Opinión
Escribir para meterse en camisa de once varas
Por Germán Gómez Carvajal. - Periodista-Unibagué
El pasado 10 de febrero publiqué en el espacio de opinión de este medio, la columna No hubo reino más allá de la maleta. Texto que, de entrada, deduje como polémico porque en esta sociedad tan polarizada, tan de clanes, difícilmente se reflexiona en armonía.
Mi intención fue —y el texto lo logra— poner en escena un discurso que galopa en Ibagué y el Tolima, donde la belleza física estereotipada, se convierte en un atributo de canje, tanto de hombres y mujeres para ofertar o recibir.
Con una situación particular: la historia de Valentina Trespalacios aparece en el texto para dar contexto y un ejemplo notorio de los desenlaces nefastos que se dan en la mayoría de este tipo de relaciones.
También hablé de la responsabilidad de los medios de comunicación en esta dinámica casi naturalizada en la cultura nacional, del entretenimiento como animador de este andamiaje comercial, y del machismo, que al son de miradas, piropos y mensajes ratifican y enriquecen esa lógica del amor canjeable a su conveniencia.
También hablé del gusto por el silencio de los violentos y la preferencia por que este tipo de situaciones se traten por debajo de la mesa o bajo tierra, como en el caso de Valentina.
La nota logró su objetivo y varios lectores me hicieron llegar su apreciación sobre ella. Cosa que celebro porque un generador de opinión busca reacciones y yo ejerzo como uno de ellos en mi ejercicio como columnista.
- Puede leer: No hubo reino más allá de la maleta
“Debo señalar lo peligroso que resulta escribir en un territorio donde impera el analfabetismo funcional, el adoctrinamiento ideológico, la polarización discursiva, el servilismo político y otra serie de factores que hacen que lo escrito por uno se deforme por otro, por otros”
A mí los temas de género siempre me han apasionado, creo que en verdad el mundo establecido nos asigna roles acordes a lo que tengamos en medio de las piernas y eso me parece terrible y condenable. Creo que las mujeres están en un ejercicio de emancipación de este sistema patriarcal, lo cual aplaudo y apoyo. Y creo también que los roles asignados a los hombres nos pesan, nos fatigan y también nos matan.
No obstante, los temas de género cada vez más migran a ser discusiones de nicho, es dificilísimo convocar a la gente para reflexionar sobre ello y de a poco se hace más notoria esta tendencia. Para la muestra: un botón, basta revisar la baja participación de los tolimenses en la construcción de la Política Pública LGTBIQ+ del departamento, lo que hace que los asuntos de género tan relevantes estén enclaustrados y charlados por los mismos.
Por eso me la he jugado en escribir columnas como la mencionada para ampliar el rango de interacción, para involucrar a otro tipo de ciudadanías al debate, para pensarnos nuestras formas de relacionarnos en la cotidianidad.
Sin embargo, para ser honesto creo que existe una apropiación de la problemática por parte de ciertos sectores de la población, una única forma en la que otros quieren que el tema sea abordado, lo cual resulta curioso, porque si un externo como yo, lo hace, pues se mete en camisa de once varas.
A mi me resulta paradójico que cuando algunos expertos hablan de las víctimas, están visibilizando la problemática e incluso elevan dichos ejercicios a construcción de memoria histórica, pero si nosotros, quienes estamos exentos de la aceptación y la palmadita en la espalda lo hacemos, estamos victimizando.
Existe un celo extraño que busca excluir otras voces, situación compleja porque en efecto, los asuntos de género serán abordados desde los escenarios de siempre, bajo los voceros de siempre con las conclusiones de siempre.
En nuestra ciudad, las niñas están perdiendo la vida, las violencias hacia las mujeres se han naturalizado, existe una migración evidente de narcotraficantes que vienen a pavonear su riqueza en sectores exclusivos de la ciudad donde la carnada son los jóvenes ibaguereños a quienes con dádivas se les tuerce su escala de valores.
Hubo un comentario que me pareció clave en las interacciones de las redes sociales frente a la columna: “Ni me provoca leer esta vaina porque ya de entrada se le nota el prejuicio”, yo la leo y me rio, porque si es sarcasmo es un lujo de frase, pero si no lo es, asumir posturas de entrada, de buenas a primeras condenando un prejuicio, es un disparate igualmente risible.
Reflexionar en voz alta, es complejo. Te da amigos y enemigos, reafirma amistades y contiendas, celos u admiración. El precio de pensar en público es desnudar el alma, y con suerte, habrá personas que encuentren en ello valentía y valor. Otros que no tanto, y también es válido, porque la pugna es parte inherente del debate.
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