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Existencia y educación

Existencia y educación

Una de las grandes problemáticas actuales es establecer un sustento sólido de la vida humana, que permita sobrellevar y vencer la multiplicidad de circunstancias favorables y desfavorables a la condición humana. Una base resistente a cualquier avatar existencial, que posibilite perseverar y seguir adelante, venciendo las dificultades que implica el vivir.

Por lo pronto, la existencia se manifiesta en este momento, es decir, la variedad de situaciones que involucra el existir, se llevan a cabo, en este instante, aquí y ahora. El presente es aquello con lo que, auténticamente, contamos. El ayer se fue y el futuro es ignorado, de lo único que estamos seguros es que estamos y vivimos ahora.

Por cierto, en este presente se conjugan y manifiestan diversos hechos personales (físicos, afectivos, intelectuales, mentales y espirituales), así como también eventos colectivos, sociales (familiares, académicos, laborales, de amistades, económicos), los cuales – de uno u otro modo – delimitan, construyen y configuran “el ser del hombre en el mundo “, el modo de enfrentar, guarecerse, comprender, actuar, superar y/o adaptarse y conformarse a la realidad.

Por lo pronto, el hecho de asumir la existencia, implica saber discernir y poder dilucidar las problemáticas fundamentales de la existencia humana:

  • ¿Quiénes somos los humanos?
  • ¿De dónde provenimos los humanos?
  • ¿Hacia dónde vamos los humanos?

 

Estos interrogantes se nos presentan como necesarios de resolver, ineludibles a la hora de pretender dar cuenta de la existencia actual del ser humano.

 En efecto, no podemos dar real sentido a nuestra existencia sin tener una visión – necesaria y sólida – respecto a que somos como individuo y como especie.

Ciertamente, la existencia del hombre, del denominado hombre contemporáneo, nos enfrenta a una multiplicidad de eventos naturales y sociales, ante los cuales debemos tener una respuesta, una actitud racional, emocional, valórica respecto a ellos.

Para nadie es un misterio que vivimos y estamos insertos en una realidad. Para darnos cuenta que vivimos tal realidad, basta con abrir los ojos o tener dispuestos los sentidos. Sin embargo, también es cierto, que esta realidad no es la mejor ni más bella de las realidades. Parafraseando a Platón, podemos señalar que es una realidad aparente, pero no es la realidad verdadera.

¿Por qué no es la realidad verdadera?

No puede ser Verdadera – así, con mayúscula – una sociedad humana donde los grandes aspectos de la misma son: la superficialidad de las necesidades, el consumismo desbordante, el materialismo creciente, el egoísmo ilimitado, las injusticias sociales y económicas, la polución que vemos por todos partes (basura y contaminaciones de todo tipo), la obsolescencia y programación de la vida, la competencia irracional por tener más y más cosas (y ser cada vez menos felices). En fin, una sociedad cosista, donde se nos pretende hacer creer que la satisfacción y felicidad humanas consisten en atraer hacia sí (hacia nosotros), una desmesurada cantidad de “cosas “, de objetos, que nos ubiquen en una situación de status y privilegio respecto de otras personas que están privadas de las mismas.

Por lo pronto, ante tan convulsionada existencia, es imprescindible efectuar una transformación esencial, de nosotros mismos y de la realidad objetiva, una transformación mental, emocional, intelectual y valórica, que se manifieste en la vida cotidiana, personal y colectiva.

Por consiguiente, otorgar sentido a la vida, asumir protagónicamente la existencia, no significa abstraernos de lo real ni subordinarnos a lo externo, a seudo-valores, a elementos extrínsecos a la auténtica condición humana. Muy por el contrario, la actitud consiste en develar, redescubrir y aplicar los Valores fundamentales, vale decir, aquellos que perfeccionen y enriquezcan la vida humana en su integridad. Son valores substanciales:  el Amor y su multiplicidad de expresiones, la Justicia, tan necesaria y tan obnubilada por el materialismo y la indiferencia, la Verdad, descubrir en todo momento aquello que nos enaltece, la Belleza tanto en las acciones humanas que fortalecen la existencia como en la siempre misteriosa e inefable naturaleza y la Certeza de que sí es posible construir una sociedad mejor, creciente y ascendente.

Es indudable que la educación desempeña, en este sentido, un rol y labor fundamental, La educación es el motor social primero, que debe integrar e incluir a todas las personas, para permitir el crecimiento pleno de los seres humanos.

En este contexto, es muy importante, el protagonismo que deben tener los educadores y educadoras, aquellos y aquellas que buscan aplicar y consolidar la vocación y el ideal educativo, esa sublime y excelsa voz interior y universal que nos insta y motiva a propiciar una mejoría substancial de la vida humana.

No existe nada más racional y elevado que buscar todos los mecanismos valóricos y científicos para que esta labor sea efectiva y posible desde hoy, una práctica educativa de la que nadie esta ajeno y de la que todos los seres humanos nos veremos beneficiados.

“La Vida es hermosa, independiente de las circunstancias vitales en que nos encontremos “.

Por: Juan Bautista Pasten G.​, Docencia e investigación en Filosofía. Universidad de Chile.

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