrito que tendría un presupuesto que provenía en parte de la estampilla procultura y en parte de recursos propios de la alcaldía. Esas partes no quedaron claras y la EFAC depende de la buena voluntad de los gobernantes.
Arrancar en el primer semestre era algo imposible. ¿Cómo se hace una formación artística y cultural virtual sin plataforma, sin docentes especializados en virtualidad, sin una malla adecuada, sin contenidos que permitan que los estudiantes de manera autónoma y guiada por un tutor culminen con éxito sus procesos? A la EFAC toca volver a pensarla. Convertirla en un verdadero Instituto, con presupuesto y vida jurídica propia. No puede ser más un apéndice del municipio. La EFAC se debe convertir en una escuela taller que pueda jalonar recursos del Ministerio de Cultura y, por supuesto, del municipio, que articule la cultura, el emprendimiento y la formación para el trabajo, que pueda recibir aportes de la empresa privada y cuyos egresados puedan hacer parte de la vida cultural y productiva del municipio.
La empresa privada, a través de responsabilidad social corporativa, puede ayudar a la formación cultural en los barrios y veredas… puede contratar a la EFAC o a sus egresados. Pero en las condiciones actuales, eso no es posible. Cadavid anunció que la EFAC arrancaría en agosto. Y le creo. Estoy seguro que el cronograma propuesto se cumplirá, pero la clave no es sólo cumplir con los tiempos, la clave es repensar y reconstruir la escuela para convertirla en uno de los centros de desarrollo cultural. El gobierno que vibra dice que le está apostando a la cultura y a la tan nombrada economía naranja, aquí tiene su primer prueba de fuego.
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