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Opinión

El ocobo marchito

El ocobo marchito

Por: Jhonny Lozano Bermúdez


Ya no florece, ya no tapiza las calles con sus copos rosa; ya ni siquiera está la expectativa de atestiguar su ciclo. El ocobo se quedó marchito y su jardinero no tiene cómo revivirlo. Desesperado, intenta fórmulas, pero ninguna le da vida a la corteza, ni a las ramas. Las hojas se mueren y cada vez la tristeza de verlo se hace mayor. 

El nombre científico del ocobo es el Tabebuia rosea, una especie nativa de esta parte del mundo que habita varias zonas de Centroamérica y el norte de Sudamérica. En los últimos años, el Deportes Tolima ha ido acrecentando su intención de adoptar al ocobo como un símbolo. Tal vez, todo empezó con esa tonada de la Revolución Vinotinto Sur “Las raíces de mi tierra” (una joya poética del canto futbolero). 

El año pasado, se institucionalizó el símbolo con la inclusión del ocobo en la camiseta del equipo. El hashtag #DelTolimacomoelOcobo pregonaba la llegada de la flor a la “piel pijao”.  El juego del equipo fue primaveral, los resultados fueron de cosecha abundante y el romance con la hinchada era idílico. 

Ahora el ocobo está marchito. No aparecen las soluciones. A la lista de lesionados se le suman cada vez más integrantes. La recuperación de Ibargüen parece distante. El nivel floreciente de Ureña y Rovira también se quedó sin pétalos. La esperanza de gol está puesta en un estéril Rangel. Torres busca abonos, fertilizante; intenta formas distintas, a veces equívocas, pero no hay cómo recuperar el brillo y la confianza.

Durante el ciclo de las tres finales seguidas, el Tolima solamente perdió 7 veces como visitante. 7 derrotas en más de 40 partidos en esa condición mostraban la solidez de un cuadro que tenía espíritu y tesitura de campeón. En esta edición de la Liga Betplay, el equipo lleva 3 pérdidas en igual número de presentaciones. El partido contra Santafé nos dejó en el puesto 16 de la tabla y nos puso la calculadora en la mano cuando no hemos llegado ni a la mitad del certamen.

El pesimismo florece. No hay, por ahora, señales de que nuestro ocobo vuelva a florecer y nos haga felices. Parece ser que nuestro destino esta temporada es padecer, mientras vemos el puesto 8 cada vez más lejos.

Esta semana tendremos la vuelta contra Medellín por Copa Colombia. El resultado en la ida nos obliga a ganar por dos goles en el Atanasio, una afrenta casi imposible con el nivel actual. Ya veremos si algún cogollo de flor empieza a despuntar o si definitivamente nos quedamos sin hojas, sin tallo y… ¿sin jardinero?

Nota final: Muchas gracias, Andersson Plata, el “carroloco” más cuerdo del fútbol mundial. Su paso por el Tolima nos trajo muchas alegrías.

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