Columnistas
“De las playas de amor en Chimichagua” al patrimonio ambiental del país
Por: Víctor Sánchez
Gestor cultural
En la madrugada de un miércoles de abril en el 2018 dejó de respirar el profesor Gonzalo Palomino Ortiz, un adelantado del ambientalismo en Colombia, quien nació en Chimichagua, Cesar y se vino en 1970 para la Universidad del Tolima a abrir la trocha y a sembrar en sus estudiantes el pensamiento y a educar con el ejemplo de liderazgo ambiental que desde aquellos años se cultiva en estas tierras.
Se instaló en Ibagué en un local de la carrera cuarta entre doce y trece con la Librería Universitaria que se convirtió en un parche intelectual y cultural, sitio de encuentro de personajes del arte y de la política, desde donde disparaba el boletín “S.O.S Ecológico”, un plegable de color amarillo que denunciaba las calamidades de la llamada Revolución Verde que aplicaba sin piedad venenos y matamalezas en los cultivos de arroz, algodón y sorgo en los llanos del Tolima.
Por esa época se conocieron las denuncias del director del hospital del Guamo Marco Fidel Micolta, quien acusaba la epidemia de abortos, de neonatos muertos y niños con malformaciones, según su información, causados por el uso intensivo de plaguicidas, denuncias que fueron registradas por el periodista Germán Castro Caicedo en su libro de crónicas ‘Colombia Amarga’.
En el boletín que publicaba el profesor Palomino conocimos la Carta que envió en 1854 el Jefe Seattle de una comunidad originaria al presidente de los Estados Unidos, un hermoso reclamo por el respeto a la vida silvestre y a la madre tierra, que continúa vigente; también recibimos el S.O.S por los daños que causaría la llamada Paladraga de Ataco que proyectaban instalar en el río Saldaña los empresarios de Mineros El Dorado.
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El Grupo Ecológico de la Universidad del Tolima se movía por todas partes de la mano de Gonzalo Palomino y de la también profesora y pocas veces recordada, Gloria Beltrán; por los colegios de los municipios, en el Sena y en varias comunidades se leían y escuchaban sus mensajes sobre la crisis ambiental, la deforestación, el uso de agroquímicos, la contaminación de las aguas y la extinción de la fauna silvestre.
Su enseñanza nos animó al grupo de teatro y títeres ‘Espiral’ de la Universidad del Tolima, que en la época nos dedicábamos al proselitismo social y político, un montaje de teatro de títeres “Un mostrito verde esmeralda” que representaba la historia de unos ingenuos par de niños persiguiendo una ranita para rajar su vientre y ver el vivo cómo le latía su corazón; primer montaje de creación colectiva de temática ecológica con el que recorrimos varios eventos y festivales de teatro de la asociación de Universidades ASCUN.
Un hombre que se elevó del nivel ordinario de profesor universitario para dejarnos un legado que nos da señas de cómo funcionan los mecanismos de la vida, a pensar en la tierra y del comportamiento de sus criaturas y el más claro de sus ejemplos de cómo respetarla y protegerla.
Igual, llevó su mensaje a las aulas escolares como a los gremios de agricultores y ganaderos, su voz no solo se limitó a denunciar, logró que sus acciones fueran reconocidas por quienes nos mandan y gobiernan, tanto así que recibió el premio Global 500 en Londres de manos del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente y otros reconocimientos como el premio ‘El Colombiano ejemplar’ del periódico El Colombiano de Medellín, que destaca a quienes contribuyen a la transformación del país.
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Gonzalo Palomino, ambientalista reconocido, fallecido el 18 de abril de 2018. Foto tomada de el periódico El Colombiano, premio 'El gran colombiano'
La memoria colectiva recuerda su filosofía de vida con la que inspiró y contribuyó a la creación de la Red de Reservas de la Sociedad Civil para el cuidado del agua y de los páramos, el impulso del Eco Fondo para dar recursos a la política pública sobre educación y gestión ambiental en los inicios del Ministerio de Ambiente, entre tantas tareas que orientó para alumbrar la conciencia sobre el grave daño que causan los procesos de producción, nuestros hábitos de consumo y la falta de comprensión de nuestra especie, sobre cuál es nuestro lugar en la naturaleza.
Su legado y patrimonio vivo lo mantienen el colectivo de docentes de la facultad de Ciencias de la Educación, con la Catedra Ambiental marcada con su nombre en la Universidad del Tolima, y los Diplomados de Formación del Comité Ambiental, que cumplen diez años de brindar espacios de divulgación de estudios y pensamientos que han permitido comprender y actuar frente a la crisis civilizatoria por el maltrato a la naturaleza por la que transitan las comunidades tolimenses en su defensa de la vida, del agua y del territorio, quienes a pesar de las históricas disputas ambientales contra el extractivismo voraz, hoy continúan amenazadas en Ataco, Piedras, Cajamarca y el Norte del Tolima.
A Gonzalo Palomino lo recordamos en el Día de la Tierra y en todos los días y conmemoraciones del calendario ambiental, por el legado histórico de un personaje que se crio “en las playas de amor en Chimichagua ” y que fijó su nido en el Tolima para iluminar desde aquí la conciencia ambiental del país y del mundo.
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