Por Carlos Hernán Mora Gómez 
Memorias para educar en y para la felicidad
*Ingeniero-docente

Recientemente, me encontré con un video en redes sociales capturado durante la celebración del Año Nuevo 2024, muestra un fenómeno que, como educador, me ha llevado a una profunda reflexión. En el video, al llegar la medianoche, en lugar de presenciar los tradicionales abrazos y expresiones de cariño, lo que vemos es un mar de personas inmersas en sus dispositivos móviles, grabando el espectáculo de fuegos artificiales. Este comportamiento refleja un cambio significativo en la forma en que vivimos y compartimos nuestras experiencias.

El inicio de 2024 nos presentó un espectáculo inolvidable: un cielo iluminado por fuegos artificiales, una tradición que nos conecta con la alegría y la esperanza del nuevo año. Sin embargo, este año, algo fue diferente. Al sonar las campanadas de medianoche, en lugar de abrazos y risas compartidas, predominaron las pantallas luminosas de los teléfonos móviles, capturando el momento para las redes sociales. El video que encapsula esta realidad se ha vuelto viral, llevándonos a reflexionar sobre el impacto de las redes sociales y la tecnología en nuestras vidas.

 

 

 

 

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No podemos ignorar la influencia de estos cambios en nuestra sociedad. Por un lado, la tecnología nos ha brindado herramientas increíbles para capturar y compartir momentos. Sin embargo, en el afán de publicar la experiencia perfecta, a menudo nos desconectamos del presente. Este fenómeno no solo afecta la forma en que interactuamos en eventos sociales, sino que también tiene implicaciones más profundas en nuestras relaciones personales y nuestro bienestar emocional.

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Es esencial encontrar un equilibrio. Las redes sociales y los dispositivos móviles son parte integral de nuestro mundo, pero no deben reemplazar las interacciones humanas genuinas. Debemos ser conscientes de cómo y cuándo usar estos recursos, para asegurarnos de que enriquezcan y no empobrezcan nuestras experiencias vitales.

Este video viral de la nochevieja de 2024 nos invita a reflexionar: la próxima vez que se presente un momento digno de ser recordado, ¿optaremos por vivirlo a través de una pantalla o decidiremos sumergirnos plenamente en el abrazo cálido de la experiencia humana?