Columnistas
Los crisantemos frescos y el apetito de reemplazar a Miguel Uribe
Por: Edgardo Ramírez Polanía
Los medios de comunicación de RCN, Caracol y NTN24, aunque se vistan de luto por el asesinato de Miguel Uribe, han sido, en gran parte, los responsables de la polarización política, la oposición feroz entre los individuos y del descrédito del país en el exterior con los novelones de narcos y prepagos.
No es aconsejable que los canales informativos que están en manos de los conglomerados económicos y moldean voluntades con el ofrecimiento de una información sesgada, programen los apetitos burocráticos de los precandidatos presidenciales, la misma semana de las exequias del líder político asesinado, porque no es decente a sabiendas que sus familias están llorando su muerte.
Todavía están frescos los crisantemos sobre la tumba de Miguel Uribe Turbay, y ya están los periodistas y políticos, desbocados, buscando un candidato único que lo reemplace en las elecciones presidenciales de 2026, que denota un deseo irreprimible de la torta por poder que es una falta de respeto a la sociedad.
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Un país como el nuestro, donde existen amplias zonas con escasa cultura política, entendidas ésta como el cultivo de hábitos para formar el carácter de los individuos y de educación como instrumento del trabajo y que determinan el progreso de las naciones, se convierte en presa fácil de la distorsión informativa.
La televisión colombiana influye en los sectores menos informados de la sociedad y por eso glorifican a narcotraficantes y a las mujeres prepagos que han mancillado la honra de los colombianos en el exterior, sin que ningún gobierno ponga freno a ese despiadado descrédito. Tampoco se ha visto acción alguna por parte del congresista elegido para representar a los colombianos fuera del país, en defensa de nuestra imagen, frente a esta escalada de desprestigio.
Los medios creen que pueden decir lo que se les antoja y que todos los televidentes les cree. Pero no es así. Basta observar las protestas por el sesgo de la información y la manera irresponsable en que señalan, sin pruebas, a distintas personas como presuntas implicadas en el asesinato de Miguel Uribe Turbay, sin permitir que la Fiscalía eneral de la Nación, única autoridad competente para adelantar investigaciones penales cumpla su función.
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El Presidente de la República, como jefe de Estado, tiene la potestad de ordenar investigaciones policiales, pues le corresponde, a través de ese organismo, velar por la integridad, la vida y la honra de las personas. Sin embargo, los eternos opositores del sentido social de la propiedad, protestan contra la acción del gobierno para identificar a los criminales de Miguel Uribe Turbay.
No está bien que, por mezquindad política, se impida al gobierno adelantar, a través de la policía y de los organismos del Estado, las investigaciones necesarias para establecer la autoría del crimen, ni que se anteponga la opinión de personas u organismos internacionales a la autoridad legítima e institucional del Estado.
La oposición es necesaria, y algún sector de los partidos, debe sentir con hondura el vil asesinato del senador Uribe Turbay. Pero aprovechar ese execrable crimen para impulsar candidaturas, y que algunos aspirantes digan que llevan meses preparándose para reemplazar a quien aún lloran sus familiares, es una exageración que roza con la torpeza.
Cada cosa en su lugar. Es tiempo de deponer odios y resentimientos, bien o mal fundamentados, como bien lo han expresado algunos dirigentes de la nación, y dar paso a la comprensión y aquellas acciones que nos puedan unir y no odiar que es propio de las almas viles.
Esa actitud, en estos momentos, no solo es mal vista, sino inconveniente. El país todavía está de luto. El corazón colectivo está dolorido y otras deberían ser las prioridades. “Esperar es la mejor forma de querer”, dijo uno de nuestros grandes literatos.
Y en la espera, quizá, podamos recobrar un poco de la dignidad perdida y esos valores que nos identificaron hace tiempo como una sociedad decente y respetuosa.
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