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Trivialidad y mala fe

Trivialidad y mala fe

Por Carlos Alberto Estefan Upegui

*Exgobernador del Tolima


En días recientes me he topado con algunas personas en actitud agresiva casi desorbitada, empeñados en hacerme creer que el señor presidente de la república es un «borracho y drogadicto».

Su actitud delirante y exacerbada por el cortisol que esta absurda conjetura les causa, me ha llevado a pensar en lo degradante que es dejarse llevar de los rumores y mucho más, condicionar su pensamiento y actitud a la imaginación perversa de otras personas interesadas solamente en impedir la sana convivencia y el debate racional y con altura.

Me molestan las personas envidiosas que intentan calumniar solo para su propia satisfacción.

No estar de acuerdo con un gobierno es un concepto de cada ciudadano en el escenario democrático, donde se supone debe respetarse la libre determinación y el disenso si se ejerce con planteamientos debidamente soportados y no con grosería, trivialidades y mala fe.

Atreverse a decir que el Señor Presidente en su última alocución, antes del Consejo de Ministros estaba «borracho o drogado», no solo es una afirmación ligera y temeraria, sino irrespetuosa y muy poco digna de quién así lo manifieste; propia de los corrillos callejeros, desocupados e informales y fanáticos opositores.

Pero lo que es aún más insólito e inexplicable, de profesionales de alto rango llevados por la frustración y la amargura, todos ellos emitiendo un juicio sin diagnóstico previo de entidad competente alguna. Que de ser cierto, seríamos los primeros en condenarlo.

Son versiones producto de habladurías y murmuraciones, en retaliación por no ver las cosas como tradicionalmente han sido para satisfacción de sus propios intereses. O simplemente por llevar la contraria al cambio que impulsa el Presidente Petro.

Estos “boquiflojos” son parte pasiva del statu quo, donde simplemente pelechan a la sombra de querer mantener las cosas como siempre estuvieron, o de quienes tradicionalmente han ejercido el poder, y con ello les basta.

Discípulos y simpatizantes del estilo de Álvaro Leyva y Alejandro Gaviria, desleales de lengua afilada que atacan al gobierno con base a calumnias y suposiciones inspiradas en la perversidad de su propia imaginación, y que con esos supuestos se atreven a denigrar sin sustento.

Lo cierto es que a la hora de la verdad, se trata de una opinión ligera y de mala fe mientras no se demuestre lo contrario.

Lo más grave es que la polarización se ha apoderado del país y con ello la intolerancia y el irrespeto, preámbulo de la agresión física y del imperio de la violencia vivida ya en Colombia por muchos años y de ingrata recordación.

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