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La resignación ciudadana y las relaciones de poder

La resignación ciudadana y las relaciones de poder

En el devenir de la historia, la idea sobre el poder se ha ido desarrollando desde diferentes perspectivas, el Marxismo ha interpretado el poder como esa fuerza represiva que mantiene vigente el sistema de producción capitalista y la división de clases; la filosofía liberal desde de Rousseau, establece al poder como un derecho que poseen los ciudadanos para demandar sus intereses ante el soberano, a través de un contrato social que se sella mediante el voto electoral. Por otro lado, en medio de las secuelas del mayo francés de 1968, nace una perspectiva nueva sobre el poder desde la teoría de uno de los pensadores con mayor relevancia del siglo XX, Michael Foucault.

Para Foucault, el poder está mucho más presente en nuestra vida cotidiana, de lo que está cuando el estado nos dice lo que debemos o no debemos hacer a través de las leyes, o cuando la policía nos reprime en una manifestación. El poder está en cada vínculo que establecemos. Relación madre e hijo, profesores y alumnos, entre médicos y pacientes. Desde esta misma teoría se expresa que el poder no es algo que exista como tal, sino que existen unas relaciones de poder que no solo son flexibles, sino que además están siempre mediadas por relaciones de saber; además de esto se plantea que en toda relación de poder hay un dominante y hay un dominado, pero estos roles no son siempre ocupados por un mismo actor. Por ejemplo: El presidente Iván Duque es el jefe de estado, por lo cual, lamentablemente ejerce el dominio sobre el futuro y presente de la ciudadanía Colombiana, sin embargo cuando el presidente Duque acude al médico por alguna dolencia física o moral, es el medico quien a través de sus saberes científicos domina la conducta del mandatario frente a lo que debe tomar para aliviar su malestar o a los hábitos físicos y alimenticios que debería adoptar para contar con un buen estado de salud. 

Esta es una de las principales razones por las cuales podríamos pensar que una de las visiones que más se aproxima a la realidad que de lo que estamos viviendo en el escenario de esta pandemia, es la de Foucault, pues no ha habido otro periodo en la historia donde se haya podido apreciar el desarrollo de la biopolítica en su máxima expresión, como lo es este 2020. Entiéndase por biopolítica ese concepto desarrollado por el filósofo francés en mención, el cual argumenta un ejercicio del poder desde la injerencia y control sobre los procesos tanto biológicos como sociales de nuestra especie. El control poblacional, los censos, los estándares alimenticios, la vida saludable, las jornadas de sueño y muchas otras, son expresiones propias de este concepto. 

Los estados hoy en día están subyugados ante el juicio de la medicina moderna quien es la que hoy finalmente domina el discurso hegemónico a nivel global. Fundamentados en los criterios médicos, la mayoría de gobiernos tomaron la determinación de confinar a la población, de limitar la aglomeración social entre otras restricciones, de invertir recursos en el desarrollo de la vacuna, así como en el aumento de la producción y distribución de productos antisépticos. Hoy más que nunca se ha hecho necesaria la recopilación masiva de información para la formulación de decisiones y la implementación de las mismas: ¿Donde vivimos?, ¿Cuántas personas habitan en nuestro hogar?, ¿en que trabajamos?, ¿Qué consumimos?, Son preguntas que gracias al uso de la información se han logrado resolver fácilmente y en función de esto el estado ha determinado qué días y cuanto tiempo de la semana podemos salir, a que labores especificas debemos salir, que productos son indispensables de adquirir en el momento que estamos afuera y como nos debemos sentar mientras ‘Teletrabajamos’, los que tenemos la posibilidad de hacerlo, porque sin lugar a dudas las condiciones dignas de trabajo dejaron por completo de ser un derecho de acceso universal para convertirse en un privilegio de clase. 
Pero este discurso que se desarrolló en medio de la vigente relación de saber, no solo ha incidido en el rumbo que el estado ha tomado a través de su accionar sino también en el comportamiento individual de las personas a través del miedo. El miedo a contagiarnos o contagiar a nuestros seres queridos, especialmente en países que cuentan con un sistema de salud precario como el nuestro; ha sido un elemento determinante en el desarrollo de nuestra conducta. No nos quedó otra opción que aguardar en casa mientras nuestras posibilidades nos permiten sobrevivir y atender con nuestras obligaciones.

Por lo menos hasta que Iván Duque aparezca una milagrosa noche por alocución presidencial manifestando que a partir del siguiente día todo será como antes. Pero ese es el punto, nada será como antes. 
Parece ser que al estado, especialmente el nuestro, se ha decantado exclusivamente a atender a groso modo esta situación y ha olvidado por completo los otros compromisos que tiene pendientes con la ciudadanía: Garantizar educación de calidad, optimizar la prestación del servicio de salud, disminuir la brecha entre ricos y pobres, cumplir con lo pactado en la habana para garantizar una paz estable y duradera, entre muchas otras apuestas que son imprescindibles para el desarrollo de esta república. Pero la sociedad civil no se ha quedado atrás, por estos días se nota una sociedad colombiana apaciguada y temerosa de la situación, la participación en asuntos políticos por parte de la ciudadanía se ha reducido a manifestar su descontento desde las redes sociales, los movimientos sociales están dispersos, pero la apatía entre nosotros sigue vigente como siempre. 

Frente al elevado costo de vida que atravesamos, al cobro injustificado de los servicios públicos, frente a las despiadadas condiciones de los bancos, el asesinato sistemático de lideresas y líderes sociales y la mezquindad del gobierno nacional hacia la columna vertebral de nuestra economía que es la clase media, no estamos haciendo nada que represente un verdadero impacto para transformar estas situaciones. Hoy por hoy somos un efecto de la normalización institucional, sucumbidos en el temor y la incertidumbre que nos canalizan a través de los medios de comunicación. El panóptico se ha convertido en una de las metáforas más importantes para entender la coyuntura actual de sociedades como la nuestra.
El panóptico más a allá de ser un modelo de prisión diseñado en el siglo XVIII, se convirtió en el mundo en el que vivimos, donde todo está vigilado, donde todo está medido dentro de los parámetros de lo normal y lo anormal, donde hay unos dispositivos disciplinarios para castigar la conducta de quien se sitúe fuera de estos parámetros. Gracias a este ritmo de vida que adoptamos con resignación, el sistema gozará de una sociedad mucho más pasiva y distraída en el escenario de la postpandemia, la cual será mucho más sencilla de moldear para los fines del modelo de producción y las elites que lo dominan. 

Esta sociedad panóptica que se ha construido ha optimizado de sobremanera el ejercicio del poder. Podemos observar como ese poder que se encuentra en todos lados nos ha convertido en un  producto de su omnipresencia. 
Pero el único camino que queda no es la resignación, como seres humanos tenemos el compromiso con nosotros mismos de desarrollar un proceso interior, reflexivo, espiritual o como se le quiera llamar, siempre y cuando nos permita a cada individuo apelar por un nivel elevado de compresión sobre el contexto en el que nos desarrollamos y la libertad de nuestra conciencia. Pues en palabras del propio Foucault: “La libertad de conciencia permitirá convertirnos en nuestro propio creador, arrebatará el dominio sobre nosotros”.

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