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Los coros del Tolima
Desde principios del siglo hay noticias de Los Coros del Tolima. Sus integrantes, 32 por entonces, no imaginaron que estaban dando el primer paso a una de las épocas musicales más brillantes del Tolima. Los coros masculino, femenino e infantil, conocido este último como El muñequero, fueron institucionalizados en la década del 30 y tuvieron su primer gran momento en Medellín en el marco del II Congreso Nacional de la Música, bajo la batuta de Alfredo Squarcetta, luego de la muerte del maestro Alberto Castilla en 1937. Arrancaron vivas y aplausos y pusieron por primera vez en el oído de los colombianos, las voces de hombres y mujeres que vivían por y para la música.
El Espectador publicó en enero de 1948 un artículo del reconocido periodista Agustín Angarita Somoza titulado “Ibagué, convertida en gran centro musical de Colombia”. El trabajo de los coros como imagen no sólo del conservatorio sino del departamento empezaba a dar sus frutos. En su artículo diría el periodista: “Una de las obras notables del conservatorio de Ibagué son los grupos de voces finamente adiestradas y guiadas por una elevada técnica… y no es simple prosopopeya sino muestra de la constancia y la democratización del arte”.
Por entonces los coros son invitados a participar en la conferencia Panamericana de Bogotá, realizada en marzo de 1948. Las voces de júbilo no se hicieron esperar para los 90 integrantes del coro que fue catalogado como el más perfecto y completo conjunto polifónico y artístico de Colombia y fueron invitados, luego del 9 de abril, en el mes de junio, a participar en un acto cultural que sirviera como paliativo para los caldeados ánimos bogotanos. Cinco conciertos fueron ofrecidos, uno en el salón Elíptico del Capitolio, dos presentaciones más en el Colón, otro en el teatro Colombia y finalmente en la Plaza de Toros de la Santamaría. Fue un derroche de arte universal y colombiano que despertó el patriotismo entre los amantes de la música que llenaron las gradas en los diferentes escenarios.
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Al finalizar ese año, los coros vuelven a Bogotá al Teatro Colón. En esta visita se rompieron todas las tradiciones de serenidad, de compostura, de ambiente cortesano y se dio campo a los pañuelos blancos, a los gritos de bis, y a las aclamaciones entusiastas: los coros se habían convertido en la gran vedette de la época.
A comienzos del año 1949, las masas corales dan inicio a su primera gira internacional. Seis aviones Douglas de la empresa Lansa, las habrían de conducir a La Habana, realizando una escala en Barranquilla para ofrecer un concierto en un teatro local donde fueron ovacionados hasta el cansancio. En Cuba recibieron los mejores elogios de la prensa y la crítica. La gira incluía una visita a Nueva York y luego a Washington donde realizaron un concierto especial para el presidente Truman. Se presentaron al aire libre en los bajos del posteriormente famoso Watergate, en los jardines aztecas de la Unión Panamericana y en el Reed Army Hospital.
En 1953 y con la dirección de Nino Bonavolonta, se presentaron en Manizales con obras de Perosi y Palestrina, que, según los diarios locales, arrancaron lágrimas a los espectadores. En 1955, Quarto Testa, nuevo director de los coros, seguiría su racha de éxitos en Buga, Cali y Neiva. Antes de su regreso a los escenarios de la capital de la república, las masas corales fueron aplaudidas con gran fervor en la clausura del Festival de las Américas en el Country Auditórium de la ciudad de Miami, donde la crítica hizo los más favorables comentarios. No era gratuito entonces que el Tolima se convirtiera en sinónimo de música y que las bellas melodías del folclor colombiano se pasearan espléndidas en cada presentación por los teatros del mundo.
En 1964, los Coros del Tolima abrirían de manera plena su participación en festivales internacionales. Berlín, Ámsterdam, París, Milán, Florencia, Roma y Madrid fueron sólo algunas de las ciudades donde el sello de lo nacional, de lo tolimense, quedaría grabado por siempre. La prensa alemana publicaría: Gracias Colombia, Gracias por el Coro del Tolima”.
En 1966 se presentaron ante el papa Paulo VI quien les otorgó la medalla Concilio Vaticano II. El mismo papa pediría la repetición de La guabina tolimense. Fue entonces cuando el Coro del Tolima se convirtió en uno de los pocos grupos latinoamericanos invitados al XVII Concurso Polifónico Internacional de Guido D´Arezzo en Italia. Había modalidad femenina y masculina en lo clásico y lo folclórico y coral mixta folclórica. Ganaron el segundo premio en la sección B de la competencia de coros de voces mixtas, el 30 de agosto de 1969.
Siguieron conciertos en Roma, Ámsterdam y París, grabaron para la televisión española y presentaron un concierto en el Conservatorio de Valencia.
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Arezzo dejó en Amina Melendro de Pulecio una inquietud: crear el Concurso Polifónico Internacional Ciudad de Ibagué. Cuatro versiones fueron la solidificación de la gran carrera de las masas corales alrededor del mundo. Desafortunadamente, la quinta edición bienal del mismo tuvo que aplazarse debido a la catástrofe de Armero el 13 de noviembre de 1985, sólo un mes antes de iniciarse el evento.
Dos años más tarde, y conmemorando el cincuentenario de la muerte del maestro Alberto Castilla, realizaría el primer encuentro de Coro del Tolima. El sábado 13 de junio de 1987, en el parque Manuel Murillo Toro, miles de personas cantaron junto a los coros El bunde tolimense del maestro, recordándole a las nuevas generaciones la tarea infatigable de este hombre que soñó con encumbrar la música en el Tolima. Fue un momento de comunión donde la emoción del reencuentro y la nostalgia de la ausencia estuvieron matizadas con el recuerdo de tantas notas curiosas que acompañaron a las masas corales alrededor del mundo.
El último director de los coros, Paul Dury, terminó su labor en 1996. Las masas corales interrumpieron su labor. Hoy, los jóvenes no saben de su historia y a los mayores parecen no importarle. Buena parte de nuestra identidad alrededor de la música fue forjada por las masas corales que llevaron nuestro nombre al mundo.
Hoy, los coros existentes en la ciudad nacen de la iniciativa privada. Ya no hay banda ni orquesta… algún político le pareció que no era importante. No entienden que la música, que nuestra cultura, que nuestra identidad, pueden ser una salida para el desarrollo social, económico y humano de la región, que puede atraer turistas, y jalonar la inversión y el empleo.
El anterior texto hace parte de una investigación que he realizado desde hace más de 20 años y que está consignada en Memoria de una identidad: Ibagué, ciudad musical 1850 – 1950, próxima a ser publicada.
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