Politólogo y Magister en Relaciones Internacionales y Diplomacia. Staffordshire University, Inglaterra.

[LetraCapital Letra="F"]ue un shock no solo para los estadounidenses sino para el mundo entero que el próximo presidente de la Unión Americana sea el controvertido billonario Donald Trump. Es el presidente número 45 de la Superpotencia, triunfo sobre la veterana y muy establecida Hillary Clinton, quien es una de las figuras más reconocidas de la política local y mundial ya que fue senadora por Nueva York, así como ex primera dama de la nación. A nivel mundial la reconocen no solo por ser la esposa de Bill Clinton, también por su rol como Secretaria de Estado, considerado este el segundo cargo más importante dentro de la jerarquía de gobierno norteamericano.

Ya no importa si el nuevo presidente hace que México construya un muro para separar las dos naciones o que China sea vista como un manipulador de su moneda o vista como la causa primordial de la desindustrialización del país. Lo que sucede en Siria o Corea del Norte, con todo lo que implicaría para el mundo árabe o la cuenca del pacífico respectivamente, de seguro calmara el lenguaje y accionar del nuevo presidente, así como muchos otros asuntos dentro y fuera de los EE.UU.

De la misma manera, ya no importa tanto como en campaña si el nuevo líder de la nación desmonta Obamacare (programa de salud promovido por Obama) y millones de personas se queden sin salud. Digo que ya no importa porque el presidente Trump encontrará que implementar estas y otras promesas que hizo en campaña no es tan fácil como se cree y las realidades de gobernar dictan que tales promesas quedan en nada.

Creo que lo más importante de esta elección en el país del norte es él, porque una persona con tan sonadas y problemáticas propuestas pudo ser elegida presidente del que se considera el país más importante del mundo. La “politiquería” de Trump hizo pensar a muchos que nunca llegaría a tan importante lugar, ya que las normas de la civilidad y respeto dicen que no puede ser así.

Sin embargo, se pudo comprobar que los que lo eligieron fueron esas personas que por mucho tiempo no votaban para presidente y que aunque saben que lo que él propone es no posible por lo ya mencionado, también saben que en una democracia cada cuatro años tienen la oportunidad de darle una lección a los políticos establecidos con sus lenguajes flojos y camaleónicos, que aunque les sirven para no antagonizar gran parte de los ciudadanos, también es suficiente para llevarlos a sus cargos públicos con los votos suficientes y seguir haciendo lo mismo que antes: gobernar para ellos mismos.

El triunfo de Trump puede ser interpretado de muchas maneras y estoy seguro que la historia futura les dará la razón a muchos porque este controvertido político es poseedor de esa personalidad de incertidumbre.

Pero volviendo a la pregunta que se hace arriba de esta columna, creo que la respuesta no puede ser solamente una sino las dos cosas: ganó la politiquería porque así lo permite la democracia; aquellas mayorías silenciosas que saben el poder del voto pero que poco lo usan al no encontrar en quien depositarlo, mientras que al mismo tiempo le dan la oportunidad a una persona fuera del circulo que les brinda algo nuevo, aunque todos saben que no va ser así.