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Opinión

La princesa y el mendigo

La princesa y el mendigo

Pocos saben que la hoy reina consorte de España, Letizia Ortiz Rocasolano, estuvo en Cali cuando aún era una plebeya estudiante de periodismo en un encuentro de facultades de comunicación social.

Durante el festivo evento educativo, entre conferencias y debates, Letizia tomó aguardiente y bailó salsa con sus colegas de la Universidad del Valle y varios estudiantes más del continente. La futura reina se untó del pueblo colombiano que sufría la guerra de los carteles y era capaz de festejar mientras en la esquina asesinaban a un compatriota.

Pero eso fue en 1994, cuando Romario dominaba el mundo, los carteles del narcotráfico ponían presidente y los estudiantes universitarios tenían derecho a debatir. En 2021, el mundo ha cambiado parcialmente: Romario está en la política, los carteles del narcotráfico siguen poniendo presidente y los estudiantes universitarios no tienen derecho a debatir; cuando lo hacen, son perfilados, perseguidos, asesinados y desaparecidos por el estado.

A Letizia le enseñaron a bailar salsa y a comer chontaduro con miel, pero no le enseñaron que a los predecesores de sus amigos estudiantes colombianos los asesinaron repetidamente presidentes como Julio César Turbay y Gustavo Rojas Pinilla. Hubiera sido más útil que ella aprendiera sobre el estatuto de seguridad, que desapareció a centenares de jóvenes, que sobre los éxitos del Grupo Niche. Quizá así habría intuido que la historia podría repetirse en un futuro y que los hijos de sus amigos estudiantes serían víctimas de ese mismo estado.

Pero parece que la reina olvidó su viaje por el Valle del Cauca y por Colombia, pues décadas después de sentarse en un andén de Cali a departir con estudiantes de Univalle, se sienta a manteles en una mesa de lujo con el mandatario que mandó al Esmad a que disparara y vulnerara los derechos humanos de los herederos de esos estudiantes. La Letizia joven hubiera protestado en la Feria del Libro de Madrid por la presencia de Iván Duque, habría portado un letrero que dijera “S.O.S. Colombia” y gritado repetidamente “asesino, asesino, asesino” junto a centenares de colombianos. Hoy, la reina que alguna vez fue plebeya celebra a ese mismo al que increpan afuera de su palacio.

Escribió Mark Twain en El príncipe y el mendigo: “la barriga llena vale poco cuando mueren de hambre la mente y el corazón”. Me temo que eso le pasó a la estudiante Letizia, la real llenura de su estómago y su ego le impidieron recordar lo que su mente y su corazón vivieron con los estudiantes colombianos.

Sólo eso explica que celebre al asesino de sus antiguos camaradas.

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