Opinión
La inteligencia ignorada
Por Carlos Pardo Viña - Escritor
Pijao Editores prepara su colección Biblioteca Básica del Tolima, que reunirá algunas de las obras más importantes en la historia del departamento en todos los géneros: poesía, novela, cuento, ensayo y crónica. En el marco de ella, se me asignó la responsabilidad de compilar el trabajo de los ensayistas e intelectuales con resonancia nacional o internacional, comenzando por Manuel Murillo Toro, impulsor de las grandes reformas de mediados del siglo XIX como la abolición de privilegios y monopolios, de la pena de muerte, la esclavitud y creador del juicio por jurados, la libertad de prensa, de enseñanza, de asociación entre otros aportes a nuestra democracia y al desarrollo social, económico y humano del país.
Navegando por los estantes de las bibliotecas, encontré nombres de autores del siglo XIX como Aníbal Galindo quien sentó las bases de la economía y el sistema bancario colombiano; Rafael Rocha Gutiérrez, cuyo proyecto constitucional, publicado en París en 1887, para evitar la censura, incluyó el derecho de tutela, tal como lo conocemos hoy; Nicolás Esguerra, rector de la Universidad del Rosario, con sendos trabajos sobre jurisprudencia y la convivencia de los partidos políticos, entre otros autores en todas las áreas del saber.
Al leer sus juiciosos ensayos, siento que, aunque fueron escritos para una realidad histórica, social y política diferente, bien podrían ser pronunciados hoy en cualquier plaza pública: la corrupción, la falta de respeto por las ideas contrarias, los intereses privados que superan a los públicos, eran temas estudiados y para los que planteaban salidas desde lo económico, lo jurídico, lo social y lo ético. Otro hubiera sido nuestro destino si alguno de los gobernantes hubiera al menos, leído sus textos.
En el siglo XX, los ejemplos superan la ficción y aunque grandes pensadores señalan el camino a transitar, siempre fueron ignorados por la clase política que son, en últimas, quienes rigen nuestro presente y nuestro futuro.
Alguna vez, conversando con el artista plástico Darío Ortiz Robledo, creador del Museo de Arte del Tolima, me dijo que jamás olvidara que los artistas, los pensadores y, en general, los intelectuales, son los bufones de la corte: útiles en las campañas y en los cocteles, pero no más. Su pensamiento y sus propuestas no son tenidos en cuenta porque las posiciones de poder son distribuidas con criterio esencialmente electoral, y la nómina oficial termina siendo un listado de personas cuyos nombres, en las tablas Excel “secretas”, aparecen al lado del jefe político a quien se les devolvió el favor, de tal manera que ellos acrecienten su clientela y los apoyen en las futuras aventuras electoreras. ¿En la gobernación o la alcaldía se nombraría a alguien muy conocedor del área pero que pertenece a un partido contrario? No. Uno gobierna con los amigos, dicen, como si el futuro de una región o de un país dependiera del tipo de amigos que tiene el gobernante.
No quiere decir esto que quienes asumen las posiciones de poder en los diversos cargos sean indignos de los mismos. Ni más faltaba. Todos cuentan con una hoja de vida y una experiencia técnica respetable, aunque resultan atrapados en la telaraña de la burocracia, los contratos, las licitaciones. Lo público no es fácil de manejar y quien no lo conoce, pierde un tiempo valioso en la ejecución de los planes y proyectos. Entonces, se acude a la figura de los asesores que pocas veces visitan los despachos porque resultan siendo fantasmas que van por el cheque y que obedecen, también, a otro jefe político.
Para los gobernantes es muy difícil el acto de equilibrismo que hacen entre cumplirle a sus propios jefes, a sus aliados, a su propio futuro político y hacer una buena gestión. Sin embargo, no estaría de más que si no pueden tener en su equipo, asesores que piensen estrategias de largo plazo, de esos que se olviden de las próximas elecciones y de los fugaces eventos de los muchas veces inútiles actos de gobierno que más parecen un circo de slogan y frases célebres, y generen procesos estructurados que realmente trasciendan, que al menos lean el trabajo de quienes desde la academia y el ejercicio del pensamiento imaginan salidas para el país y la región.
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