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Crónicas

Las aguas que corrían por las calles de Mariquita eran milagrosas

Las aguas que corrían por las calles de Mariquita eran milagrosas

En Mariquita, la Ciudad Frutera de Colombia, las aguas inundaban las calles. Desde 1985, cuando ya el calor no parecía normal sino una advertencia, pensaron que soltando la acequia del Canal Rada se refrescaría el pueblo, o al menos las calles, que de caminos vaporosos pasaban a ser pequeños arroyos.

Antes el clima de Mariquita era perfecto. En el siglo XVII los Virreyes nombraron a Mariquita como lugar de veraneo, pues desde el Nevado del Ruiz bajaban brisas que no se chocaban con ninguno de los edificios que hay hoy en día. Los ríos Guarinó, Gualí, Cuamo y Medina rodeaban al municipio.

Las bocatomas del Canal Rada, el conducto de riego más grande del municipio, se soltaban con la esperanza de que la evaporación del agua trajera consigo algo de lluvia sobre el pueblo y se bajara un poco las altas temperaturas que ya desesperaban.

A veces llovía al día siguiente de soltar la acequia y esa correspondencia se volvió tradición, y esa tradición se mantuvo por años.

Mario Reina nació en Mariquita, es pensionado de la policía y dice que la acequia la sueltan desde hace muchos más años. Cuenta, con nostalgia, que la idea era lavar al pueblo de culpas, dejar las almas limpias como niño recién bañado.

Ese canal lo abría el padre Jacobo, que nosotros le decíamos "La Muerte" porque usaba traje negro. Lo que hacía el padre era soltar una parte del Río Gualí, que llamaban la acequia, eso salían dos canales que ahora se llaman Canales Rada y eso inundaban todo el pueblo, pues decía él que para refrescar y para que la gente no pecara tanto por culpa del calor. El calor hace a la gente pecar, decía el padre que en paz descanse.”

Para los niños que salían de los colegios no era un día normal el día en que soltaban la acequia. Cómo iba a ser normal si un río aparecía en la mitad de la calle. De los cuadernos salían las hojas hechas barcos de papel que se acompañaban arroyo abajo hasta que el camino a casa terminaba. Ahí seguía el barco solo, cedido a los niños que vivían más abajo o perdido a la vera de la corriente.

Mauricio Cárdenas tiene 27 años y cuando soltaban la acequia todas las semanas aún estaba en el colegio.

“Además la gente decía que el agua de la acequia tenía poderes curativos  porque venía del río Azufrado y entonces la gente mayor también se metía para curar el reumatismo. Pero eso al final con lo que salía uno era con un bigote de barro todo feo. Pero decían que las aguas eran milagrosas”.

De los barrios finos de la parte alta del pueblo bajaba el agua hasta los márgenes, donde estaban los barrios menos afortunados, arrastrando palos, hojas y basura. Todo quedaba tan fresco como después de una lluvia, las calles mojadas, lavadas por la corriente limpiadora y evocadora de lluvia.

Cuando soltaban la acequia, dicen todavía en Mariquita, llovía al otro día. No era que lloviera la mayoría de las veces: llovía siempre. Era tan seguro que cuando comenzaba a correr el agua todo el mundo ya pensaba en el día lluvioso que venía. La lluvia era un decreto. Alguien, una mano divina, decidía que debía llover y pum, no era necesario nada más.

Ahora dicen que el desperdicio de agua es incensario y es posible que los ríos no vuelvan a cruzar las calles. Hace mucho que no dejan que el agua corra. Estos días ha llovido mucho en Mariquita. Parece que así va a tener que ser de ahora en adelante.

Textos: Camilo Jiménez

Fotos: Suministradas por San Sebastína de Mariquita (Tolima)

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