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Opinión

Las pasiones políticas

Las pasiones políticas

Las pasiones o emociones en la época moderna, son los sentimientos intensos que se experimentan hacia una idea o persona, que han sido la causa del movimiento del mundo y la conducta exasperada de algunos gobernantes en el ejercicio del poder político.
La interferencia a los actos del poder en los gobernantes les genera enojo y frustración que no siempre corresponde a los hechos que les hace cometer abusos y arbitrariedades y al cruel ejercicio de las dictaduras que crean represalias y grandes reacciones contra la confrontación que ocasiona el desastre de las naciones. 

Es común ver a algunos  gobernantes enardecidos insultando a otros porque ejercen ideas distintas a la conveniencia de los intereses que defienden como Milei, que representa la zafiedad, o Putin y Netanyahu la barbarie,  por lanzar bombas sobre la población civil matando niños y ancianos que ha causado el repudio mundial y acciones de la CPI, con base en los postulados de la Convención para la Prevención y la sanción del delito de Genocidio que fue promulgada en 1948. 

Existe la creencia en algunos gobernantes que persisten en sus propósitos impositivos de generar controversia y amenazas, para que la sociedad los libere de sus promesas incumplidas aduciendo que es culpa de sus enemigos e invitan a la revolución. Esa tesis se remonta a la antigua Grecia. Aristóteles, decía que la tragedia tenía un efecto beneficioso porque purgaba a los individuos de sus conductas emotivas.

Algunos piensan que el carácter duro e implacable e intransigente de los gobernantes obedece a enfermedades o al carácter depresivo de esas personas, que hace que la política entre en el terreno de la fisiología, que según los expertos, concluyen que el estado de salud es una manifestación que guarda relación con la conducta de los individuos. 


Descartes, fue el fundador de la teoría de la fisiología en la mitad del siglo XVII, se apartó de la tradición escolástica porque se respiraban los aires del florecimiento científico, los descubrimientos geográficos, el auge de las ciencias naturales, la astronomía, los avances de la física y de las matemáticas y con ellos, el estudio del alma a través de la psiquiatría y su relación con las fuerzas biológicas y el temperamento.

Veintiún siglos antes se encontró en el naturalismo de Hipócrates la intuición clara de los humores sobre el temperamento, que en nuestra época ha rematado en el fecundo tema de la biología que trata del funcionamiento endocrino y en la doctrina de una estructuración corporal que determina el carácter de los individuos, que cambia de acuerdo no solamente con sus convicciones, sino lo que le diga la salud  física y psíquica y la conducta con sus emociones negativas.

Aristóteles poseía una visión impregnada de fisiología cuando pensaba en los problemas de la imaginación y de las pasiones y de modo general, en las relaciones del cuerpo y del alma, que son una interpretación psicofisiológica de la vida llena de pasiones y emociones encontradas en ese universo de la lucha de imponer unos criterios y unas conductas, en que aparecen manifestaciones que demuestran un estado de anormal de la mente al matar sistemáticamente en la guerra.

Podemos pensar que las razones por las cuales los gobernantes expresan su vida en un mundo de misterio para hacerla mas apasionante, está limitada a la mera apariencia dentro de ese mundo sugestivo dado por las potencias de la energía o el espíritu que crean al ser humano.
La apariencia y la sugestión han sido características inconfundibles   en la política. Es común ver a los gobernantes y otros funcionarios en vehículos blindados con pitos y sirenas, para generar admiración e importancia, que es calificada con desmesura por la manera cómo actúan esos funcionarios pasajeros del tren de la burocracia. 

Se debe tener presente la fugacidad de la existencia, el albur de la vida. De ahí que aquellos conocen el alma de la apariencia y han visto varios gobiernos portarse de diferentes maneras toman distancia frente a las expresiones de quienes detentan el poder imperiosamente. Saben que es efímero y se va como el agua entre las manos.
Estos seres con experiencia están familiarizados con la adversidad y el incumplimiento de cada gobierno, no hacen caso, ni se perturban cuando el Presidente de la República, invita a una Constituyente no sólo para la paz, sino para evitar la corrupción, la violencia y demás problemas que el Congreso de la República no ha sido capaz de evitar con normas eficaces.
La cultura, la educación y la información son inaplazables para exigir el cumplimiento de los programas de los gobernantes  sin necesidad que lo digan los dueños de los canales de televisión y las revistas. Sólo así podremos tener el atributo moral y la fuerza para cambiar nuestro sistema político y judicial culpable en gran medida de los males del país.

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