Opinión
Y todo se consumó
Por Humberto Leyton
No es una sorpresa ni mucho menos nada para asombrarnos. Era una comedia que se venía preparando desde hace algún tiempo y que forma parte de la opereta política tradicional, donde los principios ideológicos como los programas, se dejan a un lado cuando se trata del reparto de puestos, contratos y canonjías.
Y es, precisamente, en este marco, que se pinta este pintoresco cuadro de una escena más de la politiquería obsoleta que aún invade ciertos sectores tradicionales de los partidos. Ya el exsenador Mauricio Jaramillo Martínez, había sostenido un almuerzo con el padre del alcalde de Ibagué, Andrés Fabián Hurtado, con quien guarda una vieja amistad desde Lérida, por aquello de las componendas políticas locales entre liberales. Al parecer el sancocho de gallina criolla tuvo resultados positivos, como también los mensajes posteriores de Hurtado a través de sus estafetas.
Estos se concretaron con el nombramiento de Camilo Santos Rubio, hijo del exsenador Guillermo Santos Marín, con sobrados pergaminos jaramillistas para llevar la representación de ese sector Liberal al polémico y cuestionado gobierno de Hurtado.
Este acuerdo entre Hurtado y Mauricio Jaramillo no tiene nada de programático, sino de pacto transitorio electorero, sellado con almidón de yuca que busca acabar con la hegemonía que ostenta el senador conservador Óscar Barreto en el Tolima, y últimamente en su capital. Forma parte del llamado ´ToconBar´ (todos contra Barreto), que tiene como bandera la lucha contra la corrupción, olvidándose que la mayoría de quienes integran este movimiento provienen de los partidos tradicionales, también comprometidos en la bancarrota de Ibagué, y, además, han sido alimentados con la mano benefactora del senador Óscar Barreto.
Los ‘ToconBar’, no tienen la autoridad moral ni ética para luchar contra la corrupción puesto que están comprometidos con la misma corrupción que dicen combatir, empezando por el propio alcalde Hurtado, para citar solo un ejemplo. En otras palabras, vienen a apagar el incendio con gasolina.
El entramado es obvio y está cantado desde hace rato. Quienes entran a formar parte de las parcelas burocráticas que reparte Hurtado en su administración, ingresan con el compromiso de votar por su candidata, aún no se sabe, en las próximas elecciones regionales para que le suceda en el cargo, mientras para la gobernación lo harían por Mauricio Jaramillo. Una repartija con no buenos augurios hasta el momento, la que se está montando para derrotar al jefe de las mayorías conservadoras del Tolima.
Esta grisácea alianza, integrada por candidatos derrotados en las pasadas elecciones, salvo Carlos Edward Osorio, se enchipa en torno a los puestos y contratos que pueda dispensarles la Administración Hurtado. No tienen un proyecto programático ni menos afinidades ideológicas.
En este sainete, el más perjudicado podría ser el exsenador Mauricio Jaramillo. Por ganar unos cuantos votos de la vieja política, pierde a los alternativos que en las pasadas elecciones para Congreso sacaron cerca de 75 mil votos (Pacto Histórico y Alianza Verde).
Como consecuencia de lo anterior, la reencauchada del partido liberal en las pasadas elecciones cuando decidió votar por Petro, queda en el limbo.
Por otra parte, los dos candidatos que han mostrado su intención de aspirar a la alcaldía (César Picón y Camilo Delgado), quedan sin opción. Su jefe queda matriculado en el continuismo del desastroso alcalde Hurtado.
Sin el apoyo de los movimientos alternativos, queda maltrecha la aspiración del propio Mauricio Jaramillo a la gobernación del Tolima. Los votos de sus virtuales aliados, no alcanzarán para superar los más de 138 mil votos que sacó el senador Óscar Barreto en sus listas al Congreso, sin contar los votos del Representante a la Cámara que salió por la lista de víctimas que también se suman a esta cauda.
Además, queda palpitante el cisma que se pueda presentar al interior del grupo jaramillista, cuando algunos de ellos no acaten la decisión de su jefe de apoyar a la candidata de Hurtado y sus amigos, incluidos Picón y Delgado, busquen caminos diferentes a los que le ofrecen de continuar en la rancia y añeja politiquería del pasado.
Y lo más grave del laberinto para Mauricio Jaramillo, es que se queda sin autoridad moral y ética, cuando entra a formar parte de un pésimo gobierno, hoy cuestionado por vastos sectores de la opinión pública ibaguereña.
Todo parece estar consumado, y esta actitud, políticamente miope del señor M. Jaramillo, le abre las alamedas a un nuevo triunfo del senador y jefe conservador Óscar Barreto.
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