Opinión
La desidia en la que vivimos hundidos
Por Óscar Viña Pardo
El consumo de sustancias psicoactivas en Ibagué está disparada, no existen políticas públicas claras que permitan controlar este problema que se salió de la manos hace mucho tiempo, y en donde es la familia la responsable primaria de lo que pasa con nuestros jóvenes.
Años atrás le dije a un vecino que su hijo estaba consumiendo marihuana y de inmediato entró en fase de negación. Me respondió, como lo hacemos todos los padres en momentos como esos: Mi hijo nunca ha consumido una sustancia ilegal, no invente señor. Dejó de hablarme. Pero solo atiné a decirle, hágale una prueba de sangre, así sale de la duda.
Y eso está pasando en todos los estratos sociales, dejamos hacer, dejamos pasar. Con el cuento del libre desarrollo de la personalidad, no estamos actuando como padres de familia, dejándole al Estado esa labor y culpando a las instituciones educativas, como si fueran los responsables de la dejadez nuestra.
Lo que pasó con estos jóvenes de 25 años en promedio, es decir con cédula de ciudadanía y que fueron capturados por ser presuntamente vendedores de drogas sintéticas, me hace cuestionar hasta con mi papel de periodista.
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Por qué desde hace más de dos años si desde el jueves veíamos en la estación de servicio de gasolina de la tercera rotonda, actividad juvenil hasta las 5 de la mañana nunca nos preguntamos, ¿qué pasa ahí?, o afirmaciones como: estos muchachos si que toman licor.
Ahora empiezan los comentarios: allá vendían de todo, pepas, marihuana, achis, y la lista es larga. No hicimos nada, nos hicimos los de la vista gorda, pecamos o por inocentes o por indiferentes, porque siempore creemos que a nosotros no nos toca.
Pero afirmaciones hechas por los jóvenes como: “para hacer plata no necesitamos trabajar, es ponernos a vender tussi” nos indican que perdimos nuestro tiempo, que seguimos viviendo del modelo en todo todo vale y los traquetos con apellidos rimbombantes siguen siendo los que mandan la parada.
“Mi papá y mi mamá no me ponen cuidado, mantienen trabajando todo el día y me dan gusto en todo”. ¿A qué jugamos?, yo sé que no tenemos el manual de ser buen papá, pero tanta permisividad, tantos derechos y pocos deberes tienen consecuencias nefastas para muchas familias en Ibagué.
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Ojalá estas alarmas que están encendidas en tiempos como la navidad, sirvan para que se activen los protocolos en los barrios y conjuntos de la ciudad y empiecen a plantearse programas de prevención del consumo de sustancias psicoactivas, fortalecimiento de los planes de vida, nuevos modelos de compartir con los hijos, fortalecimiento del vínculo afectivo y factores protectores.
Padres de familia, la negación no es el camino, cuántos muchachos y muchachas se tiene que llevar la droga. Porque no empezar desde ya a poner límites a nuestros jóvenes. Disciplina con amor conduce a una sociedad diferente, vecinos empoderados que trabajen en entornos seguros conduce a un futuro prometedor.
No más desidia, no más el problema es del vecino y no mío. No más echarle a otros nuestras culpas. Hagamos un alto, replanteemos y concertemos con nuestros hijos en ese camino que construyen en conjunto con nosotros.
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