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Salario mínimo y reactivación económica

Salario mínimo y reactivación económica

Por: Martha Alfonso
Representante a la Cámara por el Tolima


Tras no poder llegarse a un acuerdo en la Comisión de Concertación de Políticas Laborales y Salariales, el gobierno firmó el decreto en el que se establece el salario mínimo que regirá en Colombia en 2024; el monto asciende a $1.300.000 que recibirán un poco más de 2.5 millones de trabajadores en Colombia, y representa un incremento de 12.07% frente al monto vigente en el año 2023.

Como era de esperarse, esta decisión generó posiciones encontradas, entre quienes consideran excesivo e “inflacionario” este incremento, incluso señalando que este aumento va a disparar el desempleo porque representaría un excesivo incremento del costo de la mano de obra para las empresas.

De otro lado, muchas organizaciones sindicales y trabajadores colombianos recibieron con beneplácito el incremento, dado que, de esta manera, el gobierno cumple el compromiso de recuperar la capacidad adquisitiva perdida en los últimos años, tras la crisis económica derivada de la pandemia de Covid-19 y los pírricos incrementos del salario decretados por el gobierno anterior de Iván Duque.

En efecto, si el gobierno del presidente Petro logra consolidar la tendencia a la baja de la inflación este año, que se espera llegue a 7%, se podría concretar un incremento real del salario mínimo de un 5%, lo cual es positivo, teniendo en cuenta los efectos favorables de este incremento sobre la actividad económica -vía incremento de la capacidad de consumo de los hogares-, y sobre la distribución del ingreso, precisamente en Colombia, el tercer país más desigual del planeta.

A propósito de lo anterior, considero que, quienes argumentan que el aumento del salario provocará más desempleo  e inflación, están equivocados por las siguientes razones: primero, la inflación reciente en Colombia ha sido provocada por la crisis de insumos y de cadenas de suministro de bienes y servicios, situación que ha afectado al conjunto de la economía mundial -no solo a Colombia-, lo cual significa que el origen de la inflación no es el supuestamente excesivo incremento de los salarios y un consumo desbordado, sino problemas relacionados con la oferta de bienes y servicios a nivel mundial.

Incluso, la destacada economista Isabella Weber, ha señalado que la inflación es producto de la concentración corporativa de las grandes empresas, que han encontrado en el incremento de precios una forma de aumentar sus ganancias.  

En segundo lugar, y relacionado con lo anterior, la economía colombiana viene presentando síntomas de desaceleración económica, que se hicieron evidentes especialmente en el tercer trimestre del año, cuando el PIB cayó 0.3%, de modo que no se puede argumentar que la inflación tenga como causa un desborde del consumo, cuando precisamente hoy estamos viendo las consecuencias de los aumentos de la tasa de interés por parte del Banco de la República, en el último año.

Es decir, hoy en día el problema central de la economía colombiana no es la existencia de un posible desborde de la inflación como consecuencia del aumento del salario, sino el declive de la actividad económica, que se debe a factores internacionales -en todo el mundo se prevé un debilitamiento del crecimiento económico- y a la agresiva política de tasas de interés del Banco Central.

Ante esto, además de la política de gasto público que viene desarrollando el gobierno, con un presupuesto de inversión sin precedentes para este año en el marco del cumplimiento de las metas del Plan Nacional de Desarrollo, es clave recuperar y estimular la capacidad adquisitiva de los hogares colombianos, en especial de los más vulnerables, de modo que se puedan revertir las tendencias a la desaceleración de la economía y, por esta vía asegurar que el desempleo siga cayendo.

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