Crónicas

La joven ibaguereña que recorre Sudamérica en bicicleta

La joven ibaguereña que recorre Sudamérica en bicicleta

Lovely Daniella Osorio Morantes es una joven ibaguereña de 28 años, que el 22 de febrero de 2019 tomó su bicicleta y emprendió la gran aventura de su vida. Pedaleando llegó a la amazonia, se cruzó al Ecuador, atravesó cordilleras, nevados, bajó al Pacífico y por la costa se dirigió de nuevo a los andes, ahora de Perú. La pandemia la ha retenido en el país inca, pero ya vislumbra su paso a territorio boliviano.

La relación con las bicis fue amor a primera vista. “Siempre fui inquieta y mamona, según mi mamá. Me subía a todo. Tuve algunos accidentes y siempre me levanté buscando la siguiente aventura. Aprendí a montar bicicleta en una tarde sin ninguna caída, fue natural, cuenta Daniella.

Tras una infancia marcada por las mudanzas y cambios de ciudades, regresó a su natal Ibagué para estudiar en la Universidad del Tolima. Logró graduarse como comunicadora social – periodista.

Escuchó su corazón

Tomé la decisión del viaje tras una cadena de rupturas psicológicas, recién me había graduado y cambiado de ciudad y estaba buscando qué ser, quién ser. Tras nueve meses de aquí para allá empecé nuevamente a escuchar mi corazón y emergió el sueño de siempre, de descubrir el mundo como una vagabunda espiritual, encontrarme en situaciones nuevas y emocionantes, con culturas diferentes y paisajes distintos”.

Como apenas era natural, su familia se tardó en comprender su decisión. Significaba que quizás no la verían de nuevo en varios años. “Se dieron cuenta que hablaba en serio y que eso era lo que yo quería para mi vida. Desde ahí y hasta ahora son una fuerza motora y un apoyo incondicional que crece en la distancia”, recalca ella.

La bici, su principal compañía

Dice que no le teme a la soledad, por el contrario, la disfruta. Por eso su bici es su única y gran compañía en el viaje. Si bien ha compartido algunos días de pedaleo junto a otros cicloviajeros, explica que “no estaba dispuesta a compartir las decisiones del viaje con alguien más. Quería completa libertad mental y física de reinventarme. Me gusta mi soledad y el silencio, es una oportunidad maravillosa de autoconocimiento”.

Hasta ahora la supervivencia, la mayoría de veces a la intemperie, a Daniella le ha resultado un reto, pero de ninguna manera un motivo de lamentación. En sus alforjas carga ollas, alimentos, abrigos, sleeping, una carpa, entre otros elementos que le resultan de primera necesidad.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

La autonomía de movimiento que le da a una montar en bicicleta, bien podría definirse como libertad. Sensorialmente el viento le comunica al cuerpo que la vida es buena, que está bien ir a tu propio ritmo y entenderse, afloran las capacidades corporales que no creías posibles de ti misma y eso es sencillamente increíble. También es una actividad mental, yo ahora puedo pasar más de seis horas pedaleando, y todo porque trabajo la resistencia, pero no con dolor sino por la diversión de empujar los límites de mi mente, de verme envuelta en situaciones que nunca hubiera imaginado y que se convierten en la oportunidad perfecta para recurrir a la creatividad y seguir pedaleando. La bicicleta es la política de la felicidad, mejora el ritmo cardíaco y se es más consciente del boom boom del corazón, puede ser una actividad muy meditativa. De manera simbólica la película de tu vida pasa frente a ti pero no te detienes en ningún pensamiento porque estas en el aquí y ahora donde tienes que continuar, así aprendes que no se trata de meditar en la nada sino de no identificarse con ello. Dejar pasar los pensamientos como las nubes en el cielo. Nueva entrada en el Blog, sigan esta histora aquí: http://ngongoroko.com/una-historia-de-libertad-el-oceano-y-una-bicicleta/ . #soycicloviajera #biketravel #subeteamibici #bikegirl #likeaoudoorwomen #biketocamp #warmshowers #biketocamp #dreamscometrue #freedom #libertad #océanopacífico #ecuador

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Vegetariana

En cuanto a la alimentación, asegura que ser vegetariana no le ha significado un dolor de cabeza. “Me encanta cocinar, experimentar y siempre me preparo los alimentos. Muy pocas veces voy a restaurantes. Cuando me quedo con la gente, aprovechamos para conocer nuestras gastronomías y siempre respetan que no coma carne. No es ningún problema ser vegetariana, me siento muy saludable, sostiene la joven ibaguereña.

No lleva ningún afán, mucho menos tiene una ruta marcada. Cada pedaleo y latido del corazón le indica el camino. No tiene reparo en detenerse en medio de la nada y contemplar y escribir. Y es que no solo es una cicloviajera, sino también “una cronista”. 

Escribir, escribir

“Escribir lo hago casi a diario, especialmente en ruta, en las noches solas en mi carpa, donde no hablas con nadie y mejor empiezo a hablarme a mí misma. Me cuento todas las historias y emociones que acabo de vivir, para en un segundo momento ordenar esos apuntes de bitácora. Escribir es más un proceso de reescribir antes que alguna inspiración divina. Mi cotidianidad me da mucho que contar. Las novelas todavía no se me dan”, enseña.

En uno de los pocos trayectos que ha compartido con otros cicloviajeros, fue que uno de ellos le regaló su actual “ocelote” o “su princesa guerrera”, como también llama a su bicicleta. “Cuando me la regalaron ya tenía todos esos detalles que la hacen más precisa y firme, como los frenos de disco hidráulicos, que son mejores y los más complejos de reparar. La bici es lo que más requiere inversión y sí que lo vale porque es tu todo en el viaje. Así que está bueno consentirla y darle lo mejor para que tu experiencia igualmente lo sea”.

Generosidad en Perú

Contrario a lo se podría suponer, la pandemia de la covid-19 le llegó en un “momento perfecto, que todo me pedía parar y yo de terca seguía avanzando hasta que mi cuerpo no pudo más”. Las restricciones vigentes a nivel mundial, la detuvieron por cuatro meses en Chincha, Perú. Allí una familia acogió a Daniella “en un mar de generosidad y amor”. Aprendió a hacer pizzas y pan, tejió mucho, recargó baterías.

El amor, ese que le prodigaron en Chincha, fue el mismo ‘Ngongorokó’ que años atrás recibió en Palenque, Bolívar. Allí desarrolló la tesis laureada con la cual se graduó de la UT. Además, se acercó al África que siempre ha sentido tan suyo.

En palenque hablan el palenquero, lengua creole mezcla del bantú, portugués y español. Se escuchaba muy hermoso y la música de Kombilesa (grupo de rap folclórico) me marcó la estancia, dado que me hospedé con ellos tras conocerlos casualmente en el aeropuerto. Ngongorokó decía una de sus canciones, luego lo hice mi marca personal”, recuerda Daniella, de cómo llegó a su vida esa palabra, que traduce amor.

Sin prisa pero sin pausa

En el último contacto de El Cronista.co sostenido con la joven ibaguereña, se encontraba en “un pueblo de la sierra por el cañón del río Apurícma y la cordillera de Vilcabamba”. Acababa de regresar de Choquerirao, antigua fortaleza inca. Voy camino al sur, Bolivia, pero las fronteras no abren y cada tanto una región sale o entra nuevamente en cuarentena. Así que a disfrutar este país lo que más pueda. Los andes de mi tierra natal, son un poco más distintos por acá”, agrega.

Lovely, de raíces pijao, todavía no se plantea cuándo regresar o hasta dónde llegará, va sin prisa, pero sin pausa. “Cada día es una oportunidad para seguir este gran viaje de la vida, volar con las raíces bien arraigadas en el útero”.

Después de pedalear por la amazonia, recorrer la cordillera blanca y visitar la laguna 69, todavía siente que le queda mucho por conocer. Me gustaría hacer todo Sudamérica y terminar en Brasil. Quién sabe cuánto demore eso y qué suceda después y durante. Tengo la mente y las puertas abiertas y si me quiero quedar a vivir en algún lugar que me ofrezca todas las condiciones favorables para ello, lo haría, y si quiero tomar un barco a África también lo haría. Todo es posible”, cierra Daniella.

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