Columnistas
El populismo hoy
Opinión
Por: Julio César Carrión Castro
“El populismo no es expresión del atraso ideológico de una clase dominada, sino, por el contrario, expresión del momento en que el poder articulatorio de esa clase se impone sobre el resto de la sociedad... las clases no pueden afirmar su hegemonía sin articular al pueblo a su discurso, y la forma específica de esta articulación es el populismo… E. Laclau
Las campañas electorales actuales convocan a los activistas, tanto de una derecha establecida ya como fascismo -que cada día tiene mayor presencia y respaldo popular-, como de la llamada “izquierda”, que atraviesa por una crisis total, no solo por la presencia de unos partidos, movimientos y grupos políticos cada vez más alejados de los sectores populares, y cada vez más mediocres, sino porque dichos grupos y sus “caudillos” paulatinamente han reducido su activismo, su práctica militante, a una simple verborrea pomesera, intrascendente y ansiosa sólo de obtener reconocimiento por parte del poder y la derecha. En resumen, se trata de una "izquierda" centrada en ofrecimientos vacuos que sabe no podrá cumplir, se trata de una izquierda que se encuentra ya en un callejón sin salida.
Estos partidos -simples empresas electoreras- obligan a sus seguidores, como lo ha expuesto Slavoj Zizek, a elegir entre “unos principios sin oportunidad o un oportunismo sin principios”, ya sea por defender el absurdo del dogmatismo estalinista-maoísta, con sus nostálgicas "verdades de partido", "lineas correctas" y disciplinas militantes, o por caer en el acomodamiento socialdemócrata a las reglas liberales establecidas, que les lleva solamente a buscar un “capitalismo con rostro humano” con la consecuente despolitización de las masas, cuando no por asumir la triste postura retórica e intrascendente, como hemos dicho, de la muy figurona pero descompuesta
“izquierda académica”
Zizek ha hecho una clara radiografía de esa militancia política desgastada y triste que aún se preserva en el gueto universitario. Ha dicho: “…la izquierda académica occidental, más que otra cosa, creo que, a escondidas, disfrutan de su cómoda vida académica en la universidad, y aunque hablan de la necesidad de lograr un cambio en realidad no quieren nada de eso. Les encanta la revolución, pero cuando tiene lugar muy lejos… en países lo suficientemente lejanos como para que sus cambios jamás puedan afectarnos (...) Es una posición muy arrogante, la de la Bella Alma, como yo lo llamo siguiendo a Hegel: una posición muy cómoda, muy crítica, sí, pero completamente integrada en esta sociedad y, en términos generales, creo que este es el caso de los “estudios culturales” en la izquierda académica…”
Plantea que no se puede reducir la lucha de la izquierda a un conjunto de luchas populistas parciales y dispersas (étnicas, sexuales, multiculturales, ecológicas, el feminismo, las luchas de los gay, de los animalistas, etc.) en detrimento de las luchas económicas y auténticamente políticas; “Lo que estos defensores izquierdistas del populismo no perciben es que el populismo actual, lejos de constituir una amenaza al capitalismo global, resulta un producto propio de él”. Es necesario, entonces, proponer una alternativa global anticapitalista, cuestionar explícitamente la estructura económica del capitalismo, recuperar la lucha de clases como la principal vía para los procesos emancipatorios.
Frente a esas mediocres prácticas del populismo contemporáneo, torpe y promesero, vale la pena reivindicar y discutir una noción radical de "populismo" ; una clara concepción de democracia radical, de "democracia más ancha y más profunda” .
El concepto “democracia profunda” o su similar : “democracia radical”, goza de un fuerte reconocimiento entre los estudiosos de las ciencias políticas, pero resulta extraño, raro, tanto para los liberales y para los actuales “marxistas” electoreros y faranduleros, como para los anquilosados sectarios, aquellos que han querido reducir el marxismo a otra forma de pensamiento único.
Estas enriquecedoras nociones deberían ser estudiadas en nuestro medio, para desbordar a los dicharacheros izquierdosos, a esa especie de picapleitos que se atreven a utilizar la terminología de izquierda, solamente para defender sus posturas de derecha, para acomodarse a las “modas” y para conservar el statu quo que los sostiene y mantiene; en fin para señalar el espíritu gregario y “el calor de establo” de todos esos charlatanes, simuladores, tránsfugas y trepadores que pululan, tanto en el deplorable escenario político-electoral, como en el mundillo universitario, tan propenso a la simulación y al trepadorismo.
Queriendo contribuir a una posible discusión acerca de la democracia, es menester decir que el concepto de “democracia profunda” no nace a partir de las elucubraciones de algún oscuro terapeuta gringo, ni mucho menos de las rápidas apreciaciones de alguna comunicóloga de wikipedia. Se trata de una noción de las ciencias sociales y políticas de amplia tradición, incluso en nuestro medio -bástenos recordar que ya para el año de 1983, Alfredo Vázquez Carrizosa, Gerardo Molina, Ricardo Lara Parada, Orlando Fals Borda y otros intelectuales y activistas del quehacer político en Colombia, discutieron acerca del tema del sentido y la proyección de una democracia más incluyente y participativa; discusiones recogidas en la compilación hecha por la socióloga y periodista María Cristina de la Torre y publicadas en el libro "Amnistía: por una democracia más ancha y más profunda"... que se aproximan a la noción de Democracia Radical que manejan Ernesto Laclau y Chantal Mouffe y que propone expandir la idea de la democracia, más allá de lo meramente representativo o incluso participativo.
Laclau reivindica la directa participación popular en el quehacer político, superando las simples acciones de sus líderes y caudillos. Propone el populismo como acción directa de las masas: “El populismo no es, en consecuencia, expresión del atraso ideológico de una clase dominada, sino, por el contrario, expresión del momento en que el poder articulatorio de esa clase se impone sobre el resto de la sociedad. Este es el primer movimiento en la dialéctica entre “pueblo” y clases: las clases no pueden afirmar su hegemonía sin articular al pueblo a su discurso, y la forma específica de esta articulación, en el caso de una clase que para afirmar su hegemonía debe enfrentarse al bloque de poder en su conjunto, será el populismo”
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