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Un Silencioso mal que toca miles de hogares

Un Silencioso mal que toca miles de hogares

 

Por: Marco Hincapié

El suicidio es una práctica que a través de la historia se ha hecho presente en todo tipo de sociedades.  Desde los antiguos griegos, los romanos, la Europa Cristiana, el renacimiento, la ilustración hasta nuestros tiempos, se ha podido evidenciar la concurrencia de este fenómeno y por ende se ha tratado de dar explicaciones e interpretaciones para conocerlo con mayor amplitud  analizando su complejidad.

Desde estas remotas épocas mencionadas, esta problemática nunca ha gozado de un considerable grado de aceptación o respaldo por los valores morales y las costumbres que identifican una sociedad o un territorio, si bien en la antigüedad sirvió como escape a quienes no querían sufrir de vergüenza ante un fracaso o luego de cometer un acto indebido y de alguna manera dentro de un pequeño imaginario colectivo se interpretó como un acto de valentía, las sociedades lo han caracterizado como un acto indecoroso, la iglesia lo ha señalado como un pecado y el estado inclusive lo ha llegado a penalizar.

No son las mismas razones o motivaciones las que impulsaron a un hombre de la época aristotélica a quitarse la vida, que los motivos que llevaron a un ciudadano francés del siglo XIX a tomar la determinación de infligirse la muerte. Es asi como a través del tiempo las sociedades como sus gobernantes bien sean: estado, iglesia o ambos ligados, se han pensado diferentes herramientas y estrategias que reduzcan el comportamiento suicida en la conducta de los individuos.

En el siglo XIX surgieron dos importantes teorías que buscaron dar explicación a la conducta suicida en los individuos, la primera es la del padre del psicoanálisis Sigmund Freud, quien desarrolla una idea que justifica la conducta del ser humano en su propio inconsciente, es decir que un individuo suicida vuelca sus cóleras reprimidas hacía sí mismo y no las expresa o las canaliza con las demás personas;

La segunda se trata de la teoría que se plantea el Sociólogo francés Emile Durkheim, quien aparte de categorizar el suicidio en cuatro tipos evidentes de identificar en las sociedades europeas del siglo XIX, también expuso que aparte de que  el suicidio no sea un elemento frecuente dentro de las sociedades integradas, la aparición y la práctica constante de dicho fenómeno está directamente relacionada con los cambios de valores que sufren las sociedades en general.

Esto es fundamental para comprender la presencia del fenómeno en las sociedades actuales, el contexto en el que se desenvuelven los individuos influye en su comportamiento y en su manera de relacionarse con el mundo. A su vez distintos fenomenos sociales como la pobreza, el desempleo, el consumo abusivo del alcohol y otras sustancias, la dificultad para acceder a la educación, la discriminación, entre otros, son algunos factores que pueden explicar el surgimiento del comportamiento suicida en las personas; por otro lado existen algunas teorías que justifican el suicidio como un acto cobijado por el principio de las libertades individuales, sin embargo cuando en una sociedad la conducta suicida se presenta de manera masiva, la cuestión deja de ser un tema limitado a una decisión individual y abre algunos interrogantes que se direccionan al análisis de identificar cuáles son los elementos inmersos en la sociedad que generan un desencanto por la vida y una tendencia hacia la autoagresión. Es desde esta perspectiva, que entiende el suicidio como un fenómeno social antes que individual.

En la actualidad el suicidio es considerado por la Organización Mundial de la Salud, como un problema global; según esta entidad más de 800.000 personas aproximadamente se quitan la vida anualmente, a su vez asegura que esta práctica hoy en día se constituye como la decimoquinta causa de muerte en todo el planeta, donde una persona se quita la vida cada 40 segundos. Debido a esto, desde la organización se han pensado una serie de métodos y recomendaciones dirigidas específicamente hacia los gobiernos y las autoridades de la salud pública de los diferentes países del mundo. Todo con el fin de promover la prevención de la conducta suicida en las personas..

La OMS ha expuesto un argumento muy interesante el cual se centra en la idea de que el suicidio es un fenómeno global pero no igual. Se plantea que el número de casos varían significativamente entre los países con ingresos altos y sus homólogos de ingresos bajos y medios. De hecho, el 75% de los suicidios en todo el mundo tiene lugar en el segundo grupo, esto demuestra cómo el contexto político, económico y cultural en el que se desenvuelven las personas dentro de una sociedad influye mucho en su bienestar físico y psicológico, a su vez, en la manera como los individuos se relacionan con el mundo.

Haciendo enfasis en lo anteriormente expuesto y el panorama de la salud mental en Colombia, no se le puede restar preocupación alguna, un estudio que habla sobre el comportamiento suicida en Colombia elaborado en el año 2014 por el Instituto Nacional de Medicina Legal establece que la cuarta forma de violencia en el país es el suicidio y que en la década comprendida entre el año 2004 y el año 2013 se presentaron 18.275 muertes por autoagresión, manteniéndose el fenómeno estable en una tasa promedio del 4.1 por cada 100.000 habitantes . Esto quiere decir que en la última década el fenómeno se ha mantenido estable evaluando que cuando tiende a bajar o a subir porcentualmente lo hace en pequeñas magnitudes.

Sin embargo, cabe aclarar que la situación varía al interior de este país, en cada ciudad la situación se presenta en magnitudes diferentes, hay lugares donde se han pensado estrategias fuertes para la prevención de la conducta suicida en sus habitantes y los porcentajes de muertes por autoagresión son bajos, o simplemente son sitios que ofrecen unas condiciones de vida optimas donde el individuo pueda encontrar facilidades para desenvolverse, relacionarse y sobrevivir en su contexto.

Por otra parte, existen ciudades donde se registra un considerable número de casos de suicidio al año al punto de generar alertas e inquietudes por parte de sectores de la salud, sectores políticos, grupos sociales y medios de comunicación como dolorosamente pasa en nuestra ciudad.

Una publicación del año 2005 del periódico El Tiempo titulada: “La depresión aqueja a Ibagué” advertía lo que venía en camino. En dicho artículo se expresa que para el año se registraron 1969 consultas médicas de personas que padecían cuadros de depresión y otros trastornos mentales, así como también se evidenciaba un crecimiento progresivo de los casos de suicidios en la ciudad. Entre los principales problemas que afectaban la salud de los Ibaguereños identificaron: La violencia doméstica, el estrés postraumático, el desplazamiento, el consumo de drogas, el abuso sexual y la depresión. También a factores externos como el desempleo, falta de servicios médicos y caos vehicular.

Frente a esta problemática evidenciada a partir del progresivo aumento de la tendencia a la conducta suicida en los habitantes de la ciudad de Ibagué, el tema se llevó a la agenda política donde se tomó la determinación por parte de la administración de ese entonces de adoptar una política pública de salud mental en el año 2008 bajo los lineamientos del acuerdo 0012 del 11 de agosto de dicho año. Sin embargo, el Instituto Nacional de medicina legal a través de su informe “Forense” ubicaría a Ibagué como la cuarta ciudad con mayor número de casos registrados en el año 2013.

Este hecho generó preocupación y críticas por parte de diferentes sectores los cuales emplearon los medios de comunicación como herramienta para masificar la información y hacer conocedora a toda la población de la problemática que estaba golpeando a la ciudad; ésta presión permitió de nuevo concebir el fenómeno suicida en Ibagué como un asunto de salud pública y a su vez ubicarlo en la agenda política. Así las cosas, bajo el acuerdo 004 del 20 de mayo de 2014 se adoptó una nueva política pública de salud mental para la ciudad y de derogó el decreto del año 2008.

Con los lineamientos de la política pública en mención y algunas actualizaciones la actual administración ha realizado importantes esfuerzos y ha logrado ejecutar estrategias tendientes a la mitigación de este fenómenos en la ciudad, para junio del año pasado la tasa logro disminuir un poco en relación a los años anteriores. Sin embargo los casos persisten y cada vez son más lamentables y líquidas las razones por las cuales mujeres, hombres, y jóvenes toman tan delicada decisión. Con el lamentable hecho ocurrido el día de hoy en las inmediaciones del puente de la variante donde una madre se lanzó al vacío abrazando a su hijo, se hace pertinente más allá de los tecnicismos, revisar cuales son los alcances del estado frente a la salud mental de sus gobernados. Pero sobre todo considero que debemos dar un paso hacia la reflexión y analizar: Si el suicidio en Ibagué es un problema histórico y tabúdel que muy pocos quieren hablar pero que se sigue llevando a muchas personas que de manera silenciosa evocan gritos de auxilio.Entonces, ¿En qué estamos fallando como sociedad moderna?, ¿Qué está frustrando a nivel colectivo e individual a la sociedad Ibaguereña?, ¿Cuántas muertes y trágicos casos debemos seguir evidenciando en el día a día para darnos cuenta de que nos estamos olvidando de ser humanos?

 

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