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Navidad

Navidad

Por: Edgardo Ramírez Polanía


La Nochebuena se celebra el día 24 de diciembre, cuando la cristiandad conmemora el nacimiento de Jesús el 25 de diciembre, según la tradición cristiana. La Navidad se celebra en esa fecha conforme al calendario gregoriano, aunque no existe una fecha exacta que lo demuestre.


La festividad se extiende hasta la celebración de la Noche de Reyes. En sus orígenes no tuvo un sentido religioso, sino que se realizaba en torno a la figura de Saturno, impuesta por los romanos. Pasaron aproximadamente dos siglos después del nacimiento de Jesús para que la Navidad se celebrara el 25 de diciembre, por disposición del emperador Justiniano, quien promulgó las leyes de la vida eclesiástica y la declaró fiesta religiosa.


La Navidad ha sido una fecha de especial importancia para 160 países del mundo que la celebran con fuegos artificiales, los cuales se confunden con el titilar de las estrellas y el fulgor de los cielos, en una sinfonía de colores que asombra a las gentes y les produce un recogimiento similar al que expresan cuando prenden, ante los altares, lámparas votivas.

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Entre villancicos que llegan como voces de ninfas, se observa el cielo lleno de nubes errantes, con orlas doradas y anaranjadas, que acompañan a las gentes que caminan presurosas a comprar sus lechonas, tamales y regalos para celebrar uno de los mejores días del año: la Navidad, una tradición profunda en el espíritu cristiano que ilumina vidas y sueños, donde la alegría y la paz se convierten en un hecho familiar, inobjetable y magnífico.
Los almacenes, con su música navideña, ofrecen bondadosamente el incalculable tesoro de objetos propios de la época, mientras las calles de las ciudades crecen como una marea y la Navidad se llena de una alegría que hace olvidar a los vanidosos todo aquello que piensan más allá del límite de sus vidas personales, que empieza a fraguarse entre las manos del destino.


Llega la tarde y la Navidad extiende su imperio silencioso sobre el cielo. Las gentes se recogen temprano y se siente que la ciudad no duerme, sino que permanece bajo un resplandor festivo que pretende suplantar la claridad inocente de la mañana. Una alegría envuelve a las familias en una sola expresión, un solo sentimiento y una sola emoción, que revive recuerdos imborrables, mientras otros, por la dureza y la insensatez de sus vidas, no logran ser felices ese día.


Los recuerdos regresan lentamente y surgen las preguntas: ¿por qué algunos niños no tienen qué comer?, ¿por qué mueren antes de poder hablar?, ¿por qué tanta necesidad en unos hombres buenos y tanta opulencia en otros, incluso en este tiempo que se llama de gracia? Tal vez porque algunos nacieron herederos del dolor, condenados desde sus ancestros a conocer solo el sufrimiento, donde toda flor quiso abrirse temprano y murió antes de alcanzar el sol pleno de la vida.


El mundo navideño avanza con su música y su color, pero el espíritu se repliega hacia el silencio cercano. Parques inmóviles, árboles que ofrecen su sombra amarillenta como gesto de consuelo y paredes cubiertas de enredaderas verdes, aferradas a la vida como un náufrago a su madero, dan cuenta de la injusticia y el dolor.


Todo florece en Navidad con una belleza extraña y encendida, pero en algunos rostros se reconoce una tristeza antigua, hecha de necesidades y problemas ocultos que no comenzaron en la Navidad ni terminarán el 25 de diciembre, producto de la estulticia y la incomprensión de seres con sentimientos oscuros que abundan en la selva de la infelicidad.
Sin embargo, la Navidad no es siempre celebración. En ocasiones es la tarde del alma, cuando la luz se recoge lentamente y solo queda el misterio de quienes se quedaron y de quienes no volverán, porque permanecerán para siempre en el silencio, ya que los enemigos de la sociedad, con su violencia y maldad, han impedido la celebración de este acto humano, incluso a los presos, por decisión de gobernantes que violan los derechos humanos.
Otros seres pareciera que no han enfrentado mayores dificultades y ríen y se solazan con la música y los alumbrados, que conforman una fiesta espiritual llena de colorido. Los niños, con miradas inocentes, creen que el mundo será una fiesta de colores en sus visiones aún confusas.


La Navidad debe dejarnos un mensaje: todos deben celebrarla. Debe existir dinero para juguetes y comida en las zonas deprimidas y en los cinturones de miseria. Debe resaltarse el valor y la decisión del grupo Fénix, que en un gran bazar realizado en una zona facilitada por “Bima”, en el norte de Bogotá, recogió decenas de millones de pesos para que los niños necesitados pudieran disfrutarla.


Sin embargo, siempre se celebrará la Navidad como expresión de la alegría, la paz y el amor, que deja atrás los odios para ceder paso a la comprensión, en medio de árboles navideños, pesebres y regalos que alientan a vivir y a sentir que somos alegres y felices.

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