Opinión
El facilismo de criticar a los medios de comunicación: la vieja confiable
Por Germán Gómez Carvajal - Periodista-docente Unibagué
Abordar la crisis de los medios de comunicación tradicionales, volcándose al periodismo raso y sus malas prácticas, es un lugar común entre quienes se creen pilos pero pecan de facilistas. Esa es la lectura más cómoda, la de responsabilizar al eslabón más débil de la cadena ante un problema lleno de variables que tiene en jaque a las democracias contemporáneas del mundo.
Yo que soy periodista de profesión y de corazón, me da cierta ternura cuando escucho a colegas de título— porque nunca han ejercido — dándole palo a los medios. Ignorando que esos medios que intentan democratizar la información y cumplir su función social, agonizan y se mantienen vivos, en su mayoría a fuerza de jóvenes aprendices, que por supuesto no se las saben todas.
Solo en Colombia, diarios icónicos como El Nuevo Día, El País de Cali, El Espectador, entre otros, se han declarado en quiebra o por lo menos en una situación económica nefasta, que difícilmente les permite operar, y por supuesto si lo hacen, lo hacen a medias.
La erudición de antaño que acompañaba al periodista ha cesado porque muchos criticamos el periodismo, pero pocos estamos dispuestos a encerrarnos en las salas de redacción, en los canales de televisión regionales, o cabinas de radio, devengando algo más de un salario mínimo, 1.700.000 pesos, que es el promedio nacional del salario de un periodista en Colombia, abordando las cifras con buen semblante y considerando en el universo de los números, los altos salarios de periodistas estrellas que brillan en Bogotá, una minoría diminuta.
Varios periodistas de radio en Tolima, por ejemplo, fungen como asesores comerciales ya que son los mismos locutores quienes venden pauta, porque la realidad financiera de las emisoras no da para más.
Reto uno: el periodismo no debería tener precio, pero realizarlo cuesta
Es ahí, justo ahí, que surge la primera variable en su orden, y es el factor económico, el modelo de negocio retado ante nuevas dinámicas. ¿Cuántos de nosotros apoyamos el periodismo?, ¿cuántos de ustedes mis lectores amigos pagan suscripción en algún medio de comunicación informativo? ¿Cuántos pagan Netflix?
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Juguemos ahora al empresario: ¿si usted es empresario qué espera cuando invierte en pauta? ¿Cuáles son los escenarios de mayor visibilidad hoy en día para pautar?, ¿ya va usted querido amigo lector, agarrando la onda?, las reglas del juego cambiaron.
¿Por qué los medios informativos tradicionales están cerrando? ¿A dónde están migrando la ciudadanía en busca de información? ¿Qué hace que los creadores de contenidos estén en bonanza? ¿Existen acaso nuevas formas de informarse?
El modelo de negocio de los medios de información tradicionales no anda y todo se pauperiza, las instalaciones, los trabajadores, los contenidos y las proyecciones. El futuro de los medios depende de la capacidad de innovar de quien tiene el timón al mando y de quien lo consume.
Dificultad dos: información vs entretenimiento
La tecnología avanzó, pero las formas de narrar en los periodistas de vieja data no tanto, dejando entonces un vacío generacional, que ha sido aprovechado por los jóvenes quienes marcan las tendencias (aquello que los viejitos llamaríamos la línea editorial) en el ecosistema virtual.
El clickbait no es una práctica que aparezca en los medios de comunicación informativos de gratis, es un intento del periodismo por ser leídos o escuchados, por patalear en ese mundo saturado de entretenimiento y ficción que poco espacio tiene para lo noticioso, lo profundo, lo racional.
Esos títulos pomposos tan condenados por la academia, son una estrategia del periodismo de oficio diario, por abrirse paso ante las luces de lo ligth y captar la atención de una sociedad que busca constantemente ser divertida, entretenida, ávida de historias.
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Para los periodistas de hoy no basta contar la verdad, deben afinar el componente estético, explorar varios formatos, vestir la noticia de la manera adecuada para que por lo menos le abran la puerta.
Podríamos caer en lo puritano y negarnos a transformarnos, pero ello representa caer en un campo de acción chico, en ser periodistas de nicho, de corto alcance, el periodismo históricamente ha sido remecido con el surgimiento de nuevas tecnologías, y la aparición de la internet nos ha dado tan duro que aún seguimos llamando nueva tecnología a un fenómeno de más de 20 años en Colombia.
Oportunidades complejas: que la inteligencia les dé para entender la estrategia del mango bajito
Los noticieros han erradicado casi por completo las antiguas unidades investigativas, salvo algunos que se resisten y utilizan la técnica del mango bajito, una revelación a modo de secreto que me compartió, uno de los mejores periodistas de Colombia, a mi parecer, con quien comparto el mismo desafío generacional: hacer que el periodismo siga siendo viable.
Cuenta Simón, que la estrategia del mango bajito consta de manejar noticias de poca monta, de gusto popular, de trivialidades que nos despiertan como humanidad morbo. Que el tráfico de esas noticias, permiten ganar notoriedad en la sociedad, por ende, públicos, por ende, pauta. Y que, con ese dinero, es entonces posible financiar investigaciones relevantes para el país, con personal calificado, herramientas de trabajo optimas, viáticos para andar por la Colombia profunda y sobre todo seguridad.
Una solución pragmática, pero funcional para que el periodismo pueda seguir siendo contrapoder y no servil. Una propuesta más pertinente que la de aquellos que recitan que el agua moja, que los periodistas son villanos y los noticieros sus fortines, porque en su día a día, por ignorancia o inocencia, meten en su saco genérico sin diferenciación a un medio de ciudad intermedia con medios nacionales con dueño banquero.
El buen periodismo cuesta y aunque es una obviedad, saquen las cuentas de cuánto puede costar enviar a dos periodistas al Darién, por ejemplo. El periodismo de preguntas y contra preguntas, de contrastar fuentes, de no tragar entero es de largo aliento y de bolsillo amplio.
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Según la más reciente encuesta publicada por la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP), el 17 % de los periodistas encuestados no son remunerados, el 13% por ciento ganan menos de $ 1'014.980 y el 17% entre $ 1'014.981 y $ 2.000.000.
De aquella muestra, solo 35 % cuenta con un contrato laboral, mientras que 26 % lo hace por prestación de servicios, 16 % voluntariamente, 10 % es freelance y 10 % depende directamente de la publicidad que consiga para el medio.
La realidad es que el periodismo es un barco que naufraga, pero que como sociedad queremos verlo de lujo e icónico, en conchudez extrema le exigimos calidad sin pagar tiquete.
Un gremio fatigado al que le servimos golpes cuando añora alas.
La Generación Z como guardianes del periodismo
El periodismo no está en crisis, lo que está en crisis es el viejo modelo de negocio. Los muchachos no hacen crónica periodística, ellos hacen Storytime, un formato narrado de manera informal que les permite contar a sus audiencias un suceso con pelos y señales.
Ellos no hacen infografía, ellos hacen un Top Ten, de los mejores planes en las ciudades o un top five de las embarradas del alcalde de turno. Entendidos y sincronizados con las plataformas de sus públicos.
Ellos no hacen entrevistas, ellos stremean a largo aliento, pueden sostener diálogos hasta de 4 horas. Son pilosos en sus formas y trabajan con mucha facilidad en grupo, en un mismo podcast te pueden conectar con la cantante de turno y un amigo friki que está apasionado por una constelación en específico.
Existe una nueva generación en boga que ha venido marcando la pauta, que ha logrado migrar a sus espectadores fortuitos a comunidades que los siguen, los periodistas nos hemos quejado de la inmediatez y sobre todo de la brevedad, pero estos pelados nos han dado cátedra, con los contenidos cortos seducen e invitan a lo extenso, con la trivialidad hacen llamado a lo urgente.
Es por ahí, aprendiendo de ellos y ellos de nosotros los más adultos, por donde hallaremos soluciones, viabilidad, resurgimiento. El periodismo es un oficio apasionante al que vale la pena decirle mil veces sí, una profesión no apta para cobardes, donde la astucia, producto del entrene de los sentidos, vive en función de no tragar entero.
El periodista de vocación vive revestido de gallardía y deseo de justicia y por supuesto que necesitamos muchos más de esos jóvenes aventados en un país como el nuestro, donde poner en entredicho y enredar la pita es la manera habitual de las personas para salirse por la tangente, criticar al periodismo y no hacer nada para transformarlo no tienen nada de novedoso, es la manera más corriente y facilista de lavarse las manos e incluso parecer inteligente sin ni siquiera tener una pizca de contexto, como dicen los chicos de la generación Z: La vieja confiable.
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