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Crónicas

Quince años del nuevo Palo de Mango.

Quince años del  nuevo Palo de Mango.

Una llamada del periodista Harold Bonilla preguntando por   la salud de Ibagué en Flor, motiva esta nota que relata  un acontecimiento  del paisaje urbano de la ciudad.

En la plaza Manuel Murillo Toro, un hermoso árbol, ha compartido sus frutos y su sombra, según cuentas desde hace casi 160 años y le ha dado el nombre al edificio del frente: Palacio del Mango, sede de la Gobernación del Tolima.
A finales del siglo pasado el viejo mango comenzó a enfermarse, fue descargando sus escasas ramas  y dicen que  entró en estado de coma luego de las obras realizadas para peatonalizar la carrera Tercera.

Fueron muchos los llamados ciudadanos hasta que el ingeniero forestal Rubén Darío Echeverry logró gestionar los recursos para aplicarle tratamientos clínicos  a  sus múltiples dolencias, hasta el suministro  de sueros con agujas en su añoso tronco. Pero nada valió. Finalmente  la  Alcaldía de Rubén Darío Rodríguez, respaldó la propuesta para hacer  un trasplante y ahí se armó el debate.

Los lustrabotas del parque liderados por  Heriberto Bogoya, que llevaban un tiempo  cuidando la semilla de un hijo  que crecía  al pié del viejo tronco, amenazaron con una demanda penal si no tenían en cuenta a su lánguido heredero. Por la radio el exministro  Roberto Mejía, contó que en su finca crecía un hijo del mango en mejores condiciones y que ese podría ser el donante. El criterio final lo dio una junta de agrónomos y forestales que recomendaron recibir la donación de un mango adolescente donado por los vecinos del barrio La Castellana.

En los noticieros y periódicos  se volvió tema del día. Entonces  en  la tienda de Dorita de la calle 12, se hicieron reuniones secretas porque se decía que habían grupos de ciudadanos que  se oponían a tan cruel procedimiento contra un árbol que no estaba muerto, porque asomaba unas hojitas verdes de vez en cuando, un mango tan querido y testigo de tanta historia callejera,y que no dejarían tumbar este  patrimonio de Ibagué.

Con los delegados de la Alcaldía, Ancízar Carrillo y Gustavo Picón, el pintor Edgar Varón y el abogado Jesús Alberto Cortés; Echeverry  escogióel martes en la noche, víspera del festivo entresemana.Sería una operación rápida, alegre y  sin dolor.

Entonces, se organizó una celebración artística del cumpleaños número 144 del insigne tronco. Ese día, a las  6 de la tarde Carlos Castillo colgó en un poste de la Luz un poema dedicado al palo de mango y se vinieron detrás,ungrupo de personas que leyeron poemas y alegorías,  narraron anécdotas e historias y hacia las nueve de la noche la serenata con 35 músicos de la Coral Musical hizo llorar a más de uno, con una nostálgica canción de los Trovadores de Cuyo: “Arbolito sos testigo”.

Todo iba muy bien, entre canciones, lágrimas y jolgorio,la gente se tomaba la última foto con el abuelo mango, hasta cuando sonó la motosierra elevadaen  una grúa y empezó la  faena que prendió los ánimos de un borracho que se la montó con enfurecidos reclamos a los operarios y a los poetas que acompañaban a Castillo, Ebroul Triana, Jairo Polanco y Jesús Alberto Sepúlveda. La escaramuza de la velada la calmó el frío de la madrugada y la policía que controló a los vecinos, quienes  hicieron fila durante el día para reclamar las rodajas  del corte que guardan como recuerdo del árbol querido.

Amaneció  el festivo patrio y la excavación para el trasplante no terminó porque un barretón reventó la red de acueducto y en el recorrido del  barrio La Castellana ala plaza Murillo Toro, se trancó la caravana con las ramas del nuevo mango enredadas con las cuerdas de la luz.

El Nuevo Día en primera página publicó una foto, de la plaza sin  el palo de mango y  narraba las peripecias y dificultades del  trasplante  por las fallas del remolque y  los dañoscausados por el traslado;mientras Venus Quiroga encargada por Corcultura, con José Antonio Vergel y Cecilia Rojas, entregaban  flores y hacían firmar a los noveleros y preguntones, un libro del compromiso ciudadano con el cuidado de la flora urbana, actividad que al lado del ritual  indígena de Julio Villabón logró calmar la  impaciencia ciudadana que por más de 24 horas esperó noticias del nuevo mango.

El miércoles 20 de julio del 2005 en la noche, quedó sembrado el nuevo árbol, que requirió también un tratamiento especial pues las cadenas le dejaron el fuste despellejado. Del tronco viejose encargó  al escultor Edmundo Faccini, quien después de un tratamiento a la madera le dio su toque de escultura, pieza que aún espera la promesa de un lugar más público, lo mismo que los poemas del poeta Castillo, a quien unos días después lo atacó la malvada muerte.

Ese mismo año, logramos con la presentación de Ursúa, la novela de William Ospina,realizar el primer festival Nacional de Poesía y Narrativa Ibagué en Flor, como reconocimiento a la florescencia natural de los ocobos, evento  que nació en esa noche de locura como un reto para exaltar año tras año, la poética de la ciudad.

  • Por: Víctor Sánchez, Gestor Cultural.
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