Opinión

El engaño, una práctica peligrosa

El engaño, una práctica peligrosa

Por: Edgardo Ramírez Polanía
Doctor en Derecho


El engaño se ha definido como la manera de ocultar la verdad, mentir y manipular a las personas para mantenerlas en una creencia no corresponde a la realidad.

En el abuso del poder a quienes se hacen delegaciones de las distintas profesiones y oficios cuyos resultados no corresponden a la realidad, existe el engaño que ha sido causa de las peores confrontaciones.

Esa práctica ha sido usada por comerciantes, profesionales de las distintas ramas de la ciencia de los oficios y los gobiernos para alterar la verdad que ha sido el fundamento de la pérdida de la confianza para el normal progreso de la sociedad.

Quien engaña a los demás tiene una característica y es la extroversión, la frialdad afectiva, el deseo irrefrenable por obtener beneficios a costa de otros y pasiones escondidas que han sido consideradas por filósofos como Ortega Y Gasset: “un estado patológico que implica una defectuosidad del alma, en manía todo germen que en ella caiga”.

El engaño provoca un hecho negativo que contraviene el bien y la realidad, que corrompe a la familia, los poderes públicos y el sector privado, al no ofrecer credibilidad y confianza las actuaciones entre los individuos mediante la deslealtad y la traición como los males que acosan a las agrupaciones sociales.

Desde la antigüedad ha existido la práctica peligrosa del engaño que ha dado al traste con la estrecha relación de las familias, los gobiernos, los negocios y las relaciones humanas, que ven en el diario vivir esa mala costumbre que atenta contra los valores indispensables de los seres humanos.

Decir mentiras no es delito. Pero si se obtiene provecho mediante engaño al inducir en error a otro sí es delito y es lo que acontece con algunos profesionales que validos de la buena fe de sus víctimas, los esquilman o se apoderan de sus bienes.

Donde no existe confianza como fundamento esencial de la vida en común, no puede existir la verdad, ni la certeza de los valores supremos del espíritu, la verdad, o el amor, que permiten, la paz y armonía de la sociedad.

El engaño en las relaciones humanas es funesto porque las fuerzas y elementos de la naturaleza son creadoras de información falsa en las distintas facetas de su expresión, que producen en el individuo receptor una sensación de verdad, que al descubrir su real función que es la mentira, esa acción choca contra los preceptos morales y produce reacciones adveras como la frustración el odio o la protesta.

La vida en común sin entendimientos recíprocos ha sido en ocasiones objeto de engaño como una forma de agresión que no permite la saludable paz de los hogares, que trae como consecuencia los divorcios y pleitos que le dan el verdadero rostro al odio, ese mal que se anida en las almas viles causando daño a la familia y la sociedad.

El engaño a través de la mentira ha sido una de las consecuencias de la incredulidad social. Para algunos consiste en no decir la verdad a sabiendas en caso judicial, que la convierte en falso testimonio.

Mentir puede consistir en afirmar una falsedad o negar una verdad, para esconder un error o un delito o ligada a la salud mental en casos de mentirosos compulsivos.

Las actuaciones que carecen de verdad por parte del Estado y otras instituciones, son las que han llevado a la sociedad a darse cuenta de las mentiras y abusos que han generado la ira y la protesta social y el deseo de un cambio, debido a la falla de las promesas en una sucesión interminable de incumplimientos de una época tras otra donde sólo cambian los lemas de los gobiernos con el propósito común del engaño.

Sin embargo, frente a esa clase de malsanas actitudes, el mejor amigo de la verdad es el análisis confiable, el tiempo y su compañera la humildad. Por tal razón, no se debe confiar plenamente de todos aquellos que bajo el ropaje de la mentira expresan el engaño como sucede con algunos políticos, religiosos, curanderos y otros profesionales que han invertido los valores.

El engaño en las personas es un defecto de la personalidad para obtener provecho de los demás, por lo cual, al mentiroso no se le debe creer nada en absoluto de aquello que dice o hace como verdadero.

Maquiavelo dijo: “El que engaña encontrará siempre quien se deje engañar”. Ello, debido a que ha existido en las promesas y los negocios un sugestivo incumplimiento que utilizan aquellos de bajos procederes para abusar de la ignorancia o la buena fe.

Quienes mienten simulan o aparentan ser benevolentes pero en el fondo son hipócritas. Se ha dicho que “la hipocresía es el homenaje que el vicio ofrece a la virtud”.

El arte de agradar es el arte de engañar propio de gentes de distintas artes y oficios que buscan una víctima para que les deposite su confianza y resulta ser un sujeto indigno que abusa del depositario, que puede ser una agrupación, una viuda  o un huérfano al cual se le engaña y sustraen su derechos o sus bienes  sin la menor compasión.

El engaño es una práctica peligrosa inaceptable que no se debe permitir para que la sociedad pueda ejercer con tranquilidad sus derechos y libertades humanas.

Artículos Relacionados

Noticias Recientes


Etiquetas

Edgardo Ramírez Polania