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Hurtado, con el cristo de espaldas

Hurtado, con el cristo de espaldas

Por: Humberto Leyton


El alcalde Andrés Fabián Hurtado, se nos parece al joven sacerdote que predicaba los sermones más limpios y luminosos en las misas, mientras en el confesionario escuchaba los pecados inconfesables y en las noches su consagración se iba al infierno después de haber chocado con la realidad que vivía Agua Bonita, el pequeño pueblo de los Andes donde se escenifica la novela de Caballero Calderón.

Este personaje, Hurtado, que carece de la humildad del protagonista de El Cristo de Espaldas, pero que invoca a Dios a cada instante como hacedor y tabla de salvación de sus actos como gobernante, en los últimos días, sin renunciar a sus incoherencias e improvisaciones como gobernante, nos ha traído nuevos capítulos de su obra como mandatario, que reafirman las condiciones de gobernante impreparado e improvisado que se le conocen.

En este orden, el primer fiasco se lo llevó con el ministro de Transporte (Guillermo Reyes) y el segundo con la ministra de Deportes (María Isabel Urrutia); en el primer caso con el tema de las radio ayudas para navegación con malas condiciones del tiempo en el aeropuerto de Perales, donde según el Ministro, el alcalde le habría dicho que ya tenía los dineros para la compra de los equipos, mientras este manifestó que era el gobierno nacional el que correría con estos costos. Caso similar con la Ministra del Deporte, donde el mandatario local afirmó que este ministerio aportaría los 20 mil millones de pesos que hacen falta para cubrir el contrato adicional (entiéndase sobrecostos) del llamado coliseo mayor de la ciudad, y lo funcionaria lo desmintió.

En ambos casos, conociendo lo Pinochito del alcalde Hurtado, nos quedamos y damos como ciertas, las versiones de los dos ministros. El alcalde quería aparecer como gestionando los recursos para estas obras, y el tiro le salió por la culata.

Otra de las metidas de patas a las que nos tiene acostumbrados el mandatario local, fue el nombramiento inicial del abogado Camilo Santos Rubio, como secretario de Gobierno, un liberal del grupo de Mauricio Jaramillo, que oficializaba el ingreso de este sector político al gobierno municipal. El nombrado no se posesionó por no cumplir los requisitos para el cargo, según unos, pero otros sostienen que de haberse consumado este acto, hubiera dejado en evidencia la colaboración jaramillista del liberalismo, con el nefasto gobierno de Hurtado. Sea quien tenga la razón, lo cierto es que el sector jaramillista del partido liberal, está untado hasta los tuétanos de la mermelada que le dispensa el sibilino Hurtado, así su concejal Javier Mora diga con la boca llena de migas que está en la oposición.

Y como para ponerle la cereza al postre, el alcalde nombra como nuevo secretario de Gobierno Municipal, al exdiputado Milton Restrepo, un ultraderechista, crítico del mandatario supuestamente por su debilidad para manejar la seguridad de la ciudad. Este es un nombramiento que surge dentro de los bandazos propios de una administración sin horizontes, donde se mezcla el agua y el aceite sin ningún problema, pues encaja dentro de los lineamientos politiqueros que no se fijan en principios ni programas, donde los valores se confunden y la impostura es la regla.

Aquí simplemente se trata de la repartija de parcelas para todos los grupos y grupúsculos de la politiquería doméstica, que trata de suplir a los verdaderos liderazgos de los que, infortunadamente, carecen el departamento del Tolima y su capital.

Por eso, sin mayores complicaciones se olvidan las críticas y las posiciones asumidas con anterioridad, y se entra al bazar del reparto del presupuesto público sin mayores miramientos ni reticencias. Es el banquete que pagan los contribuyentes.

Y pensar que, al contrario de la novela de Caballero Calderón, aquí el crucificado no es el curita que quiso con su humidad y bondad ganar las indulgencias del cielo, sino el pueblo que cayó en las manos de un diabólico sacristán que, sin recatos ni miramientos de ninguna especie, condena a unas ciudadanías que miran con asombro la vulgar repartija que hacen sus gobernantes.

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