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Opinión

La pasión de dominar

La pasión de dominar

Por: Edgardo Ramírez Polanía


La pasión es un sentimiento profundo que obliga a la acción de los individuos, es allí, donde está la íntima trama de nuestra naturaleza en lo que tiene de grandeza y brutalidad, como el amor que trasciende y rompe los siglos o el odio que genera los grandes problemas humanos.

La pasión de dominar a los demás mediante el poder, dice Robert Green en sus Leyes del poder, que para algunos es una costumbre insoportable no dominar porque creen que si no actúan de esa manera, se bajan del pináculo de poder que ejercen por su propia voluntad, que no es otra cosa, que las oscuras emociones que laten dentro de esos individuos por el sojuzgamiento y ofensas que han padecido en diferentes épocas de sus vidas.

Las pasiones están en cada estado anímico, en cada acto de la vida interior, en cada sensación, en cada recuerdo y en cada determinación de la voluntad, que se encuentra aprisionada en el alma inconmensurable de las personas que se expresa de distintas maneras como la poesía que hace escapar de la intuición la rica sustancia de la razón.

Las pasiones relativas a las artes que han surgido del poder de unos sobre los otros como en los grandes escultores como Miguel Ángel, quien trabajó para nueve Papas católicos desde Julio II hasta Pio IV, a través de las expresiones estéticas de las artes, que se ha dicho, han estado reservadas a almas selectas para la comunicación de las emociones que provocan reacciones profundas como la música, la pintura, la literatura, que no existirían sin la pasión expresada en  esos valores culturales de la humanidad.

La pasión produce energía que mueve, alienta los actos buenos o repudiables, a la cual se asocian otras igual de poderosas  que brotan del medio social, como la conducta que complica los contrastes  entre las personas donde aparecen más pronunciados en los negocios o la política, como lo afirma B.F Skinner en su obra Ciencia y Conducta Humana.

Ese resultado es debido a que nadie alcanza a conocer de modo integral el mundo orgánico ni síquico de los individuos que están colmados de complejas combinaciones y comportamientos y de sorprendentes e inesperadas reacciones.
Según el profesor Enrique Mouchet, las pasiones de los individuos están en el centro de las consideraciones humanas: ser amado, odiado, perseguido, generan dudas inseguridades alegrías, decepciones y angustias, porque toda nuestra vida está mezclada con alguna cantidad  de sufrimiento, que acentúa en forma extraordinaria nuestra propia conciencia de la existencia y aquella universal de ser opuestos por necesidades, tendencias e inclinaciones.

Frente a estas variables compartimos la vida en lo bueno, lo malo, lo elevado y lo despreciable, junto al espíritu refinado y culto, pero  la vida pone en orden ese caos en la vida interior y en la vida social, en la unidad dentro de la variedad, en la extrema complejidad, en el antagonismo y en las contradicciones.

La imposición de las creencias son un dominio de las pasiones, llámense políticas o religiosa. Desde luego, que el pensamiento crítico no implica estar alejado de todo gobierno o aceptar uno solo, conforme a las convicciones particulares. Kant, decía, que nuestras propias verdades de posición política, puede ser válidamente objeto de crítica, porque ésta no tiene que ver con el contenido sino con la forma de expresión del intelecto en sus argumentaciones. 

Las pasiones políticas cuando abrazan ideales de libertad son admirables, tienen como base un pensamiento autónomo y porque van contra el dogma. Sin embargo, cuando esa pasión se convierte en odio, se producen desavenencias de criterio que terminan con viejas amistades, lazos familiares y parejas, por las contradicciones, por un espíritu no crítico de las distintas vertientes del conocimiento humano, sino por la imposición de creencias  afectivas.

No existen verdades absolutas  y por lo mismo,  el criterio es distinto en los conceptos y las apreciaciones sobre los hechos sociales, pero esa verdad axiológica sobre la interpretación de los juicios de valor no resultan exentas de las agresiones escritas o verbales por quienes creen que lo que impera es su verdad y el convencimiento de los que  participan de sus convicciones.

La libertad de creer y opinar es agredida por el destructor de la libertad individual por el héroe servidor de nobles e inmortales ideales de las supuestas verdades únicas de los extremistas que promueven el odio y la violencia por la creencia que  en lo que creen los demás no consulta la realidad en sus distintas manifestaciones.

Las redes sociales son un instrumento necesario para el trabajo, pero lo han convertido en un medio de expresión de odio y radicalización en las ideas, de aquellos que se creen los dueños de la verdad y los portadores de nobles e inmortales ideales por “cuestión de principios”, para depurar a los enemigos porque piensan distinto, como decía “El Cóndor” el jefe de los criminales “pajaros” de la violencia, en la obra de Álvarez Gardeazábal.

Por eso, quienes tienen la pasión de dominar a los demás, han padecido de restricciones a su voluntad, imposición de sus creencias y convicciones religiosas o políticas, que ocasionan las conductas de querer hacer perder en las personas el derecho de su autodeterminación.

El dominio sobre los demás, se convierte en una necesidad de quienes tienen algún poder como la política, el dinero, el sexo o en la expresión de los intelectuales. A éstos últimos es difícil dominarlos, por eso son perseguidos en las dictaduras, por su imaginación exaltada y su aguda intuición para el razonamiento y al contrario, ejercen dominio por su capacidad de discernir y controvertir los fenómenos sociales.

La pasión irrefrenable de dominar a los demás ha llevado a los gobernantes a cometer actos repudiables que la justicia y la sociedad reprochan porque están contra las libertades debido a sus excesos en sus funciones, como acontece cuando privatizan y venden los bienes del Estado por menor valor en perjuicio del interés general.

La grandeza y la miseria de nuestra naturaleza humana aparece en plena luz justamente en las elevadas cumbres de la organización del Estado en una sucesión de gobiernos de despilfarro y corrupción por la pasión de dominar a la sociedad, diríase lucrarse de sus impuestos que han llevado al desconcierto y la incredulidad.

La pasión y la dominación, son el terreno fecundo de emociones que han sido la causa de las grandes obras de la humanidad y de la repetición de los estados emocionales destructivos como la ira y el odio que nos alejan de la realidad y de un sano y conveniente entendimiento social que debemos buscar si deseamos ser felices.

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