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El diálogo o resolución inteligente de las diferencias
El concepto “diálogo” - como muchas otras nociones usadas a diario - proviene del antiguo griego, más específicamente, surge con Sócrates y sus disputas analíticas y sintéticas con los llamados sofistas. Esto es recogido, posteriormente, por Platón en sus famosos Diálogos, donde trata diversas temáticas filosóficas (siglos V y IV a. C.). Ahora bien, “diálogo” es una palabra compuesta de dos términos: “día”: a través de o por medio de y “logos”: palabra razonada o razonamiento. Diálogo se traduce como “conexión de palabras a través del razonamiento”.
El diálogo, entonces, posibilita la comunicación y la unidad de pensamientos e ideas divergentes. Se diferencia, así, de la discusión, que es enfrentamiento y rechazo de ideas distintas de las nuestras.
En efecto, el diálogo o, más bien, por medio del diálogo, podemos expresar libremente nuestras ideas con solidez y claridad argumentativa, pero, también, es saber acoger y reconocer – con tolerancia y criterio - las ideas y opiniones adversas o contrarias. El diálogo siempre fomenta la verbalización y no la confrontación, busca equilibrar las diferencias, junto con ampliar el pensamiento y, por tanto, enriquecer el conocimiento de los participantes en el mismo, así como de los oyentes y/o lectores.
Por lo pronto, el mundo, nuestro mundo actual en el cual nos ha tocado en suerte (¡seamos positivos!) nacer y existir, o sea, este espacio vital y circunstancial donde vivimos y cohabitamos con seres similares exteriormente, pero bastante disímiles en emociones, sueños, expectativas e ideales. Por consiguiente, no es precisamente un mundo en que predomine el diálogo como forma substancial de interacción humana, que venga a permitir la superación de discrepancias, sino, mas bien, todo lo contrario, vale decir, suele atacarse y rechazarse pensamientos, ya sean políticos, religiosos, doctrinarios o científicos diferentes de los nuestros. Algunas veces, incluso se los refuta o elimina a priori, antes de siquiera conocerlos en profundidad.
Ciertamente, nuestro mundo necesita de bastante y creciente diálogo, donde se manifiesten y respeten opiniones divergentes y criticas constructivas, que vengan a iluminar tanto obscurantismo cognoscitivo, a levantar el desánimo existencial, a mostrar senderos de libertad, justicia y verdad a todos los seres humanos. En fin, es imprescindible propiciar diálogos que posibiliten el encuentro y el crecimiento pleno, que faciliten y construyan una vida verdaderamente valórica, en lo personal y lo social.
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El diálogo es una instancia dialéctica profundamente educativa, tal vez la mejor de las acciones didácticas, pues, posibilita aprender y enseñar. La articulación dialógica induce, ciertamente, a saber razonar, a expresarse adecuadamente y a saber escuchar.
El diálogo es unidad de inteligencias, la discusión es choque de ignorancias.
“La filosofía es un silencioso diálogo del alma consigo misma en torno al Ser”. Platón
“Ya no hay quien sepa el arte de la conversación, es decir, de la sana discusión. Conversar es entrar en el surco que ha trazado el otro, proseguir en ese trazo y perfeccionarlo. Dialogo es colaboración “. Massimo Bontempelli
“La paz es hija de la convivencia, de la educación y del diálogo. El respeto a las culturas milenarias hace nacer la paz en el presente”. Rigoberta Menchú, Premio Nobel de la Paz, 1992.
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