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Opinión

2026

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Por John César Morales - Administrador de Empresas-Comunicador Social


La red social X (antigua Twitter) resulta un termómetro interesante para “medir” sobre todo posturas de los llamados líderes políticos, quienes a diario lanzan sus dardos y se enlazan en puyas insípidas, febriles y desgastadas, que la mayoría de los colombianos ni leen.

Dos trinos sirven para retratar lo que pasa hoy a nivel político en Colombia: uno de la cuenta @omar_comunes que reproduzco en su totalidad: “la nieta de Guillermo León Valencia, está peleando con el nieto de Carlos Lleras Restrepo, porque parece que el nieto de Julio César Turbay, amigo del nieto de Misael Pastrana, está pagando encuestas con resultados falsos, para perjudicar a la nieta de Alejandro Cabal Pombo y así trabajar con el sobrino de Álvaro Gómez, para cederle la presidencia del 2026 a la nuera de Lucas Gnecco”.

Otro de la cuenta @DiegoASantos en relación con las marchas de oposición programadas para el día de ayer en el país, el cual reproduzco: “la oposición sin mentiras. La marcha de Bogotá no fue buena, líderes políticos, salvo unos pocos, ausentes. La gente está mamada de Petro, pero también de nosotros. El país está roto y cansado”.

La primera patada sobre el juego lo dio en días pasados Vicky Dávila, quien anunció su futura candidatura presidencial en un movimiento por firmas. Ardió Troya, Dávila, cercana a las ideas del uribismo, con su sola intención, generó un terremoto al interior del Centro Democrático, donde hace años hacen cola, juiciosas y estoicas, Paloma Valencia y María Fernanda Cabal, esperando el anhelado guiño del veterano zorro político.

Uribe, guía supremo de la derecha, ha demostrado que ninguna de sus dos pupilas le llena el pecho. En la pasada contienda electoral al Congreso, por ejemplo, prefirió poner cabeza de lista a Miguel Uribe Turbay, por encima de Cabal, que venía de ser una de las más votadas del país. Sin olvidar que en la pasada elección presidencial el uribismo se decantó por Federico Gutiérrez. Miguel Uribe ya recorre el país consiguiendo apoyos, como el que anunció Carlos Edward Osorio en el Tolima, mientras María Fernanda Cabal se decantó por la estrategia propositiva a través de un video, en donde echó mano del viejo y desgastado recurso del diagnóstico nacional.

Por el lado de los partidos tradicionales, es probable que decidan ir con candidato propio a la primera vuelta. Los liberales, debilitados por la pasada Convención Nacional del partido, la tienen más difícil, para nadie es un secreto los cismas internos del trapo rojo; Gaviria, amo y señor del liberalismo seguramente se decantará por algún político de reconocimiento nacional, en donde Luis Fernando Velasco, uno de los más mediáticos de esa colectividad, no será tenido en cuenta.

Los conservadores, fieles a su disciplina de partido, seguramente irán con un candidato “nuevo” como lo hicieron anteriormente con David Barguil, pero, a decir verdad, con excepción de Efraín Cepeda, no hay otro miembro del partido que tenga eso que llaman “talla presidencial”.

El progresismo tiene un camino sinuoso, la avasallante figura de Petro, hace ver minúsculos a sus posibles sucesores. El presidente, igual viejo zorro, lo sabe, y por eso trata denodadamente de unificar la izquierda en torno de un único partido que enfrente la campaña presidencial; mientras la derecha ondea varios nombres, el petrismo no se atreve a dilucidar ninguno, de la unidad depende el futuro, pero el tiempo es corto y la heterogeneidad de los movimientos que comparten ciertos ideales progresistas dificulta una acción unificadora integral.

El centro es quizás la postura más incierta del panorama. Aunque de primera mano, agrupa nombres reconocidos como Claudia López, Alejandro Gaviria, los hermanos Galán o el eterno Sergio Fajardo, los resultados electorales no les avala un futuro halagüeño, el centro necesita apoyos de todas las esquinas y su capacidad de integrar a nivel nacional es escasa, tal vez tengan en Bogotá su gran fortín electoral.

Por último, aparece la figura del “outsider”, aquella figura “ajena” a la política tradicional que recoja a través de un discurso simple, el cansancio y la ruptura popular con los movimientos mesiánicos de izquierda y derecha, como lo hiciera Rodolfo Hernández en la elección pasada. Esta posibilidad es latente, y está creciendo de manera oculta, puede ser que el nombre del próximo presidente de Colombia se esté cocinando en la sombra…

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