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El informe oculto
El 8 de junio de 2020, el Ministerio de Salud y el Instituto Nacional de Salud enviaron un informe a la Corte Constitucional como respuesta a una solicitud de la misma, que anda estudiando por estos días los decretos de emergencia. De acuerdo con la petición, el ministerio debía comunicar el impacto en la salud pública y las proyecciones de Covid-19 después del relajamiento de las medidas. El documento parece que no fue publicado ni analizado en ningún medio. En términos populares, pasó de agache.
Luego del relajamiento de las medidas, el Ministerio y el Instituto Nacional de Salud afirman que se presentarán 4 millones 585 mil casos sintomáticos, que 169.965 personas requerirán camas en unidades de cuidado intensivo y que son necesarias más de 14 mil camas UCI nuevas. El pico de casos se presentará el 19 de agosto y el pico de UCI, el 25 del mismo mes. Se estiman 41.622 muertes totales. Las cifras son escalofriantes.
Según datos del Registro Especial de Prestadores de Servicios de Salud, en los hospitales y clínicas del país hay sólo 85 mil camas de hospitalización disponibles (no UCI), es decir, 1.7 camas por cada mil habitantes. No hay manera de compararnos con Cuba que tiene 5.1, o Uruguay con 2.5 o Panamá con 2.3 por cada mil habitantes.
Según el informe, en el momento de mayor crisis se necesitarán 88 mil camas, es decir 3 mil más de las que tenemos. Y yo me pregunto, ¿y los otros enfermos qué?
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El informe es dramático.
Más detalles. En el Tolima, según el informe del ministerio, se estima una expansión de la capacidad instalada de 290 camas de cuidados intensivos y de 570 camas de hospitalización regular. ¿Alguien sabe cuánto hemos crecido? Además de la reapertura de la Clínica del Limonar, ¿qué se ha hecho? ¿Hay alguien preguntando por el tema?
Leo las cifras y siento nuevamente la angustia en la panza porque quizá los números son fríos y pueden ser interpretados para cualquier fin pero esconden un drama humano. La cuarentena ha generado hambre, desempleo y una crisis social sin precedentes en una sociedad acostumbrada a las crisis desde el inicio de los tiempos. Sin embargo el relajamiento de las medidas solo ha generado muerte y enfermedad.
Es claro que la disciplina social es una de las claves para reactivar la economía y prevenir el contagio, al fin y al cabo, el hambre no aguanta más encierro; pero en este país del sagrado corazón no todos las acatan. Incluso, muchos creen que el tal Covid-19 no existe. Hasta ese punto hemos llegado. Fiestas, gente sin tapaboca abrazándose y no guardando las distancias mínimas, y aglomeraciones, muchas aglomeraciones, por todas partes. Ese es el nuevo escenario de la pandemia. La gente se cansó de las cifras, de los informes, del reality del presidente, ya no quiere saber más de virus y sólo aspira volver a su vida normal, salir a rebuscarse el pan cada día.
Y mientras todo se relaja, mientras todos se relajan, las cifras siguen creciendo y la muerte nos ronda.
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