Columnistas
Apariencia y realidad

Por: Edgardo Ramírez
Es común que algunas personas aparenten lo que no son, para demostrar poder, riqueza, éxito, inteligencia y otras cualidades para satisfacer creencia ajenas, contra la realidad, esa esencia objetiva y tangible de lo que es, y ocurre en la vida de los individuos sobre hechos verificables.
Las personas que se ajustan a la realidad y no aparentan, tienen la característica de no mostrar su importancia, como Mahatma Gandhi, político, líder mundial de los movimientos no violentos de la resistencia civil, que no vestía de manera sofisticada, sino usaba una pequeña manta, porque su vida estaba alejada de los lujos y estaba cercana al sufrimiento para buscar la paz.
El físico Albert Einstein, considerado el científico más importante del siglo XX, autor de la teoría de la relatividad general, que dio origen al concepto de la gravedad y evolución del universo, vivía en un apartamento sencillo como su forma de vestir y su dinero lo donaba a obras benéficas.
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Jesucristo, el hijo de Dios, según la fe cristiana, con su palabra creo El cristianismo, que tiene más de 2.400 millones de adeptos en el mundo, jamás usó nada distinto que una toga, una túnica sujeta por la cintura, un paño de pureza y unas sandalias y permanece desde hace 2.000 años.
La humanidad ha sido una mascarada y quienes aparentan luchan obstinadamente para parecer superiores los unos a los otros, y tienen profundos sufrimientos, complejos y culpas que tratan de ocultar sigilosamente, para evitar mostrar sus debilidades. Son seres inseguros que necesitan reconocimientos de los demás, y el uso de objetos de lujo para demostrar superioridad o riqueza.
Los aparentadores tienen mayores sufrimientos y penalidades que las gentes sencillas que tienen lo necesario para vivir cómodamente. Esa evidencia es palpable en la casa museo en Londres en 20 Maresfield Gardens, en cuya puerta hay un pequeño aviso que dice “ Profesor Sigmund Freud”, allí, constan las múltiples visitas de las más altas personalidades de Europa que recibían tratamiento del médico psiquiatra, porque la psiquiatría ha demostrado, que quienes poseen cuantiosos capitales económicos, tienen más problemas emocionales.
Las iglesias también ejercían apariencia utilizado adornos en los altares con hojilla dorada que se semeja al oro, para dar impresionar al creyente de su poderío, porque el oro ha sido un material que ha producido admiración en las iglesias como la de San José en Panamá o el retablo mayor de Zacatecas que fue elaborado con 25 kilogramos de oro de 24 quilates.
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Los hombres del siglo XIX y XX, aparentaban con el uso de la leontina, una cadena de oro que pendía de unos de los botones del chaleco hasta el bolsillo del lado opuesto que denotaba refinamiento social, que se utilizaba no tanto para saber la hora, sino de mostrar el reloj de oro de bolsillo de 24 quilates.
Los diamantes y el oro además de ser usados como objetos de gusto por lo finos y duraderos, también han sido usados como una forma de aparentar. Lo mismo ocurre con los vehículos, que por su marca y modelo algunos piensan que incide en la importancia de quien lo conduce, no interesa que sea por préstamo o arrendamiento mensual o propio.
El lugar de residencia ha sido estratificado por la supuesta importancia de las personas, que denotan la riqueza, conocimiento y poder, así los inmuebles sean en arrendamiento y quien los habite carezca de bienes o sea un ignorante, que ha llevado a un error de las categorías, al creer que se es más, entre más dinero se tenga y no en lo que se es. La ciencia se ha encargado de demostrar sus valores intrínsecos sin que tenga ninguna relación con los bienes o los metales preciosos.
Ha sido una costumbre equivocada de rendirle honores a los llamados ricos o magnates, porque las manijas de sus lavamos sean de color oro y posean avión personal, para mostrarse diferentes. Pero no saben que es mejor ser que tener. Tanto es así, que Gabriel García Márquez, no atendía invitaciones sino de instituciones, amigos e intelectuales y rechazaba a todo ricachón que quería tomarse una foto con él, destinada a las revistas sociales.
La apariencia es hermana del engaño, debemos procurar ser menos orgullosos y más humildes para demostrar la realidad de lo que somos, que esa actitud tiene más credibilidad que las grandes pomposidades fatuas del mundo, convertido en una guerra por las imposiciones de los poderosos aparentadores que le causan graves daños a la sociedad.
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